Representación de Mansa Musa en el Atlas Catalán
Picotazos de historia
El mayor despilfarro de la historia del soberano más rico de todos los tiempos
La peregrinación a La Meca de Musse Melly pasó a la historia por su derroche en oro y lujos
La Bibliothéque Nationale de Francia conserva un fascinante documento que, originariamente, provenía de la Biblioteca Real. Está documentado que este documento se encuentra allí, al menos, desde la década de 1380, lo que corresponde al reinado de Carlos V de Francia.
El mapamundi, denominado Atlás Catalán, fue hecho por la escuela cartográfica mallorquina y se cree que participaron en su creación Cresques Abraham y su hijo Jehuda. Esto debió ser en torno a 1370.
Originariamente el mapamundi constaba de seis hojas de pergamino de unos 64,5 x 50 centímetros, dobladas de manera vertical. Esta doblez, a consecuencia del desgaste por el uso y el paso del tiempo, ha dado lugar a que las hojas se dividan en dos. El mapamundi está iluminado y para ello se han utilizado diferentes colores, junto con oro y plata.
El Atlas Catalán
Las dos primeras hojas contienen textos que tratan de materia astrológica, cosmográfica y astronómica, aportando información para facilitar el arte de marear (navegación) por las aguas del Mediterráneo y otros mares, así como viajar por la tierra, donde se señalan las mejores rutas y más importantes ciudades.
Las cuatro hojas restantes son el mapamundi propiamente dicho: dos hojas corresponden a Occidente junto con el norte de África y otras dos corresponden a Oriente. Pero me gustaría que centraran su atención en las hojas que muestran la parte norte de África.
Allí se nos aparece dibujada la figura de un rey al que acompaña un texto. «Este señor negro se llama Musse Melly (Mansa Musa) y es el soberano de la tierra del pueblo negro de Ginebra. Este rey es el más rico y noble de todas estas tierras debido a la abundancia de oro que se extraen de sus tierras».
Pues bien, es sobre esta persona de quien les voy a hablar. Mansa Musa (1280-1337), séptimo soberano del imperio de Mali. Este fue un estado africano medieval que abarcaba la mayor parte del territorio comprendido entre la costa forestal occidental del norte de áfrica y el desierto del Sáhara.
Algo así como un millón cien mil kilómetros cuadrados y unos cincuenta millones de súbditos que se distribuían entre unas cuatrocientas ciudades. Se trataba del segundo mayor imperio de su tiempo, solo por detrás del gran imperio mongol.
En este enorme territorio las pepitas de oro eran propiedad exclusiva del soberano, que recibía el título de Mansa. La administración imperial exigía la entrega de toda pepita que se encontrara, pagándose su peso en polvo de oro, que era la moneda de cambio. Pero de lo que quería hablarles a ustedes es de una peregrinación a La Meca que realizó el soberano de Mali y que se considera el despilfarro más grande realizado…
Entre los años 1324 y 1325 Mansa Musa peregrinó a La Meca. Un viaje de más de cuatro mil quinientos kilómetros. La comitiva que le acompañó se componía de unos doce mil esclavos. Todos ellos ricamente vestidos con ropas de brocado tejido con seda. Cada uno de los esclavos transportaba una carga de cuatro a seis kilogramos de oro en lingotes (de 48 a 70 toneladas en total).
Servían al séquito centenares de caballos y bestias de carga y de tiro para el transporte de las provisiones, los regalos y el bagaje necesario. De entre estos animales destacaba un grupo de ochenta camellos que transportaban una carga de 50 a 150 kilogramos de oro en polvo, lo que significaba entre cuatro y 12 toneladas más de oro (calculen ustedes a 120.000 euros el kilo y envidien).
En resumen: el viaje a La Meca fue una orgía de despilfarro de una dimensión nunca vista y jamás repetida.
En julio de 1324 los peregrinos llegaron a la ciudad de El Cairo. Allí fueron recibidos por el noveno sultán mameluco de Egipto An Nasir Mohamed. El viaje continuó atravesando la ciudad de Medina hasta alcanzar la meta de la peregrinación en la santa ciudad de La Meca.
Cumplido con los requisitos religiosos, nada más quedaba por hacer que regresar a su tierra. Esta parte de la peregrinación resultó más complicada. Para empezar las temperaturas bajaron radicalmente en la vuelta hacia El Cairo y las noches en el desierto pueden ser atrozmente frías.
Poco acostumbrados a estos rigores, los miembros de la comitiva empezaron a caer como moscas. Los supervivientes que llegaron a El Cairo se encontraban en una situación lastimosa.
An Nasir Mohamed se mostró como un buen amigo y una persona leal. Compró generosamente parte de las adquisiciones que había hecho Musa a lo largo de su viaje y le hizo generosos regalos, todo ello además de cuidar alimentar y proveer de agua y suministros a los supervivientes del séquito de Mansa Musa.
Y es que este comportamiento atento del sultán de Egipto, su generosidad, permitió a Mansa Musa el poder regresar a sus tierras ya que se lo había gastado todo.
Los historiadores actuales calculan que la abundancia de oro que llevó Mansa Musa a Egipto provocó una depreciación de su valor. Esta depreciación duraría unos quince años, según la información que nos ha llegado gracias a la obra del historiador y viajero Ibn Jaldún, y provocó un grave quebranto a la economía del sultanato.
Los soberanos del imperio de Mali estaban considerados como los más ricos de África y posiblemente fueran los más ricos de su tiempo. Esta riqueza no solo les provenía de la abundancia de oro y de la propiedad de tres minas importantes de este metal: Bambuk, Boure y Galam.
Ni de que el imperio de Mali fuera el centro del comercio africano de este metal. Más importante era la posición estratégica que ocupaba el imperio controlando buena parte del río Níger. Y es que los impuestos que Mali recaudaba por el comercio del cobre y la sal, así como del tránsito de caravanas comerciales por su territorio, eran la verdadera riqueza del imperio.
La peregrinación se pone como ejemplo, en las culturas del norte de África, de extravagancia llevada al límite y de ejemplo de riquezas más allá de los sueños de un avaro.