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Sin banderaCarmen de Carlos

El silencio de la UE con el plan de la Riviera en Gaza de Trump

Bruselas no se entera de lo que pasa en Oriente Medio y el mundo o Ursula von der Leyen ha decidido que no quiere enterarse

Actualizada 04:30

La Unión Europea no se entera de lo que pasa en el mundo o no quiere enterarse. La reunión de Donald Trump y Benjamín Netanyahu de la madrugada del martes en Europa ocupó, pocas horas después, las portadas de la mayoría de los periódicos de allí, de aquí y de prácticamente el resto del planeta.

La ocurrencia de Trump de convertir la franja de Gaza en una «Riviera de Oriente Medio» provocó un terremoto en territorio palestino y los países árabes, incluidos Egipto y Jordania, destino elegido, –contra su voluntad–, por el sucesor de Joe Biden para alojar a los cerca de dos millones de palestinos que todavía sobreviven en un territorio, cierto es, hecho escombros. Pero la sacudida o las réplicas del seísmo Trump llegaron, como era de esperar, a Pekín, Moscú, París, Naciones Unidas, Australia, Reino Unido, Italia y hasta a Brasilia y Madrid. Todos tenían algo que decir.

Las horas fueron transcurrieron y, salvo Israel, ningún país alzaba la voz para defender la propuesta de Donald Trump. Uno tras otro lo hacían para descartarlo. Algunos proponían apoyar la reconstrucción pero hacerlo con los palestinos dentro y «empoderar» a la Autoridad Palestina para darle el golpe final a Hamás, otros como Arabia Saudí lo rechazaban de plano y avisaban a Trump de que no establecerían relaciones con Israel, –como quieren Tel Aviv y Washington–, si no se reconoce el estado palestino y se deja a los gazatíes en la Franja.

El Kremlin, por la cuenta que le trae, no quiso hacer sangre y se remitió a su histórica posición de la solución de dos Estados. Vladimir Putin prefirió guardar silencio y no criticar al hombre con el que tiene que discutir cómo va a poner fin a la invasión de Ucrania (sigue esperando en Moscú que suene algún teléfono).

A diferencia suya, la posición de Xi Jinping, sin miedo a aranceles y a lo que se le avecina, fue clara, directa y al fondo de la cuestión. A través de su portavoz expresó su rechazo en términos absolutos al plan de evacuación de Gaza. Como todos los países que desde temprano se pronunciaron, recordó que la única solución a este infierno eterno es la de los dos Estados. En ese contexto, Francia apuntó al derecho internacional y advirtió que los traslados forzosos –y más si son en masa– son ilegales.

La onda expansiva llegó al otro lado del Atlántico. El chileno Gabriel Boric se alineó con Francia y Lula, que ya está calentito con Trump y tantea revolucionar a los BRICS (España, de verdad, está fuera de este club) calificó de «incomprensible» la idea. El antiguo sindicalista y tres veces presidente, lamentó el frente común de Israel y Estados Unidos para expulsar a los palestinos y «tomar el control» del territorio, como proclamó Trump.

En fin, uno tras otro, presidentes, primeros ministros, jefes de la cartera de Exteriores o portavoces oficiales salieron a decir lo que pensaban o algo muy parecido. En esa cascada de opiniones destacó la tardanza de Alemania, caracterizada por su histórico complejo de culpa con el pueblo judío, que no se pronunció hasta pasadas las ocho de la tarde, y se echó en falta la de Ursula von der Leyen o a Kaja Kallas, la sucesora de Josep Borrell y alto representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad.

¿Qué encontramos en el bloque sobre el asunto? Silencio, nada, absolutamente nada. Oficialmente, la Unión Europea no ha dicho todavía una palabra y eso, lamentablemente, es lo peor. Dicho de otro modo, es menos que nada.

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