Pequeñas naciones, grandes contiendas: cómo Panamá y Groenlandia reflejan un siglo de poder marítimo
Ambos territorios representan puntos de estrangulamiento estratégicos en la navegación global, su importancia se magnifica por las cambiantes circunstancias geopolíticas

Montaje del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, entre el canal de Panamá y Groenlandia
El Rey danés actualizó su escudo de armas, realzando un oso polar, en respuesta a la disposición del señor Trump hacia una apropiación territorial de Groenlandia, incluso sugiriendo medios forzosos si fuera necesario. Pero no es necesario tomar el control por la fuerza cuando se ofrece la traición.
Esteban Huertas era un oficial militar colombiano, en el Istmo de Panamá, hasta que fue comprado y se convirtió en general panameño poco después de que aprendiera a atarse los cordones de sus zapatos. Así fue como los EE. UU. se hicieron de una zona para construir un canal que uniera los dos océanos. ¿Podría haber un Huertas acechando en Groenlandia? No sería difícil que surgieran un par de ellos. Después de todo, el reino de Dinamarca tiene un historial criticable en cuanto al trato de los habitantes de Groenlandia.
De pie en las costas heladas de Groenlandia, casi se pueden oír los ecos de la historia repitiéndose. La historia del territorio, la soberanía y el poder se desarrolla como los anillos en los antiguos núcleos de hielo, cada capa revelando patrones de ambición humana e interés nacional. Esta vasta isla, hogar de apenas 55.000 almas, se encuentra en el centro de una saga moderna que refleja inquietantemente acontecimientos de hace más de un siglo en Panamá.
El nacimiento de una nación
En Panamá, 1903, fuimos testigos del nacimiento de una nación a través de la mediación de la ambición estadounidense. La bulliciosa ciudad portuaria de Panamá, con la mitad de población actual de Groenlandia, se convirtió en el punto focal de un imperativo estratégico que remodelaría la geografía continental. La Guerra Hispano-Estadounidense había dejado al descubierto una vulnerabilidad crucial en el poder naval de la potencia emergente: el largo viaje alrededor de Sudamérica que impedía el movimiento rápido de los navíos de guerra entre los teatros del Atlántico y el Pacífico. La solución fue audaz en su simplicidad: crear una nueva nación, construir un canal y asegurar derechos perpetuos sobre esta vía acuática artificial.La degradación ambiental creó nuevas fronteras para la contienda política
El paralelismo con Groenlandia es sorprendente. Ambos territorios representan puntos de estrangulamiento estratégicos en la navegación global, su importancia se magnifica por las cambiantes circunstancias geopolíticas. Para Panamá, fue la emergencia de Estados Unidos como potencia naval de dos océanos. Para Groenlandia, es la apertura gradual de las rutas marítimas árticas mientras el cambio climático remodela los pasajes del norte. La ironía es palpable: la degradación ambiental creó nuevas fronteras para la contienda política.
Sobornos y maniobras políticas
La escala de población en ambos escenarios subraya una realidad sobria sobre las dinámicas del poder geopolítico. Los pocos habitantes de Panamá y los de Groenlandia se encontraron en el centro de maquinaciones de poderes más grandes, sus futuros moldeados por decisiones tomadas en capitales distantes. En el caso de Panamá, un puñado de sobornos y maniobras políticas separaron un istmo de Colombia. El enfoque estadounidense fue directo, aunque moralmente cuestionable: incentivos financieros a cambio de soberanía, siendo el premio el control de un paso marítimo crucial.
La historia de cada territorio se lee como un cuento de David contra Goliat, pero con la honda de David pesada por el destino geográfico más que por la providencia divina. La transformación de Panamá de departamento colombiano a nación independiente fue rápida, impulsada por intereses estadounidenses pero cambiando para siempre el rostro del comercio marítimo global. La historia de Groenlandia continúa desarrollándose, su vasto territorio y pequeña población creando una asimetría que la hace vulnerable a los intereses de poderes más grandes.
Estas narrativas nos recuerdan que, en el gran teatro de la geopolítica, el tamaño no siempre equivale a significación. A veces, es la ubicación la que determina el destino. El Canal de Panamá y los potenciales pasajes árticos de Groenlandia sirven como marcadores de un siglo de pensamiento estratégico estadounidense sobre puntos de control marítimo. Aunque separados por tiempo, latitud y circunstancia, ambos territorios nos dicen algo profundo sobre cómo las naciones ven la soberanía a través del lente de la ventaja estratégica.
Lo que presenciamos en estas historias paralelas es la persistencia de una vieja verdad: en el ámbito de las relaciones internacionales, la geografía sigue siendo el destino, y las poblaciones pequeñas a veces se encuentran sosteniendo las llaves de reinos mucho más grandes de lo que sus números sugerirían.
- Alfredo Behrens es doctor por la Universidad de Cambridge, especialista en Liderazgo y cultura en la FIA Business School de São Paulo y en Harvard Business Publications