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08 de mayo de 2024

Giorgia Meloni Italia

La candidata de Fratelli d'Italia, Giorgia Meloni, durante un acto de campaña en septiembre de 2022AFP

Italia

Un año de Meloni: así se gestó su victoria electoral

La reivindicación de un sano orgullo nacional, combinada con una plena aceptación de las reglas democráticas, llevaron a la líder de Hermanos de Italia hacia el Palacio Chigi

Según iba anocheciendo en Italia y en Europa aquel 26 de septiembre de 2022 y la victoria de la coalición de derechas encabezada por Giorgia Meloni se hacía inapelable, varias voces procedentes de ámbitos «políticamente correctos» empezaron a hacerse oír: la incombustible Emma Bonnino, musa del progresismo italiano, pedía un recuento general del escrutinio. Nada menos. En Bruselas, las autoridades de la Unión Europea apretaban la mandíbula.
Desde Washington, el secretario de Estado, Anthony Blinken, se escudaba en un escueto comunicado: «Esperamos trabajar con el Gobierno italiano en nuestros objetivos comunes: apoyar una Ucrania libre e independiente, respetar los derechos humanos y construir un futuro económico sostenible. Italia es un aliado clave, una democracia fuerte y un socio valioso».
Blinken evitaba así la condena preventiva a Meloni –se imponen las reglas diplomáticas en semejantes circunstancias– pero tampoco exhibía mucha satisfacción. Eso sí, le ponía condiciones.
El colmo del ridículo correspondió a los alumnos del Liceo Manzoni de Milán –retoños de la burguesía local en su mayoría–, que decidieron organizar una huelga para protestar contra el resultado electoral. Estaban en su derecho.
Mas ninguno de estas personalidades o colectivos parecía haber entendido que Italia no se había decantado por el «neofascismo», sino por un cambio de timón algo más conservador, pero perfectamente encauzado dentro de las reglas de la democracia liberal.
Las cifras no mienten: según el instituto demoscópico Consorzio Opinio, Hermanos de Italia, el partido de Meloni fue el primero en casi todas partes, obteniendo alrededor del 23 % en el Noroeste, el 26 % en el Noreste y el 27 % en el Centro. Sólo en el Sur, con un 20%, quedó segundo, venciendo el Movimiento 5 Estrellas (M5S) con un 26 % de los votos.
En la práctica totalidad de Italia, el Partido Democrático (Pd), principal formación de centro izquierda, se consolidaba como segunda fuerza, aunque con notables variaciones dependiendo de cada territorio. Por lo tanto, Italia no se estaba decantando hacia el «neofascismo».
Sí que legitimaba a una derecha más desacomplejada. Como indicaba la politóloga de la Universidad de Florencia Giorgia Bulli, poco sospechosa de conservadurismo -antes, al contrario-, en la web Per un altra cittá, «la derecha nacionalista, de la que Hermanos de Italia es una expresión, se ha beneficiado no poco de la internacionalización del campo ideológico al que pertenece. La existencia de una familia de partidos con las mismas raíces políticas en Europa es sólo el componente más visible de este fenómeno. Los contactos estables entre partidos y movimientos que apelan en versiones más o menos radicales a la protección nacional, la lucha contra la ideología de género, la amenaza de la inmigración y el retorno a los valores tradicionales (en política, familia, religión y moral) son menos visibles, pero no menos influyentes».
Sin olvidarse del aspecto intelectual, Bulli agregó: «del mismo modo, la rica red de producción cultural y de reflexión intelectual, muy a menudo no reconocida, representa un ancla sin la cual es difícil comprender cómo las ideas preconizadas por la derecha arraigan y pueden encontrar aceptación social».
Pero lo que más destacaba la profesora Bulli era el orgullo que encarnaba Meloni. «No es sólo el orgullo nacionalista de ondear la tricolor [la bandera italiana], como en el discurso de Meloni tras la victoria, sino también el del orgullo político de una derecha que consigue salir definitivamente del cordón sanitario al que todavía la relegan (pocos) países europeos. En Italia, este aspecto es obviamente particularmente fuerte. No es casualidad que los temas del orgullo y la redención estuvieran especialmente presentes en el discurso de Meloni».
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