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26 de abril de 2024

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, posan junto al presidente de Estados Unidos, Joe Biden

Pedro Sánchez y el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, junto a Joe BidenEFE

Estados Unidos: de guardián de Occidente a potencia que pierde fuelle

La promoción de la democracia como eje central de la política exterior estadounidense ya no resulta tan plausible como hace unos años, ni siquiera para amplios sectores de la ciudadanía occidental

De lo que lo fue en sus días el «mundo unipolar» que sucedió al colapso de la Unión Soviética a la actualidad, han cambiado mucho las cosas. El orden mundial se ha reconfigurado en multipolaridad, desorden y riesgo. Aunque Estados Unidos sigue siendo la potencia militar más fuerte del mundo y tiene intereses y responsabilidades en todo el planeta, el mundo ha cambiado.
Pensaron que la difusión de la libertad podía resolver los dilemas de seguridad a los que se enfrentaba Estados Unidos. Pensaron que haciendo de ángeles custodios de las democracias y las libertades podía servirles, al mismo tiempo, a sus intereses económicos y de seguridad nacional. Irak, Afganistán y, más tarde, las «primaveras árabes» impusieron una «Pax Americana» a lo largo y ancho del globo.
Fue esta la justificación para la intervención estadounidense en Libia, en 2011, bajo la administración Obama. Donde Estados Unidos y sus aliados bombardearon a las fuerzas de Muamar el Gadafi, lo que condujo a su derrocamiento y asesinato, pero el resultado no fue el florecimiento de una democracia. Hoy en día, Libia sigue atrapada en un infierno de guerras intestinas y anarquía.
En todos esos países, agitados por aquel Estados Unidos ansioso por extender su modelo liberal y democrático, se causó una alteración geopolítica que ocasionó miseria, estados inestables y conflictos sin fin. La guerra de Siria ha sido el peor resultado de estas políticas y el fracaso de los rebeldes apoyados por Estados Unidos para derrocar a Bashar al-Assad.
El conflicto generó una cruenta guerra, aun vigente, el surgimiento del ISIS y un movimiento migratorio insostenible para Europa. El celo de Estados Unidos por extender la democracia ha resultado contraproducente en Irak, Afganistán, Siria, Libia, Bahréin o Yemen. En Túnez, las cosas no terminaron mucho mejor, con una mejora en el respeto a los derechos humanos bastante relativa.
En este momento, quedan pocas opciones con Irán y la acción encubierta estadounidense agitando una rebelión femenina o difundiendo virus informáticos, no sacará al país del régimen y sólo retrasará ligeramente un programa que pronto podría producir un arma nuclear que supondría una amenaza inminente de conflicto con Israel.
En Corea del Norte existe un continuo peligro por los disparatados lanzamientos de misiles por su dictador Kim Jong.

Distanciamiento del «Sur Global»

Por último, un amplio «Sur Global» se distancia más y más y no aprecia las exigencias demoliberales de Estado Unidos, porque están atenazados aún por la pandemia, la inflación, la crisis energética y el alto riesgo de una crisis alimentaria, algo que motiva que miren con más simpatía la asertividad de Rusia y de China.
El liderazgo internacional de Estados Unidos y de su apoyo solo conforta a sus aliados, incluida su fuerte presencia militar en los tres grandes áreas de poder mundial: Europa, Oriente Medio y Asia Oriental, donde su despliegue es esencial para mantener el orden y disuadir las agresiones.
Queda como mejor opción, pero la promoción de la democracia como eje central de su política exterior no está resultando tan plausible como hace unos años, ni siquiera para amplios sectores de la ciudadanía occidental, porque están hartos de una agenda «globalista», inaceptable para los sectores conservadores de la sociedad.

Respuesta a la invasión rusa

Más allá de la esfera occidental, India, Pakistán, Filipinas, así como otros gobiernos autocráticos en Singapur, Turquía, Emiratos Árabes Unidos y Vietnam, no se alinean ya tan fácilmente con Estados Unidos. De hecho, la respuesta a la invasión rusa de Ucrania se reduce, ya que otras democracias del Sur Global, como Brasil, Indonesia o Sudáfrica, se niegan a sancionar a Rusia. Se difumina la línea divisoria entre gobiernos democráticos y autoritarios porque, al fondo, ese maniqueísmo es pura narrativa norteamericana.
En India, una de las mayores democracias del mundo, la libertad se ha visto asediada en los últimos años. En otros países, como Myanmar, Nicaragua, Rusia y Túnez, la democracia se afianzó brevemente para luego perderse en manos de astutos hombres fuertes.
También hay que mirar, aun con el rabillo del ojo, los cambios políticos en la práctica totalidad de América del Sur que, en pocos meses, han caído en manos del populismo de izquierda de dudoso compromiso con las libertades y la democracia. A la cabeza, Cuba y Venezuela, exportadoras de este socialismo reciclado que ha logrado una amplia expansión en el continente.

Compromiso de la OTAN

Solo los países de la OTAN se han comprometido incondicionalmente con Ucrania, siguiendo las directrices de la administración Biden, porque la mayoría de sus miembros (con ciertas reservas en Turquía y Hungría) están unidos por valores e intereses comunes; el principal de ellos la seguridad regional. También las alianzas de Estados Unidos con Australia, Japón y Corea del Sur son exitosas por la misma razón, ante la dura asertividad de China en la región.
El mundo está cambiado, el triunfalismo democrático nacido tras la caída del Muro de Berlín está en retroceso. Cualquiera que espere que una revolución popular dé paso a un gobierno liberal, democrático y prooccidental en Pekín, Moscú o Teherán, si Estados Unidos le presta más apoyo para un cambio interior, se le podría decir que ha visto demasiadas series y películas. Bienvenidos a la realidad multipolar.
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