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16 de mayo de 2024

José María Ballester Esquivias
José María Ballester Esquivias

Nicolas Sarkozy, personaje destructivo para sí mismo y para los otros

La condena de cárcel se suma a unas últimas intervenciones políticas desastrosas: hasta su nuevo «amigo» Macron empieza a hartarse de su apoyo

Actualizada 04:30

Nicolas Sarkozy, ex presidente francés

EFE

Nicolas Sarkozy no pisará la cárcel. En primer lugar, porque su abogado ha recurrido inmediatamente a la Corte de Casación –equivalente francés del Tribunal Supremo– la condena a tres años de cárcel, uno de ellos efectivo, por corrupción y tráfico de influencias, que le fue notificada por la Corte de Apelación de París.
Esta facultad procesal suspende los efectos de la condena, según lo establecido por el artículo 569 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal de Francia, según el cual, «durante los plazos de recurso ante la Corte de Casación y, si ha habido recurso, hasta que la Corte de Casación no haya dictado sentencia, se suspenderá la ejecución de la sentencia de la Corte de Apelaciones, salvo en el caso de condenas civiles». De momento, conserva su plena libertad de movimiento.

Repetir el juicio

En segundo lugar, porque una anulación del fallo por parte si la Corte de Casación anula el fallo emitido ayer, se repetiría el juicio.
En caso de nueva condena, al antiguo presidente de Francia se le impondría la obligación de llevar un brazalete electrónico y de someterse a un control judicial estricto, dada la naturaleza de la condena. No habría barrotes, pero sí una humillación suprema para todo un antiguo inquilino del Palacio del Elíseo. La condena, a pena de cárcel por financiación ilegal de partidos, en 2011, de Jacques Chirac, fue estrictamente suspensiva, desprovista de efectividad.
Mas la Justicia gala, al igual que muchas otras, opta por elevar la severidad cuando se trata de un intento de corrupción de magistrado. Es lo que hicieron Sarkozy y su entonces abogado, Thierry Herzog –también condenado ayer– para con el magistrado Gilbert Azibert: le habían prometido un destino en Mónaco –suculento paradero final de muchos altos cargos franceses– a cambio de darles información privilegiada sobre la financiación libia de la triunfal campaña electoral de 2007, otro de los casos pendientes de resolución judicial definitiva.
Y en septiembre próximo se sentará de nuevo en el banquillo, esta vez por la financiación ilegal de la Unión por un Movimiento Popular, formación que presidió antes de asumir la Jefatura del Estado.

La factura definitiva del estilo político de Sarkozy, carente de cualquier escrúpulo ético y moral

Se puede debatir acerca de la severidad de la condena. Se puede incluso opinar que los magistrados pasan factura a Sarkozy por las espantosas relaciones que mantenía con ellos mientras era presidente. Se puede, asimismo, opinar que ha sido víctima de una persecución implacable por parte de Le Monde y del temible diario digital Médiapart. Sin embargo, resulta inapelable que esta serie de reverses judiciales es la factura definitiva del estilo político de Sarkozy, carente de cualquier escrúpulo ético y moral.

Obsesión por la riqueza

Según la máxima de lord Acton, «el poder absoluto corrompe absolutamente». En el caso del expresidente galo, se podría añadir que el fin absoluto –el poder al precio que sea– justifica medios absolutos. Empezando por su problemática relación con el dinero, magistralmente narrada por Renaud Dély y Didier Hassoux en Sarkozy et l’argent-roi, Sarkozy y el dinero rey: su condición de niño pobre de los barrios ricos generó desde muy pronto en él un complejo del que surgió una pasión desmesurada por todo lo que se asemejase a la riqueza. Sobre todo, si era exhibida con descaro.
También en el plano político: había una época, anterior a su etapa en el Elíseo, en que recibía, con desenfado, a influyentes periodistas en la sede central de Bouygues, principal operador de telefonía móvil y primera constructora de Francia, ambas propiedad de su amigo Martin Bouygues, por otra parte beneficiario habitual de los favores administrativos del poder político; como sí un candidato a la presidencia del Gobierno en España hiciese lo propio en la sede de un empresario concesionario de obra pública.
Tampoco se puede obviar el destrozo político causado por Sarkozy en su propia familia política: sin ir más lejos, hace un año, dejó caer a la candidata Valérie Pécresse para apoyar a Emnmauel Macron desde la primera vuelta de las presidenciales. El resultado fue el hundimiento de Los Republicanos, sucesor de la UMP. Un Macron, por cierto, preocupado por el agravamiento de la situación judicial de Sarkozy. Podría salpicarle. Así lo afirma el semanario Le Canard Enchaîné en su edición de ayer. El apoyo a su sucesor podría lastrarle.
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