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19 de mayo de 2024

Charles Michel y Ursula von der Leyen, en el Consejo Europeo

Charles Michel y Ursula von der Leyen, en el Consejo EuropeoAFP

La entrada de nuevos países en la UE acentúa la rivalidad entre Von der Leyen y Charles Michel

El presidente del Consejo Europeo fijó para 2030 la adhesión cuando compete al Ejecutivo comunitario realizar el seguimiento del proceso

La lucha por ver quién manda en la Unión Europea viene de lejos. La batalla de egos que disputan día tras día Ursula von der Leyen, como responsable de la Comisión Europea, y Charles Michel, como presidente del Consejo Europeo, se remonta a los tiempos de la pandemia, cuando ambos pugnaban por asumir el protagonismo durante la crisis, pero todavía hoy se palpa en Bruselas con el más mínimo inconveniente.
El último enfrentamiento ha sido a cuenta de la adhesión de nuevos miembros a la Unión Europea. Albania, Bosnia y Herzegovina, Moldavia, Montenegro, Macedonia del Norte, Serbia, Turquía y Ucrania están en la rampa de entrada al club de los 27, aunque les queda mucho camino aún por recorrer para conseguirlo. Su adhesión es más un movimiento político que económico, ya que la Unión pretende alejar a este bloque de la órbita rusa y por ese motivo hay prisas para acelerar el proceso.
Charles Michel puso fecha esta semana a la entrada de los países de los Balcanes, así como de Ucrania y Moldavia. El presidente del Consejo Europeo fijó en 2030 el objetivo, pero la Comisión tardó 24 horas en desautorizar al político belga, ya que este se extralimitó en sus competencias.
Cuando un país quiere formar parte de la Unión Europea tiene que cumplir una serie de requisitos conocidos como los «criterios de Copenhague». Consisten en tener una democracia estable, un Estado de Derecho, una economía de mercado en funcionamiento y aceptar toda la legislación de la UE, así como la relativa al euro. Con estos criterios, los interesados realizan una solicitud al Consejo Europeo, organismo que pide a su vez a la Comisión que estudie el caso.
Hasta ahí llegan los deberes de Charles Michel, por lo que no es de extrañar que sentaran mal sus palabras en la Comisión. «No estamos centrados en una fecha. Estamos centrados en trabajar muy estrechamente con los países candidatos para preparar su adhesión a la Unión Europea», declaró la portavoz de la Comisión Dana Spinant sobre el tema, aclarando también que no tenía constancia de que el discurso de Michel en Eslovenia se hubiera consensuado con la Comisión.
No es casualidad que Spinant calificara como «impropio» el momento para valorar la adhesión de nuevos miembros ni de ponerle fecha al proceso, ya que era un tema que se debía tratar en el próximo Consejo Europeo que tendrá lugar en Granada en octubre y en el que estarán presentes tanto Charles Michel como Ursula von der Leyen. El presidente del Consejo no solo se extralimitó sino que también se adelantó, por lo que no se espera que Bruselas presente en la ciudad andaluza un frente unido en este aspecto. Tampoco es algo que sorprenda, ya que no lo ha estado en ningún momento de la legislatura.

Frente desunido

Los principales miembros del bloque, tanto de la Comisión como del Consejo, tienden a evitarse e incluso reciben instrucciones para que sus agendas coincidan lo mínimo posible durante las cumbres internacionales. Ocurre lo mismo en Bruselas, donde los líderes de Estado se entrevistan por separado con Von der Leyen y Michel cuando visitan la capital belga.
Esa relación disfuncional entre ambos merma la agenda de la Unión Europea, pero también la visión internacional que se trasmite. La falta de conexión convierte el trabajo de sus equipos en un constante desafío en el que tienen que equilibrar continuamente la balanza de egos. Von der Leyen, como responsable de la Comisión, adquiere el protagonismo de la vía legislativa de la Unión Europea pero Michel, al frente del Consejo, está en el centro de las decisiones más importantes.
Cada uno de ellos tiene su propia circunferencia de poder y el problema surge cuando estas se tocan o se superponen una sobre la otra. Reina entonces la tensión y la confusión, de tal manera que más de 50 años después, todavía hoy es válida aquella pregunta de Henry Kissinger cuando era secretario de Estado de Estados Unidos: «¿A quién llamas cuando quieres llamar a Europa?».
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