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Luxemburgo

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Luxemburgo fue español: la historia del bastión que defendió la fe y al Imperio en los Países Bajos

Un año después, el gobernador general Don Juan de Austria pactó con Guillermo de Orange la retirada de los Tercios españoles a cambio de que se protegiera el catolicismo en las provincias protestantes

Luxemburgo fue español. El pequeño Gran Ducado fue parte, durante más de siglo y medio, de ese imperio global donde nunca se ponía el sol como parte de los Países Bajos españoles. Situado entre Francia, el Sacro Imperio y las rutas europeas de norte-sur, el ducado se convirtió en un enclave geoestratégico esencial para España.

Era mucho más extenso que en la actualidad, con un gran protagonismo en la Guerra de los 80 años, ya que fue una de las pocas provincias que se mantuvo fiel a la Monarquía Hispánica. Detrás de esa apariencia actual, Luxemburgo fue esencial, porque era un enclave estratégico y paso del famoso «Camino Español» que utilizaban los Tercios para llegar a Flandes.

En 1443, Felipe III el Bueno, duque de Borgoña, incorporó Luxemburgo a sus dominios, y ocho años después se integró oficialmente como parte de los Países Bajos borgoñeses. Ya más adelante, y por esa rama borgoñona, Carlos V heredó a los seis años el ducado. La influencia española en Luxemburgo se acrecentó tras la abdicación del rey-emperador en su hijo en 1555.

Desde Gante, Felipe II viajó hasta España, y desde allí impulsó la Monarquía Hispánica en todos los territorios, incluido Luxemburgo. El Flandes español del siglo XVI no era homogéneo, los Países Bajos españoles tenían 17 provincias católicas, entre ellas Flandes, Amberes, Utrecht, o el ducado de Holanda, entre otras. Casi una década después, en 1576, estalló la Furia de Amberes, una revuelta protestante en gran parte de las provincias españolas de los Países Bajos.

Los tercios españoles combatieron para mantener la unidad territorial y religiosa, e incluso se enviaron tropas desde Italia. En este contexto de la Guerra de los 80 años, Luxemburgo no se unió a la rebelión y se convirtió en bastión de la Monarquía Hispánica y el catolicismo en la región. Su situación geográfica garantizó la movilidad de los Tercios por el «Camino Español».

Al visitar Luxemburgo, las murallas, torres y castillos ayudan a entender que la ciudad jamás fue tomada, se mantuvo firme desde el punto de vista defensivo y leal a la Corona española. Mientras en 1576 los motines se extendían por Flandes y los soldados se rebelaban por no recibir su salario, en Luxemburgo ondeaba la cruz de Borgoña.

Bastión de la Monarquía Hispánica

Un año después, el gobernador general Don Juan de Austria pactó con Guillermo de Orange la retirada de los Tercios españoles a cambio de que se protegiera el catolicismo en las provincias. Aunque se llegó a firmar, la tregua no duró. El rebelde flamenco rompió el acuerdo y la guerra se reanudó. Luxemburgo sirvió de cuartel general para iniciar la reconquista hispánica contra Guillermo de Orange, que empezó con la victoria de los Tercios en la batalla de Gembloux (cerca de Bruselas) el 31 de enero de 1578.

Mapa del ducado de Luxemburgo en 1645

Mapa del ducado de Luxemburgo en 1645

Al mando de esta ofensiva estaba el general Alejandro Farnesio, sobrino de Felipe II, que sustituiría a Don Juan tras su muerte en circunstancias sospechosas. Farnesio convirtió a Luxemburgo en el eje logístico y demostró que era un bastión infranqueable. En las salas de aquellos palacios y castillos se diseñaron los planes para recuperar el sur de los Países Bajos, e ilustres militares como el famoso Cristóbal de Mondragón forman parte de esta historia. Desde Luxemburgo se defendió la cristiandad y la Corona española, hasta principios del siglo XVIII. En todo ese tiempo, Felipe III, Felipe IV y Carlos II ostentaron el título de duques de Luxemburgo.

Pero la muerte del último monarca español de la casa de Austria reorganizó el mapa de Europa y del imperio. Tras la Guerra de Sucesión Española y la firma de la Paz de Utrecht de 1713, España perdió las provincias de los Países Bajos; Luxemburgo y Bélgica pasaron a manos de la rama austriaca de los Habsburgo, que la gobernaron hasta las revoluciones francesas del XVIII.

Sin embargo, en las murallas, los restos de la fortaleza de la cornisa (Corniche) y los museos de Luxemburgo se conserva ese legado hispánico de aquel tiempo en el que fue parte de la Corona española.

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