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29 de abril de 2024

Militares ucranianos vigilan la zona de Irpin

Militares ucranianos vigilan la zona de IrpinAFP

91 días de guerra en Ucrania

Recuerdos de «la casa del infierno»: un soldado narra su experiencia en Ucrania

Kevin acudió al país invadido como parte de una unidad extranjera de élite, y pasó cuatro días encerrado en un spa bajo asedio

Peleó en Afganistán y tiene más de dos décadas de experiencia militar a sus espaldas, pero lo que 'Kevin' vio en Ucrania lo desconcertó como nada antes. Se enfrentó, según relató en un escalofriante testimonio, a la ofensiva más intensa de su vida.
'Kevin' viajó al país en guerra, a principios de marzo, como parte de un equipo de élite de fuerzas extranjeras. Estos hombres, en su mayoría británicos o estadounidenses, se alistaron voluntariamente para defender la causa ucraniana.
Durante una entrevista con el canal de noticias americano CNN, el veterano estadounidense describió cómo vivió la guerra en Ucrania y cómo vivió la ofensiva desde dentro. Explicó que tanto él como sus camaradas recurrieron, en muchas ocasiones, a tácticas de guerrilla que en su día utilizaron los afganos contra las fuerzas estadounidenses.
«Aquí todo está mucho más descentralizado. Las tácticas de grupo pequeño son una enorme ventaja», se justificó 'Kevin', al que la CNN no ha identificado por su nombre real.
En marzo, su unidad pasó cuatro días endemoniados en un centro de salud y spa, lugar que terminaron apodando «la casa del infierno». Las fuerzas rusas presionaban con un acecho constante; a menudo, apenas había 50 metros de separación entre las unidades de ambos bandos.
La «casa del infierno» era en realidad la posición más avanzada de las tropas ucranianas en Irpin, en la periferia de Kiev y, ahora, zona dañada por los ataques de los invasores. El suburbio, antaño concurrido y bonito, es ahora sinónimo de los supuestos crímenes de guerra de Rusia.
Sus calles, demolidas por los bombardeos, dan crédito a la brutalidad de la ofensiva enemiga. Kevin contó como él y sus compañeros fueron de los primeros en contemplar los ataques a los civiles ucranianos en el suburbio.
«La llamábamos la 'casa del infierno' porque era una pesadilla. Fueron cuatro días horribles, durmiendo poquísimo, sufriendo ataques con artillería, y con la presencia de la infantería rusa. No importaba a cuantos de ellos eliminábamos; siempre venían más», narró el americano.
Kevin mostró a la CNN los vestigios de aquel spa donde, antaño, los residentes de Irpin descansaban y se acicalaban, y donde él y sus tropas vivieron cuatro días de angustia. En el gimnasio, las pesas se habían retorcido por efecto del calor extremo de los bombardeos, y toda la goma se fundió.
«Esto era una silla. Nos estaban disparando tanto, que colocamos aquí esta silla para poder huir saltando por la ventana», recordó Kevin, mientras señalaba un marco de metal irreconocible.
Al sentir la brutalidad de la batalla, muchos soldados extranjeros optaron por desertar. «Cuando los primeros disparos llegan desde una distancia de 20 metros, es la primera vez que piensas: 'mierda, esto no es para mí'», explicó el veterano.
La situación era completamente distinta a lo que esta unidad americana experimentó en Afganistán, Irak, o Siria. Allí, eran ellos, los soldados extranjeros, quienes ordenaban los ataques aéreos y los bombardeos.
Sin embargo, esta vez, era su enemigo quien tenía más recursos y mejor equipo. Ellos eran quienes debían temer los bombardeos. No había mayor estrategia que la defensa, ni apoyo aéreo ni posibilidad de evacuación.
«Era como una película. Desde el principio, la locura. Empezaron a dispararnos incluso cuando conducíamos de camino al lugar. Y estábamos en un vehículo civil, tan solo circulábamos por la calle», describió Kevin.
Como muchos veteranos militares, el entrevistado confesó que se sentía algo perdido, desde que abandonara el campo de batalla hacia unos años. En Estados Unidos, trabajaba en un empleo a tiempo completo, pero cuando el presidente ucraniano Volodimir Zelenski lanzó un llamado a combatientes extranjeros con experiencia dimitió.
Viajó hasta el oeste de Ucrania, condujo hasta Kiev, y en cuestión de horas se encontró en primera línea de combate.
Se unió a la 'Legión Internacional de Ucrania', un programa que el Gobierno ucraniano lanzó a pocos días de empezar la guerra. Su sueldo es de entre 2.000 y 3.000 dólares mensuales. Según el ministro de Exteriores del país invadido, el programa contaba con más de 20.000 a principios del mes de marzo.
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