Miembros del servicio británico del vuelo B, escuadrón 27, Regimiento de la Fuerza Aérea Real, se detienen en una carretera mientras llevan a cabo una misión de combate cerca del aeródromo de Kandahar, Afganistán, el 2 de enero de 2010
Picotazos de historia
Dipprasad Pun, el sargento que resistió durante 17 minutos el ataque de 30 talibanes en Afganistán
Él solo rechazó todos los intentos de tomar su posición. Agotó la munición de su fusil de asalto junto con dieciséis granadas que tenía en el puesto
En el año 1993, el Reino Unido cambió el orden de las condecoraciones militares al valor en combate con idea de actualizarlo. A tal efecto, se creó la Conspicuous Gallantry Cross como segunda máxima condecoración al valor en combate, justo detrás de la Cruz Victoria. Tanto para oficiales como para tropa.
El 17 de septiembre de 2010, el joven sargento gurka Dipprasad Pun se hizo merecedor de recibir esta condecoración.
Dipprasad pertenecía al primer batallón del Regimiento Real de Gurkhas. El 17 de septiembre era uno de los cuatro soldados de guardia en el recinto sur del campamento de avanzada británico. La unidad de Dipprasad estaba de patrulla en las montañas de Babaji, en la provincia afgana de Helmand. La mayor parte de la unidad se encontraba cumpliendo su misión y el campamento estaba protegido por un pequeño retén de vigilancia.
Estaba anocheciendo cuando el sargento Dipprasad escuchó unos ruidos que provenían de la puerta de entrada al recinto. Al principio pensó que debía de tratarse de una vaca, pero comprobó que eran dos talibanes cavando con el propósito de colocar un artefacto explosivo.
Rápidamente, el gurka contactó por radio con su comandante y comunicó lo que estaba sucediendo. Comprobó el armamento con el que contaba y se lanzó al ataque. El fuego le fue respondido desde tres lados distintos.
Pronto agotó la munición de la ametralladora (250 balas). El gurka, ya en noche cerrada, cambiaba de posición mientras abatía al enemigo cuya posición localizaba. Durante los diecisiete minutos que duró el ataque, él solo rechazó todos los intentos de tomar su posición. Agotó la munición de su fusil de asalto junto con dieciséis granadas que tenía en el puesto. Tuvo que activar una mina Claymore para acabar con dos talibanes que se abalanzaron contra su posición y, al último, lo mató a golpes utilizando el trípode de la ametralladora. «¡Marchu Talai!» (te mataré, en nepalí), gritaba enloquecido mientras destrozaba la cabeza del talibán.
Terminado el combate, se encontraron tres cadáveres. Estos no pudieron ser recuperados por los talibanes por haber caído prácticamente encima de la posición que ocupaba el sargento Pun. En los alrededores se encontró abundante rastro de sangre que probaba que el enemigo había pagado un alto precio en sangre y que sus bajas debían de ser elevadas. Se calcula que él solo repelió un ataque nocturno de una fuerza compuesta por entre 20 y 30 enemigos.
Ya ven ustedes, estos pequeños nepalíes son unos tipos peligrosos, pero —¡eso sí!— siempre amables y sonrientes. Lo más increíble de la hazaña del sargento Pun es que este tipo de acciones no son excepcionales en su familia. Verán, su abuelo era el fusilero gurka Tul Bahadur Pun Magar (1923–2011).
El 23 de septiembre de 1944, el 3.er Batallón del 6.º Regimiento de Rifles Gurkas recibió la orden de atacar el puente del ferrocarril de la población birmana de Mogaung. La posición estaba fuertemente fortificada por los japoneses, ocupando las alturas con una visión de disparo despejada, a lo que había que sumar un terreno muy embarrado, difícil y cuesta arriba. Durante el ataque, toda la sección del fusilero (de 30 a 40 soldados dirigidos por un teniente) fue eliminada en su totalidad. El único miembro ileso fue el soldado Pun.
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El fusilero continuó avanzando mientras disparaba su ametralladora Bren desde la cadera. Atravesó los cuarenta metros de terreno que le faltaban hasta alcanzar el búnker japonés. Milagrosamente alcanzó la posición sin resultar alcanzado por el fuego enemigo y atacó a los defensores. Dos fueron muertos con los últimos disparos de su arma, otros tres cayeron a golpes de kukri (característico cuchillo, parecido a la falcata íbera, propio de los gurkas) y el resto escapó por un túnel.
Tul Bahadur limpió el túnel con granadas de mano y con un lanzallamas que encontró en el búnker, sellando la posición que acababa de capturar.
Asegurada la posición, reunió el armamento capturado y la munición para mantener un fuego continuado y mortal sobre el flanco de las posiciones defensivas japonesas, aportando fuego de apoyo a las tropas británicas que continuaban el asalto.
Entre el búnker, los túneles y el fuego de apoyo, se calcula que aquel día el fusilero Tul Bahadur Pun acabó con la vida de más de una treintena de japoneses, además de tomar él solo una posición fortificada.
Con fecha de 9 de noviembre de 1944, le fue concedida la Cruz Victoria, la máxima condecoración militar al valor en combate que se otorga en el Reino Unido. Una condecoración que, como dijo y estableció el rey Jorge V, «cualquier persona que la gane tiene derecho a ostentarla hasta en el patíbulo».
En el año 2006, el teniente honorario del Ejército (retirado) Tul Bahadur Pun Magar solicitó un visado a la Embajada británica en Katmandú. El veterano de guerra lo solicitaba para residir en el Reino Unido y poder recibir un tratamiento médico que necesitaba y al que tenía derecho. El funcionario rechazó la solicitud debido a que el solicitante «no había demostrado fuertes vínculos con el Reino Unido».
Se pueden imaginar la que se montó cuando se hizo pública la noticia. La actriz y presentadora Joanna Lumley, furibunda defensora de Tul Bahadur, conmovió a la opinión pública británica cuando explicó que el condecorado gurka había salvado la vida a su padre, el comandante James Rutherford Lumley, durante los combates por la toma de la población de Mogaung.
Se le concedió la residencia de forma excepcional e inmediata en atención a los servicios prestados a la nación, al tiempo que se emitía una nota de disculpa por parte de un compungido Gobierno británico.
Estos fueron abuelo y nieto. Gurkas ambos. Así que, si algún día se encuentra con algún asiático —bajito, moreno, sonriente…— que les comenta que es nepalí, sean amables. Tal vez el sonriente individuo sea un gurka.