Manuel Ángel Cuenca
Entrevista al escritor y militar Manuel Á. Cuenca
Manuel Á. Cuenca: «España tiene solución mientras que haya españoles que amen España»
«Creo que es importante dejar de culpar la historia, reconciliarnos con ella y verla como lo que es para nosotros: un recurso muy valioso para afrontar y para comprendernos a nosotros mismos», comenta ante las cámaras de El Debate
«No conocer la historia es dejar de lado nuestras raíces. Es acabar con los cimientos de nuestra nación», afirma en entrevista con El Debate Manuel Á. Cuenca, escritor, divulgador de historia y oficial del Ejército del Aire y del Espacio. Lleva desde 2018, junto con el doctor en Historia Fermín Valenzuela y Gloria Cuenca, licenciada en Bellas Artes, poniendo en valor la historia de España a través del proyecto Gestas de España.
Los tres han publicado libros como Curiosidades de la historia de España para padres e hijos o España en el mundo. Curiosidades para leer en familia. Ahora se adentran en una nueva aventura en búsqueda de España, pero no de aquella que «discute en los telediarios, sino la que resistió en Numancia y resplandeció en los claustros; la que cruzó mares llevando consigo audacia, esperanza y eternidad», reza la sinopsis de En busca de España (Roca editorial).
«Este libro lo que hace es invitarnos a descubrir la historia de España en su totalidad. Pero sobre todo a reconciliarnos con nuestra historia. Creo que es importante dejar de culpar la historia, reconciliarnos con ella y verla como lo que es para nosotros: un recurso muy valioso para afrontar y para comprendernos a nosotros mismos», comenta ante las cámaras de El Debate.
–¿Qué España es la que ustedes buscan en este libro?
–La verdad es que la España que buscamos en En busca de España, es precisamente esa España que reconcilia. Tenemos la costumbre de que, a partir del siglo XIX, ha habido un sesgo político y un uso —o mal uso— de la historia: unos la han ensalzado y otros la han culpabilizado de muchas cosas que no han ocurrido. Nosotros queremos dar a conocer la España que es de todos, de todos los españoles, y ponerla en valor a través de un pequeño recorrido por toda su historia: no la de una España enfrentada, sino la de una España reconciliada para cada uno de los españoles.
–En el libro se habla de los «infinitos nacimientos» de España. ¿Cuál considera usted el más olvidado o malinterpretado por los españoles de hoy?
– Efectivamente. De hecho, en el libro hay una parte en la que decimos que España es un milagro de renacimiento, una frase que me gusta mucho poner en valor porque realmente define lo que es España. Podemos hablar de un inicio de la España mitológica, con Tubal y Hércules; podríamos hablar de una fundación, de una creación de España: la España del hombre, la España de la cultura, la de Altamira, la de Atapuerca.
Pero a mí la España que más me gusta —y creo que la que ha sido más maltratada— es la España política. Y te explico: no me refiero a lo que decía antes sobre el sesgo político, sino que hago alusión a la España de la mayoría de edad; la España que comienza con los visigodos, se renueva con la Reconquista y alcanza su mayoría de edad con los Reyes Católicos.
Esa es la España que yo prefiero, la España de la creación de un proyecto mucho mayor, un proyecto que la trasciende y que salta al charco, que exporta a España allí donde va, que exporta cultura. Creo que es una España que ha sido muy atacada y que es la que hay que poner en valor, porque es el momento en que España, como bien decía, llega a su mayoría de edad.
–¿Cómo explica que hayan sido los propios españoles quienes más han interiorizado y asumido la Leyenda Negra?
–Es curioso: siempre decimos que nuestra historia es invaluable, pero tenemos un problema. Además, yo me dedico a la comunicación, y creo que esto es clave: no sabemos comunicar las grandezas de nuestra historia. No hemos sabido hacerlo con acierto y nos hemos enfrentado a unos enemigos históricos que han hecho justamente lo contrario: han vendido muy bien que España lo hizo muy mal.
Por un lado, hemos asumido esa herencia histórica como algo propio y, además, tenemos una costumbre muy mala en España: la de juzgar sin comprender. Tendemos a juzgar la historia con los ojos del presente y no buscamos comprenderla. Al final, lo que hemos conseguido es aceptar todo lo malo y dejar de lado todo lo bueno, que es precisamente lo que queremos poner en valor en En busca de España.
–¿Cuál es el mayor obstáculo —cultural, político o ideológico— para una verdadera reconciliación con la idea de la Hispanidad?
– Me encanta que digas esto, y más porque estamos muy cerca del 12 de octubre, Día de la Hispanidad, la fiesta nacional. Creo que todo pasa por erradicar esa leyenda negra de la que hablábamos antes, a través de la cultura, de la lectura, de los ejemplos y, sobre todo, acercándonos al otro lado del charco: a esa gran comunidad de hispanohablantes, para demostrarles —o más bien recordarles— que son hermanos nuestros. Cuando compartimos la cultura, compartimos la lengua, las tradiciones, la religión, la fe... Es algo que nos une profundamente. Debemos buscar, sobre todo, lo que nos une por encima de lo que nos separa.
El 12 de octubre es una oportunidad perfecta para celebrar la Hispanidad. En lugar de enfrentarnos en los diálogos de las redes sociales —que al final son muy tóxicos, y por eso casi nunca contesto en ellas—, en vez de decir que no hay nada que celebrar, busquemos lo que sí hay que celebrar y pongámoslo en valor porque es muchísimo.
–Una cosa que nos une a todos son los símbolos. Hablemos de los que aparecen en la portada...
–Yo siempre digo que los símbolos son muy importantes. Cuando alguien desconoce una civilización, desconoce también sus símbolos, y deja de educarse en ese sentido de pertenencia que éstos transmiten. En el caso de España —su escudo, su bandera, su himno—, existe el riesgo de acabar perdiendo el porqué de todo ello. Porque, al final, los símbolos nos otorgan raíces: nos anclan a la tierra.
Cuando no conocemos nuestra historia ni nuestros símbolos, corremos el peligro de comportarnos como una pluma movida por el viento, de un sitio a otro, de un sesgo ideológico a otro, de un sesgo político a otro.
Los símbolos en esta portada son muy importantes porque nos anclan a nuestra historia y a la esencia de España. Queríamos que estuviesen, obviamente, los colores de la bandera nacional; que apareciese la representación de los grandes reinos de España y, sobre todo, la de esa mayoría de edad de la que he hablado, la que alcanzó durante los Reyes Católicos.
El escudo nacional reúne los cuatro grandes cuarteles del reino, el territorio reconquistado donde descansan los Reyes Católicos, en su Capilla Real de Granada. Creemos que es una composición preciosa, que incluye además una alegoría al mar. No olvidemos que el lema de España es Plus ultra («Más allá»). Cuando Hércules llega a realizar su duodécimo trabajo, robar el ganado de Gerión en la zona que hoy sería la península ibérica, dice Non plus ultra («no hay nada más allá») y coloca sus dos columnas, las Columnas de Hércules.
Pero, en 1492, un valiente, Cristóbal Colón, subvencionado por nuestros Reyes Católicos, Isabel y Fernando, demuestra que sí hay algo más allá: un mundo por descubrir, un mundo que los españoles llevan como estandarte.
Por eso nos parecía una forma perfecta de reunir todos los símbolos de España en un solo golpe visual. Y, la verdad, es un trabajo que no ha sido nuestro, sino de Roca Editorial, y a nosotros nos encantó como concepto.
En busca de España
–Cuando afirman que España es, antes que un territorio, un pueblo, ¿a qué se están refiriendo exactamente?
–Cuando le preguntas a la gente joven —porque nosotros intentamos que este libro llegue, sobre todo, a la gente joven—, te das cuenta de algo: la gente que ya nos lee y tiene cierta inquietud la tenemos ganada.
A mí me gusta crear cantera, como se dice: motivar e intentar despertar vocaciones entre los jóvenes. Si tú le preguntas a alguien qué es España, lo primero que se le viene a la cabeza es un mapa. Un mapa que, posiblemente, esté dividido por provincias. Pero las fronteras tienen algo muy peligroso: separan.
A mí me gusta pensar que España no es una concatenación de provincias unidas por líneas, y ya está. Para mí, España es algo más espiritual: España es lo que nos une. Las montañas son España, los ríos son España; y ni las unas ni los otros entienden de provincias. La lengua que hablamos no entiende de provincias, las canciones que cantan los abuelos en los pueblos tampoco entienden de provincias.
Y eso, para mí, es España. Tenemos que huir de la España política —y cuando hablo de la España política me refiero a ese mapa político de España—, y pensar en la España más espiritual: la España que nos une, la que nos va a hacer crecer como pueblo y la que nos ayudará a afrontar las grandes gestas y los grandes desafíos que nos depare el futuro.
–¿La fe ha sido siempre un eje de identidad colectiva en España?
–Yo soy católico, apostólico y romano, y, además, mi coautor, Fermín Valenzuela Sánchez, acaba de ingresar en el Seminario Mayor de Granada.
Nosotros estamos plenamente convencidos de algo: del mismo modo que la historia militar de España está profundamente vinculada a su historia, la historia religiosa también lo está. Lo he dicho antes: una de las tres cunas de España es Jerusalén, y los grandes avances y obras civilizadoras que ha llevado a cabo nuestro país siempre han estado relacionados con la Iglesia.
Solo hay que pensar en la preocupación de los misioneros que iban al otro mundo —no al «nuevo mundo»— a evangelizar, y en cómo se esforzaban por poner en valor la dimensión espiritual de los pueblos indígenas de aquel lado del océano.
España siempre ha estado ligada a la fe. Y no hablo solo de la Reconquista —que es lo más típico— o de Santiago; no, hay mucho más. Hay una preocupación palpable por el espíritu de las personas, de los nuevos súbditos.
La historia de España siempre ha ido de la mano de la religión. Y no hay que olvidar el título de Isabel y Fernando: por algo son denominados Reyes Católicos, porque tenían una misión que los trascendía, una misión espiritual. No fuimos al Nuevo Mundo en busca de riquezas; fuimos con una misión espiritual, fuimos a aportar y a expandir la religión. Allá donde fueron los españoles, llevaron consigo esa misión que los trascendía.
–¿Nos encontramos actualmente en una prueba más? Tenemos que preguntarnos, como en el siglo XIX, ¿qué significa España?
– Creo que es algo que no debemos dejar de preguntarnos nunca. Cuando hablamos de los infinitos renacimientos de la nación, hay que tener en cuenta que cada vez que España se enfrenta a una gran prueba, renace de nuevo.
Y fíjate, en 2020 perdimos una oportunidad muy grande. Si hubiésemos reflexionado más, si nos hubiésemos sentado a pensar cómo podíamos crecer a partir de un episodio que fue una absoluta tragedia, habríamos sacado mucho más provecho. Pero, en lugar de eso, nos dedicamos a hacer cosas que no eran reflexión: a grabar vídeos en TikTok, a poner en valor aspectos que quizá no eran los más adecuados.
Aun así, cada vez que hay un gran obstáculo, España renace. Si reflexionamos, si entendemos el pasado y aprovechamos las experiencias y las lecciones de esos momentos difíciles, podemos salir muy reforzados. Por eso, cada vez que España fracasa o se enfrenta a un obstáculo gigantesco, no debemos verlo como decadencia ni como hundimiento, sino como una oportunidad para renacer más fuertes.
En eso, los españoles hemos sido muy buenos, porque hemos pasado por épocas muy malas y, sin embargo, hemos salido reforzados en muchísimas ocasiones.
En otras, me habría gustado que saliéramos más fortalecidos… pero, bueno, tiempo al tiempo. Cuando me preguntan: «¿España tiene solución?», yo siempre respondo que sí, que España tiene solución mientras haya españoles que amen a España.
–¿Qué lecciones se pueden extraer de la historia de la nación española para afrontar los retos del futuro en términos de unidad y cohesión social?
–Pues mira, yo creo que los acontecimientos más tristes de la historia de nuestro país han sido, precisamente, aquellos en los que el pueblo se ha dividido, se ha separado; es decir, cuando ha habido enfrentamientos fratricidas, cuando hermanos se han enfrentado entre sí.
España se ha desangrado —y, quizá, no ha dado el salto que podría haber dado— precisamente por ese problema interno que hemos arrastrado.
La mayor lección que podemos aprender de todos nuestros errores del pasado es que unidos es cuando llegamos más lejos, y que separarnos siempre es un problema.
Solo hay que mirar el mundo: el mundo tiende a la unidad. Cada vez los Estados importan menos, y lo que importa más son las alianzas. Y la alianza más poderosa es la de todos los españoles juntos; lo hemos demostrado cuando, durante la invasión napoleónica, nos unimos contra el invasor.
Siempre somos más fuertes unidos. Y creo que esa es la gran lección, la más importante que se puede extraer de este libro: que separados no vamos a ningún sitio, y que cuando hacemos equipo somos muy grandes.