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29 de abril de 2024

Aquilino Cayuela
Aquilino Cayuela

¿El nuevo antisemitismo es el viejo antisemitismo?

Las actitudes antisemitas entre los musulmanes son aproximadamente el doble de comunes en Europa que entre los no musulmanes

Actualizada 04:30

Berlín

Cartel antisemita en una manifestación propalestina en BerlínAFP

Leíamos el otro día, en este mismo medio, que una guardería de Tangerhütte, localidad de Sajonia-Anhalt, ya no quiere denominarse «Anne Frank», porque el consejo de administración del centro municipal ha votado a favor de retirar ese nombre para que pase a llamarse «Weltentdecker» (Descubridora del Mundo).
Estos planes para cambiar el nombre de la guardería municipal Ana Frank de Tangerhütte están causando consternación entre organizaciones como el Comité Auschwitz o la Sociedad Germano Israelí.
La directora de la guardería había dicho que la historia de Ana Frank como joven judía víctima del Holocausto era algo difícil de transmitir a los niños, ante lo que el alcalde de la ciudad, el independiente Andreas Bröhm, afirmó que si los padres y los empleados querían otro nombre eso debía tener más peso que consideraciones políticas. El alcalde ve el cambio de nombre como un paso hacia una mayor apertura y diversidad.
El Ayuntamiento se opone ahora a cambiar el nombre de la guardería, tras cincuenta años manteniendo vivo el recuerdo de la niña judía asesinada en Bergen-Belsen en 1945.
Ahora, también, el presidente del consejo municipal, Werner Jacob (CDU), ha anunciado al diario Der Welt que los grupos parlamentarios rechazarán el cambio de nombre.
El miércoles, el ayuntamiento se posicionará, por fin, unánimemente en contra de la idea de cambiar el nombre de la guardería. ¿Ingenuidad política y falta de sentido histórico o, simplemente, antisemitismo?
Esta guardería quiere borrar el nombre de una niña judía y relegarla al olvido y que los niños ya no se interesen por Ana Frank y su historia, esta ha sido la escandalosa cuestión a la que se ha enfrentado la opinión pública alemana en estos días.
¿Quién fue esta chica, hija de judíos reformistas, que nació y vivió en Fráncfort hasta que tuvo que huir a Holanda con sus padres en 1934?
Ana Frank, tras la llegada al poder de los nazis, pudo huir a Holanda donde, tras la invasión alemana, estuvo escondida en Ámsterdam entre 1942 y 1944.
En este tiempo escribió un diario que ha sido una de las obras literarias más leídas en el siglo XX y, asimismo, uno de los testimonios más importantes contra el totalitarismo. La muchacha, tras ser descubierta por los nazis, fue asesinada en el campo de exterminio de Bergen-Belsen, en 1945, cuando contaba con tan solo quince años.
Su historia y su recuerdo ha hecho que escuelas, centros educativos, calles y guarderías lleven su nombre para preservar su memoria y su testimonio a las generaciones futuras.
En enero de 1898 el escritor Emilio Zola publicaba en el diario francés La Aurora el artículo «¡Yo acuso...!» (¡J’accuse…!) para poner en evidencia las injusticias del procesamiento de Alfred Dreyfus, oficial judío del Estado Mayor francés de origen alsaciano, acusado falsamente de haber entregado documentos a Alemania, cadena perpetua y enviado a la terrible prisión de la isla del Diablo, en la Guayana Francesa. Este asunto fue un símbolo del creciente antisemitismo europeo en el siglo XX.
Ciento veinticinco años después el antisemitismo crece nuevamente en Europa. En Alemania y Francia vuelven a marcar las casas de los judíos con estrellas de David y a amenazar la seguridad de estos.
Políticos de la nueva izquierda y sus neomovimientos emancipadores se declaran abiertamente antijudíos y alientan una nueva oleada de antisemitismo en Europa.
Durante mucho tiempo, a la gente no le gustaba hablar del antisemitismo islámico para no poner a los musulmanes bajo sospecha.
Las estadísticas atribuían el 90 % de los delitos antisemitas al extremismo de derechas y daban la impresión de que el antisemitismo era sólo un fenómeno marginal del extremismo de derechas en Alemania, Francia y otras naciones.
Este error deliberado de apreciación ahora no se sostiene, es un fenómeno más amplio: desde el aplauso generalizado por parte de la extrema izquierda a la masacre de Hamás, se habla del fenómeno con relativa franqueza, simplemente porque ya no se puede ignorar.
Según una encuesta de la Liga Antidifamación, en 2015, el 65 % de los encuestados en los países árabes estaban de acuerdo con la afirmación de que los judíos son responsables de todos los males del mundo, frente al 20 % en Europa.
Aunque el antisemitismo musulmán es menos pronunciado allí, según Günther Jikeli, de la Universidad de Indiana, que lo ha analizado en estudios comparativos en Francia, Alemania y el Reino Unido.
Las actitudes antisemitas entre los musulmanes también son aproximadamente el doble de comunes en Europa que entre los no musulmanes.
El antisemitismo islámico no sólo está extendido en Oriente Próximo, sino que en Europa es creciente y viene muy estimulado por las políticas de nueva izquierda, autodenominadas «progresistas».
El gobierno en funciones de España es, además, el único de Europa al que Israel ha tenido que lanzar un serio reproche diplomático por su actitud inamistosa tras el brutal ataque de Hamás el pasado 7 de octubre.
Las numerosas facciones radicales, nacionalistas y comunistas que apoyan la próxima investidura de Pedro Sánchez es el camino más directo y rápido para un crecimiento del antisemitismo en España. ¿Volveremos a ver pogromos?
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