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Sin banderaCarmen de Carlos

Hunter Biden y otros factores que explican el rencor de Trump a Zelenski

Sacudir a Joe Biden con los trapos sucios financieros (no de drogas y sexo) de su hijo era una baza que el ucraniano le arruinó. Por su culpa, aseguran que cree, se quedó fuera de la fiesta de una segunda presidencia en la Casa Blanca

Act. 22 feb. 2025 - 08:57

Donald Trump dispara y si alguien pensaba que era fuego amigo, se equivoca. Occidente echa humo porque las balas dialécticas le han dado de pleno en sus arcas y en su filosofía política y de vida. Zelenski también siente que los proyectiles del socio, o del espía de Putin, le han atravesado directamente el corazón y reventado las esperanzas de lograr, con la intermediación de Estados Unidos, una paz justa.

Es cierto que Trump es Trump y se descartaba que iba a ser una pesadilla para el resto con el temita de los aranceles y su desproporcionado proteccionismo. Lo que era más difícil de imaginar era que iba a hacer frente común con Putin y reescribir la historia con una versión surrealista y maliciosa de la guerra, donde pesa más su voracidad económica y de poder global que mantener un orden mundial razonable, pacífico y que ha funcionado desde el fin de la II Guerra Mundial.

En la versión de la invasión de Ucrania de Trump, la ocupación la empezó Zelenski (en su propio país) y persisten los tiros, las bombas, los drones y los misiles porque el ucraniano, –que rechazó entregarle los archivos de los bussines de Hunter Biden en Kiev y alrededores–, se empeña en no alzar la bandera blanca de la paz que en realidad es la rendición incondicional.

Aquella negativa Trump no la perdona. Sacudir a Joe Biden con los trapos sucios financieros (no de drogas y sexo) de su hijo, era una baza que el ucraniano le arruinó. Por su culpa, aseguran que cree, se quedó fuera de la fiesta de una segunda presidencia en la Casa Blanca.

En el relato de Trump el rencoroso, Zelenski es un dictador que ocupa de forma ilegítima la presidencia de Ucrania porque no ha convocado elecciones para ser reelecto. El republicano (a su manera también) tiene el tupé de exigir que bajo una lluvia de misiles y con la ley marcial vigente, Ucrania saque las urnas a las calles, para votar. Exactamente lo que pide Putin, ese gran demócrata con suerte infinita para que sus adversarios terminen entre rejas, envenenados o salten por las ventanas de edificios para quedar como su primera papilla.

El Donald Trump de los negocios avisa que el armamento que recibió Ucrania durante el gobierno de Joe Biden, no es gratis y que lo tiene que pagar para siempre, –porque él lo dice–, con las tierras raras, su hondo objeto de deseo. De paso, advierte que si no traga se las va merendar con Putin. El presidente de la primera potencia del mundo se lamenta de que la UE sí recibe resarcimiento económico (con los fondos congelados de Rusia) mientras a EE.UU. (al que le compran la mayor parte del armamento) no le llega un centavo. Además, asegura que no están claras las cuentas de lo entregado y sugiere un despilfarro/ desvío de millones de dólares. Dicho de otro modo, que Trump ve asomar por ahí la sombra de la corrupción que identifica con Zelenski. Puede ser o no, a estas alturas poner la mano en el fuego de la honestidad de cualquiera de ellos es un desafío enorme.

Trump a una velocidad abismal ha hecho bueno o santificado, como diría Ramón Pérez Maura, a un hombre peligroso que sueña con volver a ser alguien en el concierto mundial que está intentando reventar. Trump, el que ha logrado una segunda oportunidad para pasar a la historia como un grande se ha vuelto pequeño y mezquino: ha puesto el mundo al revés y en su pequeña mesa tiene espacio hasta para Mohamed bin Salman, el sujeto que ordenó descuartizar a Jamal Khashoggi.

Ese Trump es el mismo que, si sigue por se camino, obligará a Marco Rubio a dimitir o a tragarse sus palabras cuando dijo que Putin era «un matón» de baja estofa al que había que anular. En fin, ese Trump que dice que Zelenski no tiene ni «un 4 por ciento apoyo» cuando sabe que su respaldo supera el 50 por ciento, es con el que habrá que lidiar sin freno los próximos dos años porque después, y él lo sabe, las elecciones legislativas convertirán al ganso rubio con inmenso poder en un pato cojo oscuro al que todos van a disparar. Y si se descuida, hasta Hunter Biden, el indultado por papá.

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