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Donald Trump y Barack Obama conversan durante el funeral de Jimmy Carter

Donald Trump y Barack Obama conversan durante el funeral de Jimmy Carter

Trump acusa a Obama de conspirar contra él y de liderar un golpe de Estado

El presidente estadounidense acusa a su antecesor de «traición» y de liderar un supuesto intento de golpe de Estado, en una maniobra que busca desviar la atención del creciente escándalo en torno a Jeffrey Epstein

En un contexto de creciente presión política por el caso Epstein, Donald Trump ha reactivado su estrategia de confrontación directa acusando este martes al expresidente Barack Obama de «traición» y de haber encabezado un supuesto «golpe de Estado» contra él en 2016. Estas declaraciones se produjeron en la Casa Blanca durante un acto protocolario con el presidente filipino Ferdinand Marcos Jr., al ser consultado por la prensa sobre los avances en las investigaciones relativas a Jeffrey Epstein, el financiero que fue hallado muerto en prisión en 2019 antes de enfrentar un juicio por delitos sexuales.

Trump evitó responder directamente sobre el caso que ha provocado nuevas divisiones incluso entre sus propios seguidores, muchos de los cuales lo acusan de incumplir su promesa de revelar toda la verdad. En lugar de ello, desvió el foco de atención y arremetió con dureza contra Obama, a quien responsabilizó de un complot para sabotear su llegada al poder. «Lo que ocurrió en 2016 fue un intento de golpe de Estado liderado por Barack Obama. Él es el cabecilla, el verdadero culpable», afirmó con vehemencia. Según Trump, tanto Obama como la excandidata demócrata Hillary Clinton habrían promovido informaciones falsas sobre una supuesta injerencia rusa con el objetivo de desprestigiarlo políticamente.

Las palabras del expresidente no se quedaron ahí. También extendió sus acusaciones a figuras clave de la administración Obama, incluyendo al actual presidente Joe Biden —entonces vicepresidente—, al exdirector del FBI James Comey, al exdirector de la CIA John Brennan y al exdirector de inteligencia nacional James Clapper, a quienes señaló como parte de una «conspiración institucional».

Estas afirmaciones, no respaldadas por evidencias ni investigaciones oficiales, han sido tildadas de «ridículas» y «desesperadas» por un portavoz de Obama, quien las calificó como una táctica política destinada a desviar la atención de los problemas reales que enfrentan Trump y su entorno. No obstante, el mensaje cala con fuerza en la base más radical del movimiento MAGA (Make America Great Again), que continúa viendo a Trump como una víctima del establishment político y mediático.

El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, habla con el expresidente Barack Obama mientras

El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, habla con el expresidente Barack Obama mientrasAFP

La tensión se agrava a raíz del reciente anuncio del vicefiscal general, Todd Blanche, quien confirmó que se reunirá en los próximos días con Ghislaine Maxwell, condenada a 20 años de prisión por tráfico sexual de menores y considerada una figura clave en la red criminal de Epstein. Blanche aseguró que el Departamento de Justicia (DOJ) y el FBI están dispuestos a escuchar cualquier testimonio que vincule a terceros con delitos cometidos contra menores. «El presidente Trump nos ha instruido para hacer pública toda prueba creíble», afirmó Blanche en la red social X (antes Twitter), aunque insistió en que, hasta ahora, no se han hallado elementos suficientes para abrir nuevas investigaciones.

El pasado 7 de julio, el gobierno estadounidense negó la existencia de una lista confidencial de clientes vinculados al círculo de Epstein, lo que desencadenó una oleada de indignación en redes sociales entre partidarios de Trump. Muchos interpretaron esta negativa como un encubrimiento de las élites. La frustración escaló al punto de que el propio Trump arremetió contra algunos miembros de su propio partido, a quienes calificó de «estúpidos» por, según él, «hacerle el juego» a los demócratas.

Como parte de esta ofensiva mediática, Trump ha demandado al diario The Wall Street Journal por difamación tras la publicación de un artículo en el que se le atribuía una carta de contenido lascivo supuestamente enviada a Epstein con motivo de su cumpleaños. Si bien Trump y Epstein compartieron círculos sociales en la alta sociedad neoyorquina durante los años noventa y principios de los 2000, hasta la fecha no se ha presentado ninguna prueba concreta que vincule al expresidente con los crímenes cometidos por el financiero.

La narrativa de Trump parece así dirigida a fortalecer su imagen de perseguido político, presentándose como blanco de una gran traición institucional. Expertos como Todd Belt, profesor de la Universidad George Washington, sostienen que esta estrategia de victimización cumple una doble función: distraer de los asuntos incómodos y consolidar el apoyo entre los sectores más fieles a su causa, en un momento en que los escándalos lo cercan cada vez más de cara al escenario político estadounidense.

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