El estandarte negro se puede ver detrás de la catapulta, una miniatura de principios del siglo XIV a partir de una m. de la «Historia del mundo» de Rashid al-Din
Picotazos de historia
El estandarte de Gengis Kan que el comunismo intentó borrar de Mongolia
La nueva ideología política, dirigida desde Moscú, demostró tener muy claro que no le gustaba nada la figura legendaria del gran kan
Öndör Gegeen Zanabazar (1635-1723) fue hijo de Tusheet Kan, señor de los Khalkha. Estos eran el mayor de los subgrupos de mongoles que –junto con los Tumed, Chahars y Ordo– forman los grupos mongoles regidos por los kanes de origen Borjigin (clan al que pertenecía el gran Gengis Kan). Zanabazar, descendiente del gran señor y unificador de los mongoles, abrazó el budismo tibetano de la escuela Gelugpa (denominados «sombreros amarillos» por el distintivo color de los tocados que usaban y que tomaron para distinguirse de los «sombreros rojos» utilizados por los seguidores de la escuela Shakya).
Con el tiempo, la escuela Gelugpa se impuso como predominante entre los mongoles khalkha y Zanabazar fue declarado máximo líder espiritual de Mongolia por el 5.º Dalái Lama, que era la máxima autoridad del budismo tibetano. También fue reconocido como reencarnación que había alcanzado el estado de Buda y había decidido continuar sirviendo a la humanidad.
Zanabazar, además de líder religioso y descendiente del gran kan, fue un notable polímata. Fue poeta, escultor, arquitecto, lingüista, etc. Uno de sus grandes logros fue la creación de la escritura Soyombo. Esta es una escritura abúgida: sistema de escritura en el que las secuencias consonante/vocal se escriben como unidades. Se considera un pseudoalfabeto.
Pues bien, utilizando esta escritura, el propio Zanabazar creó un símbolo: un ideograma que se convertiría en el símbolo nacional de Mongolia y de todos los pueblos mongoles, incluidos los de las repúblicas rusas de Buriatia y Kalmukia, y la región autónoma china de Mongolia Interior.
En el año 1647 (a los doce años de edad), Zanabazar ordenó que se construyera un monasterio itinerante, basado en el sistema de yurtas o tiendas mongolas. Este monasterio se establecería de forma permanente en la provincia de Ovörkhangai en el siglo XVIII. A este monasterio confió Zanabazar la más valiosa posesión de su pueblo y de su linaje: el estandarte de guerra de Gengis Kan.
El gran kan tenía dos estandartes: uno para la guerra y otro para la paz. Formado por nueve colas de caballo que pendían de un poste o asta, el estandarte de tiempo de paz estaba compuesto por nueve colas blancas y era denominado tug. El estandarte de guerra era igual que el anterior, pero las colas eran de crines negras y el estandarte se conocía como sulde. Este es el que fue confiado al monasterio.
En el año 1911, la Mongolia Exterior se declaró independiente de la China de la dinastía Qing. Poco duró el nuevo gobierno: les llegó la guerra representada por el «barón loco» –el general barón Román Ungern von Sternberg, de quien ya les hablé a ustedes un par de veces– y, tras él, las tropas trotskistas que impusieron la República Popular de Mongolia.
Tras el fracaso de la expansión comunista por la devastada Europa, Trotski y Lenin se volvieron hacia el este. Mongolia fue la primera victoria y la primera conquista del marxismo-leninismo fuera de Rusia.
La nueva ideología política, dirigida desde Moscú, demostró tener muy claro que no le gustaba nada la figura legendaria del gran kan. En 1937, el monasterio fue saqueado, los monjes asesinados –todos menos cinco–, el archivo destruido y el sulde desapareció. La capital, la antigua ciudad de Urga, que había sido renombrada como Bator Khoto («ciudad del héroe», en clara referencia a Gengis Kan), fue obligada a cambiar su nombre por Ulán Bator Khoto («ciudad del héroe rojo») para aportarle una noción más revolucionaria y eliminar el rancio tufo nacionalista pequeño burgués.
Durante décadas, la represión comunista persiguió y eliminó todo símbolo o referencia al unificador del pueblo mongol, pero nunca interpretó bien la enorme influencia e importancia que esta figura tiene en la psique colectiva de los mongoles. Gengis Kan es un gran motivo de orgullo para ellos y, en muchos casos, hay una vinculación familiar o de tradición con el gran kan.
El primer presidente de la República Popular de Mongolia fue Chibalsan, quien gobernó desde 1939 hasta su asesinato en 1952, siendo sustituido por Tsendenbal.
En 1961, la República Popular de Mongolia fue admitida en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), lo que animó a su gobierno a celebrarlo llevando a cabo conmemoraciones en honor de su propia historia. El presidente Tsendenbal encargó a Tomor Ochir –secretario del Comité Central del Partido Mongol y miembro del Presídium soviético– que organizara los fastos. El secretario del partido y hombre fuerte del régimen encargó una serie de actos con motivo del ochocientos aniversario del nacimiento de Gengis Kan, que caía, muy oportunamente, en 1962.
Se decidió levantar un pequeño monumento en su honor. También se organizó un simposio internacional sobre la figura del gran caudillo mongol y se remataría todo con una emisión filatélica. Tanto el monumento como la emisión de sellos mostrarían el sulde y el soyombo.
El Soviet Supremo reaccionó como si le hubieran dado una patada en parte sensible. Los diferentes representantes se lanzaron contra la desbocada degeneración nacionalista, que no tenía otra finalidad que la ruptura de los fraternales lazos proletarios de amistad entre Mongolia y la Unión Soviética. Algunos veían la intervención china –con los que en ese momento estaban a matar– con el objeto de conseguir que Mongolia se uniera con el gigante amarillo.
Tsendenbal se inclinó ante los fuertes vientos y entregó una víctima, que es lo que se hacía si se quería sobrevivir en esos tiempos difíciles.
Se eliminaron los sellos, destruyendo las matrices y los que ya estaban impresos. Se canceló el simposio y se llevó a cabo una purga entre los científicos que habían mostrado interés por las conferencias. Tomor Ochir, que era la segunda figura política de Mongolia, fue acusado de «idealización de la figura de Gengis Kan». Fue expulsado del Presídium –en ese momento, con Jrushchov, se llamaba así–, cesado de todos sus cargos y enviado a un destierro consistente en puestos cada vez más mezquinos, en lugares cada vez más lejanos. Al final, sería asesinado a hachazos.
En la década de 1990, con la caída del comunismo y la conocida como Revolución Democrática de Mongolia, se produjo un movimiento reivindicativo de la figura del caudillo como eje identitario del pueblo mongol. Hoy se conserva una representación del tug y del sulde en el Palacio Presidencial, a los que se considera representación de la nación y son tratados con el máximo respeto. En el año 2008 se inauguró una estatua ecuestre, de acero inoxidable, de cuarenta metros de altura, representando al gran kan. Parece que la guerra que le declaró el comunismo ha terminado con una nueva victoria de Gengis Kan.