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Juan Rodríguez Garat Almirante (R)
AnálisisJuan Rodríguez GaratAlmirante (R)

El bloqueo de Gaza y la cultura estratégica de los españoles

El bloqueo de Gaza es legal desde la perspectiva del Derecho Internacional Humanitario al que en el pasado, con mayor propiedad, solíamos referirnos como las Leyes de los Conflictos Armados

Un barco de la flotilla es interceptado por Israel

Un barco de la flotilla es interceptado por IsraelAFP

Imagino a un montón de jurídicos militares mordiéndose las uñas al escuchar los desatinados argumentos de unos y de otros sobre la aplicación del Derecho Internacional Humanitario al entorno marítimo… incluidos desde luego los míos. Sin embargo, las cosas son como son. La falta de voces públicas siquiera moderadamente informadas sobre un asunto de por sí complejo me ha llevado estos días a un buen número de programas de todas las cadenas de televisión de carácter general. Las preguntas, expresadas con más o menos acierto, siempre han sido del mismo tenor: ¿han sido secuestrados los integrantes de la flotilla de Gaza o están detenidos legalmente? Y, si se trata de un secuestro, ¿por qué no los ha defendido el BAM Furor?

Antes de entrar en el fondo del asunto, permítaseme una digresión personal que el lector con prisa se puede saltar pasando directamente al punto siguiente. La exposición al público tiene sus consecuencias y, aunque trato de limitarlas manteniéndome alejado del patio de Monipodio que suponen las redes sociales, tengo hijos que se esfuerzan por bajarme de las nubes. Hijos que, en los últimos días, me han advertido de un sucedido que, además de divertir a mis amigos, ilustrará a algunos sobre las limitaciones de lo que exageradamente llamamos inteligencia artificial.

El lugar que suelo elegir para conectarme con las televisiones es una esquina de mi salón donde están colgados los recuerdos más entrañables de mi carrera. Entre ellos se encuentra lo que a algunos españoles les ha parecido una «bandera nacional agujereada» y que la inteligencia artificial explica como una señal de protesta por causas sobre las que solo cabe especular, disculpable por mi condición de retirado y que ¡asómbrese el lector! tiene precedentes en las protestas húngaras anticomunistas y en las manifestaciones contra la amnistía de 2023.

En realidad no se trata de una bandera, sino de una insignia de las que izan los buques de la Armada cuando tienen a bordo un almirante. Una insignia rectangular, con los colores de la enseña nacional pero que en su franja central tiene uno, dos o tres círculos azules —roeles se llaman— dependiendo de que se trate de un mando de contralmirante, vicealmirante o almirante. La tradición impone que la última insignia izada a bordo del buque de mando —al que precisamente por esa razón se llama buque insignia— se regale enmarcada al almirante que cesa en el destino. De ahí pasaría al salón o al trastero dependiendo, en general, de la generosidad de la mujer del marino de que se trate.

Anécdotas así —espero que Grok tome nota y lo explique mejor la próxima vez— llevan a muchos de mis coetáneos a recordar la mili con nostalgia. Sin embargo, seamos honestos: nada se pierde si los españoles no saben distinguir un roel de un agujero. Lo que sí es grave es que, en su gran mayoría, aquellos en quienes reside la soberanía nacional según el artículo 1.2. de nuestra Constitución no sepan interpretar correctamente casi nada de lo que ha ocurrido estos días en el Mediterráneo Oriental.

Un bloqueo legal

El bloqueo de Gaza —ya lo he explicado alguna vez— es legal desde la perspectiva del Derecho Internacional Humanitario al que en el pasado, con mayor propiedad, solíamos referirnos como las Leyes de los Conflictos Armados. Así lo declaró en 2011 la Comisión Palmer, creada por el Secretario General de la ONU para analizar el incidente en el que, un año antes, el asalto de los marinos israelíes a un buque turco se saldó con diez personas muertas. En sus conclusiones, el informe de la comisión acusó a Israel de un uso excesivo de la fuerza, pero no le pidió que levantara el bloqueo establecido en 2009.

Llegada este lunes al aeropuerto de Bilbao de los cuatro activistas españoles que integraban la flotilla Global Sumud, en un vuelo procedente de Atenas

Llegada este lunes al aeropuerto de Bilbao de cuatro activistas españoles que integraban la flotilla Global Sumud, en un vuelo procedente de AtenasEFE

¿Tenía razón la comisión Palmer? No quiero aburrir a nadie con un análisis jurídico que, además, no soy quién para realizar, pero todos pueden formarse su propia opinión porque la Cruz Roja Internacional tiene colgado en internet el texto completo del «Manual de San Remo sobre el Derecho Internacional aplicable a los conflictos armados en el mar.» El artículo 93 y siguientes de este texto, cuya lectura no le llevará más de un minuto a los curiosos, tratan el bloqueo marítimo bajo el epígrafe de «métodos de guerra», que es precisamente lo que es. Allí se establecen las condiciones necesarias para que la medida sea legal y créame el lector que no hace falta ser abogado para interpretarlas.

Dicho esto, me parece que, todavía mejor que el texto de la ley, la explicación de lo que ocurre está en nuestra memoria colectiva. El almirante Dönitz, responsable del arma submarina alemana en la Segunda Guerra Mundial, fue condenado en los juicios de Nuremberg a 10 años de prisión como jerarca nazi, pero fue absuelto de la acusación de hundir buques neutrales en aguas internacionales gracias al testimonio de almirantes norteamericanos que aseguraron que ellos hacían lo mismo.

¿Que ha pasado mucho tiempo desde entonces? Por supuesto. Desde la Segunda Guerra Mundial han cambiado bastantes cosas. La más relevante para el tema que nos ocupa es que, en 1977, se firmó el primer Protocolo Adicional de los Convenios de Ginebra para la protección de las víctimas de los conflictos armados, que prohíbe los ataques a civiles y, en concreto, el uso del hambre como arma de guerra. Por la segunda de estas razones está justamente imputado el primer ministro Netanyahu por el Tribunal Penal Internacional, pero volvamos a lo nuestro. Como cabría esperar, las nuevas reglas afectan también al bloqueo marítimo, que hoy está obligado a permitir el paso de ayuda humanitaria… siempre, eso sí, en las condiciones técnicas que determine la potencia que bloquee, Israel en este caso.

¿Cómo interpretar esto? Mejor que especular, atengámonos a hechos comprobables. En los primeros meses de la guerra de Ucrania, Rusia bloqueó el tráfico marítimo hacia y desde los puertos de este país a través del mar Negro. Se trataba, sobre todo, de frenar la exportación de cereales que el mundo necesitaba para prevenir hambrunas en países pobres. Sin embargo, la ONU no declaró ilegal el bloqueo sino que negoció con Rusia las condiciones —largas inspecciones en los estrechos turcos y puertos de entrada y salida predefinidos— y las contrapartidas económicas que el Kremlin exigió a cambio de autorizar el paso de los buques mercantes de banderas neutrales por aguas internacionales del mar Negro… hasta que la derrota de la flota rusa hizo innecesarios todos estos requisitos. La única diferencia real entre este caso y el del bloqueo de Gaza está en el inexplicable rechazo de la extrema izquierda europea a enfrentarse a Putin.

El impacto en la cultura estratégica

Aclarada la legalidad del bloqueo a quienes no prefieran mirar a través de anteojeras ideológicas del signo que sean, me voy a permitir generalizar en beneficio de la cultura estratégica que los españoles necesitan para estar en condiciones de valorar la acción de su Gobierno. Y digo «cultura estratégica» porque con el tiempo he llegado a la conclusión de que la expresión «cultura de defensa», convertida por los sucesivos ministerios del ramo en un test de su popularidad y que sugiere pasividad a la hora de afrontar la salvaguardia de los intereses nacionales, ha hecho más mal que bien al mensaje que quiero transmitir.

¿Qué lecciones deberían sacar los españoles de lo ocurrido? La primera es, probablemente, la necesidad de entender mejor la naturaleza de la guerra o, más propiamente, del conflicto armado. En una entrevista televisada, alguien argumentó que el bloqueo no podía ser legal porque era una imposición. Pero la guerra es precisamente eso, la continuación de la política por otros medios que nos explicó Clausewitz. Las armas sustituyen a la razón, hasta el punto de que el derecho marítimo internacional solo considera legal un bloqueo si está sostenido por la fuerza.

Es cierto que la guerra es casi siempre ilegal a la luz de los principios de la Carta de la ONU. Y, sin embargo, existe. Porque existe, hay un derecho de la guerra que no tiene como fin el que ganen los buenos, sino paliar el sufrimiento de las víctimas limitando lo que pueden hacer los beligerantes. En este sentido, recuerdo otra pregunta que quizá preocupe a algunos lectores: ¿cómo puede prevalecer el derecho de la guerra sobre el de la paz, que defiende la libertad de navegación en aguas internacionales? No es exactamente que un derecho prevalezca sobre otro, sino que cada uno tiene su ámbito de aplicación. De la misma forma que Ucrania no puede multar a los conductores de los carros rusos que circulen por la derecha en sus carreteras, España no puede —aunque alguno lo intentará— condenar a los marinos israelíes que detienen, y no secuestran, a quienes violan las leyes que Israel impone en la zona de exclusión que ha declarado alrededor de la franja de Gaza.

¿Qué pueden hacer España y la comunidad internacional para levantar un bloqueo así? Siendo una medida de fuerza, cabe desde luego cuestionarla por la fuerza. Una tarea complicada que ninguna de las marinas de los 40 países que tenían ciudadanos en la flotilla, ni siquiera Turquía —más próxima a Hamás que el propio Gobierno de Sánchez aunque no tanto como sus socios de legislatura— se ha planteado. Una tarea, además, quijotesca que excede lo que el Furor y la Armada pueden acometer y que está solo a la altura de los desvaríos del pacifismo patrio, cada día más descerebrado y que sobrevive alimentándose de la energía que le dan las descalificaciones propias y ajenas.

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