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Jana Beris
CrónicaJana BerisModi'ín, Israel

El dilema de los reservistas israelíes, entre la responsabilidad nacional y la extrema carga personal

Al sacrificio que supone, se suma un elemento que a muchos enfurece: el hecho de que un sector entero de la ciudadanía, los jóvenes ultraortodoxos, no estén obligados a enrolarse en el servicio militar

Soldados israelíes caminan por una calle durante una redada en el campamento de refugiados palestinos de Nur Shams, en Cisjordania ocupada

Soldados israelíes durante una redada en el campamento de refugiados palestinos de Nur Shams, en CisjordaniaAFP

Aún no está totalmente claro cuándo implementará Israel la reciente decisión aprobada unánimemente por su Gobierno sobre una significativa ampliación del operativo militar contra Hamás en la franja de Gaza, ya que se deja abierta la puerta a la posibilidad de que en el último momento la organización terrorista acepte un acuerdo para la liberación de los secuestrados que tiene en su poder.

Si eso se concreta antes de la gira por la región del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, la próxima semana, podría cambiar el ritmo de los acontecimientos. Pero los preparativos ya han comenzado y miles de órdenes de reclutamiento de reservistas están en camino. Sin ellos, es imposible intensificar la guerra. Este punto merece una atención especial, sin olvidar que son varias las polémicas en el seno de la sociedad israelí sobre la decisión gubernamental.

La más notoria se refiere a los declarados objetivos de la nueva etapa —derrotar a Hamás y recuperar a los secuestrados—, la gran cuestión es cuál de los dos debe primar y si la intensificación de la presión sobre la organización terrorista palestina puede obtener el resultado contrario: matar a todos los secuestrados.

Esto va de la mano de otra discusión a fondo. Los críticos del Gobierno sostienen que las decisiones que promueve el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, derivan de su deseo, ante todo, de preservar su coalición, para lo cual tiene —defienden— que seguir la línea del ala de la derecha nacionalista que le acompaña.

Cabe suponer que estas polémicas seguirán acompañando en general casi cualquier decisión que tome el Gobierno hebreo. Pero hay otro tema de profunda incidencia social.

El desafío de la defensa nacional en situaciones de emergencia, siempre requirió de la participación de los israelíes que están en la reserva de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI). Pero la guerra en curso, que ya lleva 19 meses, es la más larga en la historia del país, lo cual ha requerido un esfuerzo mucho mayor de la ciudadanía israelí, tanto de parte de los que son llamados a combatir como de sus familias que sufren su ausencia durante meses. Son numerosos los soldados y oficiales que han sido reclutados durante más de 300 días y hasta 400.

Al sacrificio que ello supone en términos de su vida personal —además del riesgo de morir— se suma un elemento que a muchos enfurece: el hecho de que un sector entero de la ciudadanía, los jóvenes ultraortodoxos, no estén obligado a enrolarse en el servicio militar. El Ejecutivo que manda hoy a los reservistas al campo de batalla, es el mismo que por su alianza con los partidos ultraortodoxos tiene intención de promulgar una ley que perpetúe y regularice la exención en cuestión.

El Debate habla con tres oficiales en la reserva que ya han hecho más de 300 días de servicio desde el comienzo de la guerra. «Ya casi he dejado de contar», coinciden. Dos de ellos se tienen que presentar próximamente y el tercero estima que la nueva orden de reclutamiento está en camino, aunque volvió a su casa de la ronda anterior hace tan solo tres semanas.

«La desigualdad en la repartición de la carga molesta mucho, claro que sí», dice el mayor Pavel (38 años) de una unidad de blindados. «Yo no me quejo porque tengo que ir. Siento que cumplo una misión nacional, que es un privilegio desempeñar esta función histórica, que en definitiva tiene como objetivo proteger a mi propia casa, a mi esposa y a mis hijos. Lo que me molesta es que tantos otros no vayan. Y no son sólo ultraortodoxos, lo veo a mi alrededor».

La desigualdad en la repartición de la carga molesta muchoMayor PavelSoldado en la reserva de las FDI

El capitán Adam (33), excomandante de tanque, que por una lesión en la espalda cambió de cargo y ahora se encarga de misiones logísticas, también considera que la responsabilidad nacional debería repartirse de modo más equitativo. Pero es tal el énfasis que pone en la importancia de la misión, que ese punto pasa algo más desapercibido dentro del análisis general. De todos modos, de su descripción del precio que se paga en la vida personal por tener que ir tanto tiempo a la reserva se desprende casi automáticamente que, si todos los capaces físicamente de hacer el servicio militar lo hicieran, cada uno tendría que renunciar a menos cosas.

«El 7 de octubre, al enterarnos de la masacre perpetrada por Hamás, mi esposa —que también es oficial— y yo, nos pusimos a hacer el equipaje antes siquiera de que nos llamaran. Hoy mirando hacia atrás, no tengo ninguna duda que era lo correcto y que nos necesitaban», comenta Adam. «Pero está claro que el precio es alto. Cuando ella volvió a casa después de varios meses, yo tuve que ir otras veces al Ejército, entrar en Gaza, lo cual afecta en la relación de pareja y en la planificación de nuestra familia. A fin de mes voy por otros 80 días y está claro que eso también aplaza los planes familiares», explica dando a entender que en esta situación es difícil planear la llegada de los hijos. Evidentemente, también el trabajo se ve afectado. De ofrecérsele ser socio en su trabajo pasó a una situación en la que se siente agradecido de que aún le guarden su empleo.

Matan (26), oficial en el comando de los Paracaidistas, no tiene aún la responsabilidad de una familia, pero a nadie le resulta fácil la desconexión de su rutina normal por mucho tiempo. De todos modos, aunque le molestan todos los puntos antes mencionados, pide destacar que «cuando voy ahora al frente, no pienso en que un joven ultraortodoxo de mi edad no está aportando lo suyo». Lo que le preocupa ahora es sentir que no está claro que realmente se logre destruir a Hamás.

«Pensamos que sería más fácil, pero pasó un año y medio y no se ha hecho. Es complejo. Personalmente creo que no captamos aún que a los terroristas no les importa la vida y que lo que les duele es perder territorio. Mientras no hablemos su idioma, no vamos a ganar».

Tiempo atrás Matan participó en la llamada «protesta de los reservistas». Se trataba de un grupo que sostenía que era indispensable librar la guerra de una forma más decidida para poder alcanzar los objetivos. Ahora, no tiene claro cuáles son realmente las intenciones del Gobierno. Pero piensa que «quien dice que podemos recuperar a todos los secuestrados, no dice la verdad, engaña, porque Hamás nunca renunciará a todos. Siempre dejará rehenes en su poder para extorsionarnos».

En cuanto a la respuesta de los reservistas a las llamadas a presentarse, está seguro de que lo que reportan los medios israelíes afirmando que han bajado mucho los porcentajes, es absolutamente exagerado. «Yo sé que en mi unidad, muchísima gente se presenta. No veo el problema».

Una pieza importante en este mosaico es la camaradería con los compañeros de armas, la sensación de que si uno falta no sólo perjudica a sus propios amigos, sino que pierde las vivencias compartidas en un momento histórico, clave para proteger a Israel.

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