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Colombia, Petro y el mundo al revés

Vivimos en negación absoluta de la realidad como si todos fuéramos adictos a la ilegalidad. Dejemos de comer nube, llegó la hora luchar por Colombia y encontrar nuevamente el camino de los valores democráticos

Act. 07 oct. 2025 - 04:30

Gustavo Petro en Nueva York en manufa palestina (septiembre 2025)

Gustavo Petro en Nueva York en una manifestación propalestina (septiembre 2025)AFP

En Colombia la irresponsabilidad social da a la cincha. Vivimos en negación absoluta de la realidad como si todos fuéramos adictos a la ilegalidad. Vivimos en el mundo al revés, el referente de una persona importante se limita a aquello de: «interés cuánto valés», y el menú de la intelectualidad partidista es tan estrecho como frívola la reacción social a la realidad que se nos viene si seguimos consintiendo la participación política de los auspiciadores del narcoterrorismo.

El país está dividido entre dos fuerzas políticas: Uribismo y anti-uribismo, que es todo lo que por ahora representan los progre, los mamertos y el pacto histórico con Petro a la cabeza; una asociación temporal de proxenetas de la ilegalidad y organizaciones criminales incrustadas en la política nacional gracias al expresidente Juan Manuel Santos, a Roy Barreras y a todos los que les concedieron impunidad y participación en el parlamento a criminales de lesa humanidad.

Esa alianza con la criminalidad ya está regada por todas las instancias del Estado donde reemplazaron los servidores públicos con experiencia profesional, por personas esencialmente resentidas e inadaptadas, disfrazadas de izquierdistas que operan bajo una fachada que esconde un autoritarismo que promociona premisas falsas para buscar logros utópicos y avanza con delirios absurdos en lugar de analizar con juicio la realidad.

Lo que fundamentalmente tenemos que recuperar en Colombia es la libertad. Pero entre tanto a quienes toman hoy las decisiones políticas, se les olvidó que «los doctores también se mueren», ignorando que pronto van a saborear la amargura de un sistema de salud inexistente y una economía formal empobrecida ante la gran formación de capitales ilícitos. También se olvidaron de que los particulares con su trabajo y sus tributos son los que mantienen al Estado, y no hablemos de la catástrofe del ahorro personal y del pensional.

Vivimos en la era en que los gobernantes tienen la manía de hacer los daños y culpar a los demás, acompañada de la actitud mezquina y desentendida de algunos gremios y especialmente de las colectividades políticas que demuestran irresponsabilidad absoluta.

Por su parte los medios estatales y la tenaza de la pauta que amordaza los privados, a golpe de apología del delito y de una difusión de información ideologizada y cifras engañosas, trituran las esperanzas de toda una nación que tambalea sin rumbo definido, comiendo nube y ridiculizando en memes la gravedad de los escándalos.

Las cortes no se instituyeron para tolerar tanta injusticia. Aquí siguen orondos tramando engaños a la ignorancia colectiva los mismos personajes hipócritas y perversos que hicieron el gran daño irreparable a la democracia, hoy materializado en las atrocidades de un demente al comando del Estado, mientras se vive un «show» que incluye una pila de ególatras y sinvergüenzas entreteniendo sueños electorales y sacándose la lengua, como si fuesen muñecas juagando a las mamacitas.

Es hora de aprender que el victimismo y la diferenciación identitaria son parte de la involución social

Es hora de aprender que el victimismo y la diferenciación identitaria son parte de la involución social que causa la lisonja demagógica con que el progresismo ejerce el populismo y esconde el egoísmo e individualismo de quienes solo viven en función de la conquista de la figuración, el dinero fácil, la fama o la vanidad de alcanzar un efímero estatus de poder.

Asumamos la responsabilidad que tenemos de conducir a Colombia por el camino correcto, no por el del mal que es por donde vamos desde que permitimos el engendro de la participación en política del narco-socialismo disfrazado de izquierda democrática.

Porque nos cuesta entender que un Estado deja de ser democrático, al elegir presidente y sostener en el poder a un delincuente intencionalmente rodeado de todo tipo de criminales, patrocinador de organizaciones terroristas y auspiciador de actividades ilegales y delictivas.

En consecuencia, es imperativo que se activen los correctivos legales o de facto para reinstaurar el ejercicio institucional de las libertades democráticas. Algo que tiene que empezar por reconocer que hay mecanismos constitucionales que permiten hacerlo y que una sociedad no puede estar gobernada por quien destruye sistemáticamente la legalidad y los valores democráticos, la economía y las relaciones internacionales alineando el país con los regímenes dictatoriales donde ejerce el poder el terrorismo en cualquiera de sus manifestaciones.

Llegó el momento de actuar y defender sin miedo como sociedad, que todas las fuerzas legitimas sean leales a su mandato de protección constitucional. No podemos seguir acobardados y no ser capaces de manifestarnos claramente para exigir a quienes están investidos de autoridad que

Si no defendemos a los indefensos ahora, nos convertimos en cómplices silenciosos de una tiranía cleptócrata y delincuencial disfrazada de democracia.

No sigamos comiendo nube y creyendo que la luna es pan de queso, con 800 municipios, las costas y las fronteras controlados por la narcoguerrilla, y un delincuente demente investido de presidente. Somos un narcoestado donde por las buenas no le van a entregar el poder a la oposición en un debate electoral y unos comicios seguros y transparentes.

¿A dónde están las voces gremiales? En la ONU y en las calles de Nueva York se confirmó que el gobierno de Colombia como las dictaduras Venezuela, Cuba y Nicaragua, se separó del sistema de libertades que caracteriza las democracias occidentales y de los países que combaten el terrorismo, y pasó a alinearse con las fuerzas ilegales de las organizaciones narcoterroristas internacionales y las dictaduras totalitarias.

No será suficiente para abrir los ojos ver el «pacto de La Picota», que ya Santos lo había realizado en sus conversaciones con el narcotráfico en las islas del Caribe en el pasado. No será suficiente prueba el fracaso de la falsa paz de Santos y su extensión de la paz total de Gustavo Petro. No será suficiente teatro la pantomima de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) ni la fallida investigación de los flagrantes delitos electorales de la campaña de Petro, lo de su hijo, lo del militante del M-19 dueño del Partido Verde y la mega manada de atracos a la hacienda estatal. No será suficiente con la destrucción y los robos que se adelantan en la salud, las pensiones y la agencia nacional de tierras, las APPAS y las contrataciones estatales fraudulentas de todo tipo. No será suficiente lo ocurrido en todo el grupo empresarial Ecopetrol.

Nos espera el 2026 pasando el país por el peor momento de su historia que ya no es democrática. Dejemos de comer nube, llegó la hora luchar como sociedad cada uno a su manera dando lo mejor de sí mismo por Colombia y encontrar nuevamente el camino de los valores democráticos.

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