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26 de abril de 2024

SU-25 Rusia Ucrania

Dos SU-25 rusos en misión de combate en UcraniaGTRES

202 días de guerra en Ucrania

El extraño accidente de un bombardero SU-25 en Crimea muestra las carencias de un Ejército ruso obsoleto

Desde el inicio de la guerra, el Ejército ruso ha sufrido las consecuencias de un armamento defectuoso o arcaico, además de graves errores tácticos que han mermado sus capacidades a pesar de su superioridad

Un vídeo difundido en redes sociales en las últimas horas ilustra a la perfección la obsolescencia del armamento que sufre el Ejército ruso a pesar de la intensa labor propagandística procedente del Kremlin.
En la imagen se ve a dos caza-bombarderos rusos SU-25 despegando de su base en Crimea. Sin un motivo aparente, uno de ellos realiza un extraño viraje y termina estrellándose al poco de despegar.
Las especulaciones sobre el estado del armamento ruso han sido una constante desde el inicio de la guerra en Ucrania.
El empleo de armamento anticuado, maquinaria obsoleta y suministros proprios de la Guerra Fría o, incluso, de la Segunda Guerra Mundial, sembró de dudas sobre la veracidad del poderío del Ejército ruso, el segundo más poderoso del mundo, según la propaganda del Kremlin.
Las imágenes de los bombarderos de origen soviético SU-25 y los vetustos helicópteros MI-24 atacando posiciones ucranianas, recordaba más a las imágenes de la invasión soviética a Afganistán en los años 80 del siglo pasado que a un conflicto bélico en 2022.
En cuanto a los aparatos más modernos del Ejército ruso, los cazas SU-35 o los helicópteros artillados KA-52 -con problemas de diseño responsables de varios accidentes- o MI-28, la facilidad con la que caían derribados por la artillería antiaérea ucraniana o, incluso, en enfrentamientos aéreos con cazas ucranianos inferiores, sorprendió a analistas internacionales y a los servicios de inteligencia.
También en el mar Negro la incapacidad de la flota rusa para controlar toda la costa ucraniana se evidenció con el humillante hundimiento del crucero Moskva el pasado mes de abril, o la reconquista ucraniana de la isla de las Serpientes.
Estados Unidos y sus aliados fueron capaces de poner en serios apuros al Ejército ruso sólo con suministrar de forma masiva a la infantería ucraniana sistemas portátiles de misiles antitanque y antiaéreos Javelin, Stinger y otros similares.
El suministro a partir de principios de verano de los sistemas HIMARS y NASAMS fue suficiente para hacer papilla a la artillería rusa y sus sistemas S-300.
Las tropas ucranianas están empleando también las baterías HIMARS para destruir las fortificaciones rusas, depósitos de combustibles, almacenes de armamento y líneas de suministros.
Otro elemento que ha llamado la atención es la baja tasa de acierto mostrada por los ataques rusos con misiles balísticos de largo alcance.
Según los analistas de los servicios de inteligencia del Pentágono y británicos, ante la falta de suministros, Rusia habría optado por ahorrar sistemas modernos de misiles de precisión, como los Iskander, y sustituirlos por otros obsoletos de origen soviético, como los Tochka, de baja precisión.
El armamento dejado atrás por las tropas rusas en su repliegue de los últimos días de la región de Jarkov ha acrecentado esas dudas.
En su huida hacia las fronteras rusas empujados por el avance ucraniano, los soldados del Kremlin están abandonando cientos de piezas de material militar, tanto destruido como en perfecto estado.
Tanques T-80 y T-72, blindados BTR-80 y BMP 2, sistemas de misiles TOS-1A artillería remolcada, vehículos ligeros y toda clase de armas y municiones.
El análisis de estos materiales muestra que Rusia está teniendo serias dificultades para reemplazar su armamento y que está trasladando al frente vehículos que deberían estar en el desguace y armas y municiones almacenados desde hace décadas.
Un armamento en general arcaico que poco tiene que hacer frente a los modernos sistemas de artillería donados por Estados Unidos y los demás países occidentales al Ejército ucraniano.
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