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Descubrimiento del estrecho de Magallanes en 1520

Descubrimiento del estrecho de Magallanes en 1520

Diego García y Sebastián Caboto: los navegantes que desobedecieron a Carlos I y exploraron el Río de la Plata

A ambos les asaltó la ambiciosa idea de desobedecer órdenes y seguir por derroteros distintos a los marcados en los contratos, que eran de obligado cumplimiento

Diego García es otro de los exploradores incansables, aventurero con la fortuna de regresar de muchos de sus viajes para contarlo. Así fue quien trajo a España la noticia del hallazgo del Río de la Plata, ya que Díaz de Solís había muerto por una flecha cuando comandaba la expedición. Fue de los pocos que culminó la primera vuelta al mundo en 1522. Gracias a eso, pudo descubrir la isla que hoy lleva su nombre en el archipiélago de Chagos, aunque hay opiniones contrarias que atribuyen el descubrimiento del atolón a un portugués del mismo nombre.

Después de muchos viajes a las órdenes de otros, por fin obtuvo el mando de una expedición en 1525. Tras el viaje de Magallanes, el rey Carlos I creó en La Coruña la Casa de Contratación con la Especiería (Molucas) recién descubierta. García, veterano del viaje, fue nombrado capitán y piloto de una expedición costeada por varios comerciantes. La salida se demoró por diversas causas y tuvo que esperar hasta 1526 o 1527. García llegó a Canarias, y su viaje volvió a sufrir retraso al quedar detenido en La Palma.

Y aquí aparece otro navegante mítico: Sebastián Caboto, un veneciano al servicio de la Monarquía Hispánica, que había salido de Sanlúcar de Barrameda a finales de 1526 con el mismo propósito. Era hijo de un navegante al servicio del rey de Inglaterra, a quien él mismo sirvió como navegante en Norteamérica y cartógrafo. Fue contratado por Fernando el Católico en 1512, y el rey Carlos le encomendó un viaje a las Molucas en 1526.

Ambas expediciones coincidieron en Brasil, sin noticias unas de otras. A ambos les asaltó la ambiciosa idea de desobedecer órdenes y seguir por derroteros distintos a los marcados en los contratos, que eran de obligado cumplimiento.

Diego García había navegado por el Río de la Plata en la expedición de Solís, y Caboto escuchó noticias de una tierra prodigiosa en boca de uno de los náufragos de aquella navegación, que se ubicó en la desembocadura del Paraná. Los dos, sin contactar aún, prefirieron explorar Sudamérica antes que aventurarse hacia las Molucas. Ambos esperaban encontrar tierras ricas sin correr el riesgo de mares peligrosos. Los dos desobedecieron al rey, aunque García solo en parte, ya que tenía capitulaciones para adentrarse en el Río de la Plata y capturar esclavos que ayudaran a financiar el viaje.

Los pormenores de los viajes los conocemos gracias a los documentos publicados por José Toribio Medina en Los viajes de Diego García de Moguer al Río de la Plata (Santiago de Chile, 1908).

Mientras García construía el primer astillero de la zona, en la isla de San Gabriel, en el Río de la Plata, para armar un bergantín que llevaba por piezas, Caboto levantaba fuertes. Cuando Diego García se decidió a remontar la corriente, se topó con dos naos de Caboto al mando de Antón de Grajeda. Más adelante, en el fuerte de Sancti Spiritus, se encontraría con el capitán Gregorio Caro, que no tenía noticias de su jefe Caboto desde hacía tiempo y temía por su vida.

Diego García siguió por los ríos Paraná y Paraguay. A primeros de mayo de 1528 encontró la expedición de Caboto. La primera reacción fue de suspicacia y rivalidad. García alegaba haber salido antes, y Caboto, haberse introducido primero en el Río de la Plata. Caboto tenía más fuerza y trató de impedir la acción de García. Pero pronto se dieron cuenta de que ambos estaban contraviniendo las instrucciones de sus viajes.

En aquel tiempo no había autoridad colonial suficientemente fuerte ni noticias que corrieran con fluidez para dar cuenta de los hechos. Decidieron ponerse de acuerdo para repartirse los beneficios y evitar los riesgos del malcontento del rival: explorar la zona, enviar emisarios a la Corte señalando los propósitos, construir nuevos barcos y encomendarse a Dios y a la suerte. Suponían que, siguiendo el curso de los ríos, llegarían a unas ricas minas de oro y plata.

Destruccion del fuerte Sancti Spiritu

Destruccion del fuerte Sancti Spiritu

Como solía suceder, los indios se rebelaron ante la invasión y tuvieron que retroceder para defender el fuerte de Sancti Spiritus, que, si caía, los dejaba sin protección en la retaguardia. Mientras aseguraban la defensa —era ya diciembre de 1528—, mandaron una vanguardia al mando de Francisco César, que volvió asegurando haber visto grandes riquezas de oro, plata y piedras preciosas. Esto dio lugar a la leyenda de la Tierra de los Césares, un mito similar al de El Dorado.

Caboto y García decidieron ir a buscar réditos, dejando Sancti Spiritus con una escasa guarnición que fue diezmada por los indios. Volvieron los dos afanosos viajeros para comprobar que del puesto no quedaban sino algunas piezas de artillería, que los indios no se llevaron por no saber cuál era su utilidad. Los indios eran cada vez más numerosos y belicosos. En una reunión secreta con sus hombres, Diego García decidió volver el 6 de octubre de 1529. Caboto lo hizo poco después y, una vez más, se adelantó a García.

De García apenas se sabe nada más. Solo que puso su carabela Concepción, con él al mando, al servicio de una nueva expedición al Río de la Plata, encabezada por el adelantado Pedro de Mendoza. Murió en una escala en La Gomera.

Caboto fue juzgado y encarcelado, acusado de desobediencia y de mala administración. Condenado a cuatro años de destierro en Orán, el rey Carlos lo indultó y volvió a Sevilla. En 1544 regresó a Inglaterra, al servicio del rey. Fundó compañías de comercio con Indias, Europa y Asia. El navegante, comerciante y cosmógrafo Sebastián Caboto murió en Londres en 1557.

Los dos contravinieron las órdenes de navegar hasta la Especiería y los contratos comerciales suscritos con los patrocinadores. Se empeñaron en explorar un territorio del que no sabían nada. Abandonaron por la presión de las tribus locales, sin haber obtenido nada. Pero establecieron el inicio de la exploración y dominio posterior de la región donde iba a ubicarse Buenos Aires.

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