Fotografía del homenaje a la periodista Teresa de Escoriaza
La coplilla chusca de Luis de Tapia y la contestación de Teresa de Escoriaza: lo que ocurre es que él es ella
Ser mujer no le impidió estar en primera fila, anotando en su cuaderno los horrores de la guerra, visitando a los soldados en los hospitales
El 20 de noviembre de 1921 el comedor del Hotel Ritz de Madrid acogía el caluroso y por qué no decirlo, insólito homenaje a la periodista Teresa de Escoriaza con motivo la reciente publicación de su libro «Del dolor de la guerra».
La fotografía que inmortalizó el momento nos desvela una imagen única: doscientos hombres, todos ellos intelectuales, políticos, aristócratas, nobles, militares, artistas y periodistas de las diferentes cabeceras nacionales, rodeando a la única mujer del grupo.
Augusto Barcia fue el primero en hablar en nombre de la Comisión organizadora, después Pedro de Répide le dedicaría un soneto y finalmente con la lectura de unas coplas, el poeta y periodista Luis de Tapia brindaba por ella: «Mi canto a Teresa será un canto breve. La rubia amazona va al moreno suelo. ¡En sol africano, un copo de nieve! ¿Quién no se derrite ante tal consuelo?... ¡Salud a la ilustre cronista guerrera, poetisa en prosa de castizas galas! ¡La rubia walkyria triunfó en su carrera!».
No es de extrañar que Escoriaza, en su discurso de agradecimiento dijera abrumada por los halagos de sus compañeros: «No hay más que un periodista, uno de tantos, al que su director envió a Marruecos y que allí cumplió con sus deberes lo menos mal que pudo y que supo. Lo que ocurre es que él es ella. Que no se trata de un hombre, sino de una mujer, y que como aquí, en España, es la costumbre que las mujeres no compitan con los hombres, ha llamado la atención del público».
Teresa de Escoriaza llegó a Melilla a primeros de septiembre de 1921 como corresponsal del periódico La Libertad. A lo largo de ese mes, recorre, junto con otros compañeros de profesión, las principales zonas del conflicto.
Ser mujer no le impidió estar en primera fila, anotando en su cuaderno los horrores de la guerra, visitando a los soldados en los hospitales, escuchando las conversaciones de los cafetines, entrevistando tanto a oficiales como a soldados o echándose a los caminos de las zonas reconquistadas para escribir cada una de las dieciocho crónicas que, del 3 al 27 de septiembre fueron publicadas en la primera página del periódico La Libertad.
Cada una de sus crónicas tuvo gran acogida entre los lectores y en otoño de ese mismo año fueron recogidas y publicadas por la editorial Pueyo en un libro que llevaría por nombre el mismo con el que se publicaron en el periódico: «Del dolor de la guerra».
Los hechos ocurridos en Annual y Monte Arruit en el verano de 1921 tuvieron gran calado en la sociedad española, todas las miradas estaban puestas en lo que ocurría en África, en esa tierra hostil donde los jóvenes iban a morir a manos de un puñado de moros liderados por Abd el-Krim y que, parapetados en los riscos arenosos del Rif, estaban sangrando a España en lo humano y en lo económico.
Por ese motivo en agosto todas las cabeceras del país deciden enviar a sus mejores periodistas a cubrir el conflicto. Teresa de Escoriaza es uno de ellos. Pero ¿para quién y sobre qué escribía Escoriaza?
Sería entrar en el terreno de lo manido decir que Teresa escribe para mujeres. Si hubiera escrito para mujeres no hubiera recibido tal homenaje por parte de tan mayoritaria representación masculina como queda plasmado en esa fotografía donde ella ocupa, nívea, el centro de la imagen. Teresa escribe para su público y sus lectores, punto.
Sus crónicas son la intrahistoria del conflicto, plazas sitiadas tristes por el silencio impuesto, cartas perdidas que se lleva el viento de la misma forma que la guerra se está llevando la vida de sus destinatarios, cunas vacías, camiones por los que asoman manos inertes, niños que lloran sobre los cadáveres de sus seres queridos, bravos soldados de lealtad inquebrantable, mujeres, madres, novias consternadas por la angustia, las malas condiciones del frente, en definitiva, el horror de la guerra.
Sin embargo, el éxito de la periodista es su forma de escribir, de transmitir las penurias del conflicto con gran humanidad, sensibilidad. Si bien es cierto que hay una mirada femenina en sus crónicas, Teresa no ahorra ni un solo detalle por desagradable, doloroso o crudo que sea. Su perspectiva de la contienda, contada desde las emociones y el sentimiento que le produce aquello que ve, no está exenta de profundidad, de rigor y de interés.
Teresa de Escoriaza no fue la única mujer que escribió sobre la guerra de Marruecos, antes que ella hubo otras, pero sí fue la primera corresponsal femenina enviada por un periódico con el encargo de escribir unas crónicas sobre lo que allí ocurría.