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11 de mayo de 2024

Combatientes israelíes en el funeral de uno de los soldados caídos

Combatientes israelíes en el funeral de uno de los soldados caídosAFP

Luto en Israel por los 24 soldados caídos, pero la guerra no se frena

Es tal el vínculo entre la ciudadanía y el Ejército que las noticias sobre los 24 caídos sumieron al país en una atmósfera generalizada de duelo y congoja

Israel vive días complejos. Ya van 108 días desde la masacre de Hamás en el sur de Israel y del comienzo de la guerra contra el grupo terrorista en Gaza.
Los combates arrecian en la zona de Khan Yunes, en el sur, y son más puntuales en el norte, pero los 136 secuestrados siguen en manos de Hamás y no se ha logrado recuperarlos.
En el campo de batalla, Israel alcanza logros tácticos de gran importancia al destruir una parte muy importante del arsenal bélico de Hamás, de sus túneles, cohetes y armas, pero no logra un vuelco estratégico que la coloque claramente ante una inminente victoria.
Pero es notorio que está decidido a seguir atacando a Hamás. Y tras haber sufrido la jornada más letal desde el comienzo de la guerra, con la caída este lunes de 24 soldados en dos operativos separados en Gaza, las expresiones de dolor y duelo de las autoridades fueron acompañadas por aclaraciones terminantes: la guerra no se detiene.
«Ayer fue uno de los días más difíciles desde el estallido de la guerra», declaró el primer ministro Netanyahu, hablando de «nuestros mejores hijos heroicos que cayeron en defensa de la patria».
Y de inmediato, tras definir la guerra en curso como «una guerra cuya justificación no tiene parangón», agregó: «Mientras agachamos nuestras cabezas en memoria de nuestros caídos, no damos marcha atrás, ni siquiera por un momento, en la búsqueda del objetivo sin alternativa: la victoria total».
El ministro de Defensa, Yoav Gallant, habló con el mismo espíritu y dijo inclusive que «el espíritu de los caídos es completar nuestras misiones y hacer todo lo necesario».
Y el ministro Beni Gantz, uno de los principales líderes de la oposición que se sumó ya tiempo atrás con su partido al gobierno de Netanyahu para garantizar unidad durante la guerra, recalcó, en el mismo espíritu: «Debemos continuar. No tengo duda ninguna que cuando nuestros caídos salieron ayer a su misión querían que nosotros sigamos adelante, y eso es lo que haremos».

Junto a la determinación, el luto

Para entender la atmósfera en la que vive hoy el Estado de Israel tras la jornada más letal en términos de soldados caídos en combate en Gaza desde el comienzo de la guerra contra Hamás es imprescindible conocer la percepción de la ciudadanía respecto a su Ejército.
Es tal el vínculo entre la ciudadanía y el Ejército que las noticias sobre los 24 caídos sumieron al país en una atmósfera generalizada de duelo y congoja.
Los soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel son vistos en gran medida por el pueblo como los hijos de todos.
El hecho que hay servicio militar obligatorio para los jóvenes que cumplen 18 años, hace que en guerra se viva la angustia y la preocupación a nivel general.
Y a ello se agrega, acrecentando el fenómeno, el hecho que más de 300.000 reservistas fueron movilizados por la situación de emergencia tanto en Gaza como en el norte, en la frontera con Líbano.
Los reservistas son quienes ya finalizaron su servicio militar, sea el básico de 3 años para los varones o el más extenso si decidieron quedarse años en el ejército, que ya volvieron a la vida civil, pero al estallar la guerra dejan todo y se enrolan. Estudios, trabajo, familia, esposa e hijos pequeños.
Cuando hay bajas, se informa públicamente después de que la familia de los caídos haya recibido la notificación oficial, personalmente, de los miembros de una unidad especialmente dedicada a ello en las Fuerzas de Defensa de Israel.
Se suele hablar del temido «timbre o golpe en la puerta». De los padres que ven a oficiales acercarse a su casa y entienden que vienen a avisarles que su hijo ha caído. A menudo cuentan que cuando les abren, no los dejan hablar y piden «por favor, dime que está herido, aunque sea grave, pero sólo herido».
Si uno no tiene un hijo o sobrino enrolado, seguramente lo están los hijos de sus amigos. Y es difícil que haya alguien que no conozca a nadie en las comunidades atacadas en el sur de Israel el 7 de octubre.
El pueblo acompaña a las familias de los caídos. Es conocido el fenómeno de gente desconocida del soldado que murió que asiste a su funeral cuando alguien dice que no tenía mucha familia en el país.
Y desde que comenzó esta guerra, desatada por una masacre que conmocionó al pueblo de Israel, es muy común que las procesiones fúnebres en camino al cementerio militar en el que se da sepultura a los caídos, se vean acompañadas por multitudes de personas de la ciudad en la que vivía, que se presentan a lo largo del trayecto con banderas de Israel para honrar al joven –o no tan joven– que cayó, y darle el último adiós.
Y al repasar la lista de nombres, queda en evidencia que allí estaba la mayor parte de la sociedad israelí: judíos y no judíos, religiosos y laicos, sabras nacidos en Israel e inmigrantes llegados de distintos confines del mundo, jóvenes de Tel Aviv y otros de asentamientos en los territorios en disputa.
Cada comunidad puede reaccionar de otra forma ante la pérdida, pero hay un común denominador que todos destacan: sienten que murieron defendiendo al país.
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