Fundado en 1910

27 de abril de 2024

El presidente ruso Vladimir Putin asiste a una conferencia de prensa

El presidente ruso Vladimir Putin asiste a una conferencia de prensaAFP

Verdades e inexactitudes en el discurso de Vladimir Putin

El presidente de Rusia se remontó a 1917 y seleccionó e interpretó a su conveniencia, fragmentos de la historia de la independencia de Ucrania que le son funcionales

La noche del 21 de febrero, Vladimir Putin sorprendió con un discurso televisado a la nación. Sin papeles, sin teleprompters, estuvo alrededor de una hora intentando justificar por qué Ucrania es parte de Rusia. Esto sirvió como base para explicar por qué reconocía la independencia de las repúblicas separatistas de Donetsk y Lugansk.

La parte que le conviene

Para Putin, el origen del problema hay que situarlo en la Unión Soviética, tanto en el proceso de su formación como en su final. En efecto, volver la mirada atrás para explicar el presente es un ejercicio que ayuda a entender mejor qué está pasando, tomando un poco más de perspectiva. La cuestión es que la Historia es pasado y uno puede encontrar allí el ejemplo que mejor le venga a sus propósitos; basta con saber elegir bien el momento.
Putin se remontó a 1917, al momento de la revolución bolchevique, con Lenin a la cabeza, para hablar del nacimiento de la Ucrania moderna, hecha con retazos de un sitio y de otro, de Polonia, Hungría y Rumanía. Podría haberse remontado al siglo IX, cuando la federación de tribus eslavas estableció su capital en Kiev, dando cierta unidad a un territorio, la Rus de Kiev, que abarcaba una franja ancha desde el Báltico hasta el mar Negro.
Lo que dijo Putin en su discurso, no obstante, es cierto. Lenin y los bolcheviques se aseguraron si no la lealtad al menos sí la colaboración de algunos grupos separatistas e independentistas que existían en el seno del imperio zarista, contra el que se estaban levantando.
Para ganar más apoyos y abrirle varios frentes al zar (además del de la Gran Guerra, que era el que más le preocupaba), prometieron a esos movimientos nacionalistas que cuando llegaran al poder les concederían una república independiente. Ya en 1912 Finlandia, Polonia y Ucrania habían sido testigos de que aquellos movimientos tomaban fuerza, como lo hicieran los Basmachí, con sus revueltas en Asia Central u otros movimientos en el Cáucaso.

Las concesiones de Lenin

Tal y como recordó Putin, Lenin les concedió todo para atraerles a su causa común contra el zar y, una vez establecido el gobierno de los soviets (el Consejo de Comisarios del Pueblo, el Sovnarkom) e iniciada la Guerra Civil entre el Ejército Blanco (partidario del zar) y el Ejército Rojo (partidario de la dictadura del proletariado), se les solicitó apoyo de nuevo.
La lógica consecuencia fue, sin duda, que sus aspiraciones fueran atendidas y disfrutaran de su independencia. Sin embargo, la puesta en marcha del nuevo estado revolucionario, la República Soviética de Rusia, fue más complicado de lo que Lenin suponía y encargó a Stalin, por entonces Comisario de las Nacionalidades, buscar una fórmula para volver a integrar a los antiguos territorios del imperio zarista bajo el mando de Moscú.

Derecho a la secesión concedido

Así, a finales de diciembre de 1922 se aprobó la Declaración de la Formación de la Unión Soviética, que integraba a las repúblicas soviéticas de Rusia, Ucrania y Transcaucasia (un ente formado por las actuales Georgia, Armenia y Azerbaiyán). Como recordó Putin, el problema es que mientras Stalin deseaba construir un Estado centralista, fuerte, Lenin concedió a las repúblicas que se fueran sumando a ese proyecto el derecho de la autodeterminación, por lo que la constitución de 1924 (aprobada justo después del fallecimiento de Lenin) les reconocía incluso el derecho a la secesión.

Desfile de independencias

Como recordó Putin la pasada noche, Ucrania simplemente ejerció ese derecho en medio del caos que se pudo observar a finales de los ’80 con Gorbachov y que produjo una auténtica cascada de declaraciones de independencias o, como se conoció entonces, un desfile de independencias.
En efecto, en septiembre de 1989 el Comité Central del PCUS aprobó el documento por el que se actualizaba la política étnica del partido, que incluía el derecho a ejercer su soberanía a cada república y a desobedecer/desafiar al poder de la Unión. Quizás, cuando aprobaron dicho texto, los jerarcas del partido entendían que aquello era un mero reconocimiento nominal o formal cuyo cumplimiento nadie iba a reclamar; se equivocaron de pleno.
La ceremonia de la confusión que se vivió en 1991 tiene varios puntos que hay que recordar. La manera en que se celebró el referéndum sobre el futuro de la Unión, donde 6 de las 15 repúblicas boicotearon la consulta popular, es uno de ellos. La rebelión de una parte del KGB y la consumación de un golpe de estado palaciego contra Gorbachov, al estilo del que se hizo en 1964 de Brezhnev contra Kruschev, es otro.

Negar la realidad

La firma del Tratado de Belavesh, por el que Rusia, Bielorrusia y Ucrania firmaron su salida de la URSS y acordaron formar la Comunidad de Estados Independientes (CEI), también merece la pena ser recordado.
Tal fue el barullo de aquellos días que se llegó a entender que aquella CEI era simplemente el sucesor de la URSS y no una organización internacional más; parecía que las declaraciones de independencia de las repúblicas soviéticas habían sido «como de mentira» y que en realidad eran aún dependientes de Moscú. Los acontecimientos posteriores a diciembre de 1991 se desarrollaron de tal manera que dicha independencia comenzó a hacerse efectiva.

Ucrania se independiza en 1991

Ucrania obtuvo en 1954 la forma territorial con la que se independizó en 1991. Fue entonces cuando Kruschev, en medio de una noche de entretenimiento, entregó Crimea a Ucrania. En aquel momento fue un gesto más bien simbólico pues Ucrania estaba dirigida desde Moscú. Que se lo digan a los habitantes de Chernóbil, quienes en abril de 1986 sufrieron el accidente nuclear del reactor Lenin.
Putin tenía razón cuando afirmó que durante los 70 años de unión Soviética la cantidad de lazos establecidos entre Rusia y Ucrania es inmensa. No sólo lazos comerciales, por la economía planificada por la Gosplan, sino porque el trasiego de trabajadores entre un lado y otro de aquella frontera meramente administrativa fue constante y muchos rusos echaron raíces en lo que hoy es ucrania, y muchos ucranianos se asentaron en lo que hoy es Rusia.
En su discurso, el presidente de Rusia dejó de nuevo traslucir una palabra que es una guía principal ara entender su forma de pensar: la desaparición de la Unión Soviética fue una auténtica tragedia, la mayor tragedia geopolítica del siglo XX: «(Para mí) al igual que para la mayoría de los ciudadanos, fue una tragedia», recordó en una entrevista televisada en diciembre de 2021”.
Además de la humillación sufrida, pasando de ser una superpotencia a ser un país casi dependiente de EE.UU., la crisis económica arrastró al país a un escenario donde la desesperación de la gente era moneda habitual.
Putin usó en el discurso la palabra «tragedia» en tres ocasiones: una para hablar del cisma de la iglesia ortodoxa, otra para referirse a la situación de los rusos en ucrania y la última para referirse a la «tragedia de Odesa» (una matanza de decenas de personas, de raíces rusas, torturados y quemados dentro de un edificio). Todas esas tragedias tienen su origen en las trágicas consecuencias de la desaparición de la URSS.

Entre el deseo y la realidad

Lo que la Federación de Rusia esperaba tras la desaparición de la URSS era mantener estrechísimas relaciones con las otras 14 repúblicas, menos con las tres bálticas, claro está. Como recuerda Putin, en espíritu de solidaridad y proporcionalidad, las demás repúblicas debían ir pagando su deuda con Rusia, pero las deudas históricas las carga el diablo… y tan pronto se pueden entender en un sentido como en otro pues en las rupturas, sobre todo si son traumáticas, es difícil elegir con quién quedarse.
Siguió su recorrido histórico recordando cómo fueron los primeros años de independencia ucraniana, más nominal que real pues al frente siempre estuvo un presidente que era poco hostil a los intentos de Rusia por mantener su liderazgo en todos los tipos de relaciones que pueden establecerse entre dos países distintos.
Cuando Putin mira esa época, la recuerda casi como un paraíso, pero no hay que olvidar que también estaba trufada de corrupción y estaba mangoneada por la oligarquía, problemas que no son ajenos a la Federación de Rusia.

Putin acusa

Esto fue así hasta que en 2004 una revolución de colores, la Revolución Naranja de Yushenko y Timoshenko, desbancó a Yanukóvich; ese es el punto de inflexión de esta historia. Steven Lee Myers lo reflejó muy bien en su obra «El nuevo zar» (2015). A partir de entonces, estuvo meridianamente claro para Putin que la UE y EE.UU. no iban a permitir que Ucrania no fuera pro occidental (en el discurso de Putin hay gravísimas acusaciones de financiación de ONGs y de movimientos populares contra los líderes pro rusos por parte de la embajada americana).
Todo lo que vino después es consecuencia de ese episodio. Putin no iba a dejar Crimea (puerto estratégico para su Armada) en manos ucranianas ni iba a permitir que se maltratase a la población rusa del este de Ucrania. Si uno ve la evolución política de Bielorrusia entiende perfectamente cómo quiere Putin que sea la Ucrania del mañana.
Antonio Alonso Marcos es profesor de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales y Políticos de la Universidad CEU San Pablo.
Comentarios
tracking