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02 de mayo de 2024

Aquilino Cayuela
AnálisisAquilino Cayuela

Una mirada hacia la OTAN

Pase lo que pase en Estados Unidos en las próximas elecciones es cada vez más vital para Europa que sea capaz de garantizar su propia defensa

Actualizada 04:30

Los soldados se preparan en Oirshot el 19 de marzo de 2024, durante los preparativos finales del ejército holandés para su contribución al Steadfast Defender 24, el mayor ejercicio militar de la OTAN desde la Guerra Fría

Soldados durante los preparativos finales del Ejército holandés para su contribución al Steadfast Defender 24AFP

Los esfuerzos para repeler la invasión rusa de Ucrania se dificultan y Vladimir Putin cuenta ahora con un prolongado tiempo de gobierno fuerte y total, algo que amenaza al conjunto de Europa.
Queremos pensar que la OTAN sabe cómo disuadir a Rusia. Asimismo, creemos que la Alianza Atlántica es ahora más fuerte que nunca, que ha crecido y se ha desarrollado (en el último año ha dado la bienvenida a Finlandia y Suecia cubriendo el flanco norte de Europa). Tras décadas a la deriva, baste recordar que en noviembre de 2021 se hablaba de su obsolescencia, sobre todo por parte de la izquierda europea (empezando por Pedro Sánchez) cuando pronosticaban su desaparición por innecesaria.

El problema de Europa radica en la excesiva dependencia de la OTAN respecto de Estados Unidos

La OTAN se hace hoy más necesaria que nunca. Además, la Alianza Atlántica ha recuperado su principal objetivo que es la disuasión de una agresión rusa, algo que fue su razón de ser original. Por fin, los países europeos están aumentando su gasto en defensa, tal vez demasiado lentamente, quizás con demasiada desgana y porque no les queda más remedio. En conjunto, estas tendencias dibujan un futuro prometedor para la OTAN, pero también la aproximan a grandes peligros.
Con todo, el problema principal de Europa radica en la excesiva dependencia de la OTAN respecto de Estados Unidos.

La última garantía de seguridad de la Alianza es la disuasión nuclear estadounidense

Este verano, se celebrará el 75º aniversario de la Alianza en una cumbre en Washington. Durante décadas, Estados Unidos se ha sentado en el centro de la OTAN, ha dirigido y gestionado la defensa de Europa. El comandante supremo aliado de la OTAN es siempre un norteamericano, y la última garantía de seguridad de la Alianza es la disuasión nuclear estadounidense. Cuando Europa lucha, depende de la aviación y la estrategia e inteligencia estadounidenses. Así mismo de su logística y transporte militar. Si un país de la OTAN fuera atacado, las fuerzas estadounidenses asumirían inmediatamente el liderazgo del combate.
Por eso, la mayor angustia de los ucranianos en la defensa de su territorio viene precisamente de los problemas presupuestarios norteamericanos que han ralentizado buena parte de la ayuda. Asimismo, de las próximas elecciones en EE.UU. depende el curso de los acontecimientos, porque el apoyo europeo a Ucrania es para muchos observadores demasiado lento y cauteloso. Para otros, un apoyo más directo y explicito sería una «estela en el camino hacia el Armagedón» dado el grave riesgo de enfrentamiento abierto y directo entre Rusia y Europa occidental.
Lo que sí está claro, en ambos lados del Atlántico, y cuenta con un amplio consenso es que los europeos deben hacerse cargo de su propia seguridad, porque con el ascenso de China, el conflicto en Oriente Medio y el esperado cambio en el liderazgo de Washington, es muy poco probable que Estados Unidos siga proporcionando el nivel de apoyo que Europa necesita. Incluso, independientemente de quién alcance la Casa Blanca, es casi seguro que el compromiso de Estados Unidos con la OTAN se debilitará en los próximos años.
Ya lo advertía el expresidente estadounidense (y actual candidato) Donald Trump, en febrero, cuando dijo que «Washington no debería salir en defensa de los aliados de la OTAN que no pagan», es decir, aquellos que no invierten lo que corresponde al sostenimiento y desarrollo de su propia seguridad. Además, aunque todos los miembros europeos de la OTAN cumplieran el objetivo marcado del 2 % del PIB destinado a la defensa, sus esfuerzos se quedarían cortos y no reducirían significativamente la dependencia respecto a Washington.
Tampoco basta la capacidad militar, está el desarrollo de la industria de defensa. Es imprescindible que los responsables políticos aprovechen la próxima cumbre de la OTAN para introducir una nueva estrategia que garantice a Europa una mayor autosuficiencia en seguridad: en equipamiento y personal, en la capacidad organizativa e industria y en fuerzas de alta disponibilidad que le permitan responder ante una amenaza, con o sin el apoyo de Estados Unidos. Para los optimistas la situación, lejos de debilitar a la OTAN, es la oportunidad propicia para hacerla más fuerte y segura, No obstante, Estados Unidos debe mantener su custodia el tiempo que Europa necesita para acometer esta transformación. Pero con los líderes que tenemos al frente esto se presenta ilusorio.
Tampoco olvidemos que fue Estados Unidos quien durante mucho tiempo se interpuso en el camino para facilitar la autonomía europea. El final de la Guerra Fría brindó esa ocasión para reevaluar la dirección de la OTAN y rehacer Europa, pero los americanos no quisieron. En 1998, Francia y el Reino Unido alcanzaron lo que parecía un avance histórico, con la declaración de Saint-Malo, que incluía un acuerdo para que la Unión Europea construyese un Ejército de 60.000 soldados. Pero Washington se opuso al plan. Días después del anuncio la secretaria de Estado, Madeleine Albright, expuso una nueva postura, donde Estados Unidos dejaba claro que mantendría su papel central en la seguridad europea.
La resistencia a cambiar esta dinámica en la OTAN sigue prevaleciendo en Washington. Pero, pase lo que pase en EE.UU. en las próximas elecciones, es cada vez más vital para Europa que sea capaz de garantizar su propia defensa.
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