La Venezuela previa a la fase dos
Se trata de la sociedad que anhela la democracia y se prepara silenciosamente para el final de la narcodictadura
Un simpatizante del autócrata venezolano, Nicolás Maduro, ondea una bandera venezolana durante una protesta en Caracas
Me cuentan, decenas de amigos en las distintas regiones de Venezuela, que el estatuto predominante en todo el territorio es de tensa calma: ese manto de espeso y revelador silencio que precede a la tormenta.
He preguntado a personas de distintas actividades, cómo transcurre la cotidianidad en pueblos y ciudades dispersos por todo el territorio. La primera respuesta que he escuchado, de forma repetida, es que hay un ambiente, una situación que, no sin dificultad, se comprime en la palabra 'normalidad'.
Pero basta con que uno remueva un poco la comodidad de la afirmación, para que la realidad se destape como un hervidero y emerjan contundentes e inequívocos, los sentimientos y expectativas que comparten millones de venezolanos: que la guerra que el Gobierno de Donald Trump ha desatado en contra del narcotráfico internacional, y en particular en contra del Cartel de los Soles, tenga como su resultado más significativo, el fin de la dictadura de Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y Vladimir Padrino López, y el inicio inmediato de un Gobierno de emergencia y unidad nacional, encabezado por el presidente electo, Edmundo González Urrutia.
El que millones de familias y ciudadanos protagonicen una lucha diaria por la sobrevivencia, en medio de las extremas dificultades que significa alimentarse en una nación cuyos sistemas productivos han sido destruidos; o que madres y padres inviertan sus escasas energías para mantener hogares en los que son recurrentes los fallos de electricidad, agua potable o gas doméstico, no significa, en absoluto, que la sociedad venezolana haya sucumbido al pesimismo (pesimismo que se traduce en la manida frase de 'aquí no va a pasar nada'), o que sea indiferente ante la posibilidad de un cambio durante el 2025.
La Venezuela previa a la fase dos es la sociedad que anhela la democracia y se prepara silenciosamente para el final de la narcodictadura
No puede ser indiferente, aunque sea víctima de la desinformación y la censura gubernamental, una rotunda mayoría ciudadana que el 28 de julio de 2024, derrotó a Nicolás Maduro en el proceso electoral y que, a continuación, fue testigo del asalto al poder y del establecimiento de una narcodictadura. Que no es indiferente lo prueba que, en poco más de un año, la oposición política ha crecido hasta 90 % y que, de acuerdo a rigurosos estudios recientes, el rechazo continúa aumentando. La Venezuela previa a la fase dos es la sociedad que anhela la democracia y se prepara silenciosamente para el final de la narco-dictadura.
Tras la declaración del Gobierno de Donald Trump, que marca el final de la fase uno de la campaña militar en contra del Cartel de los Soles –que ha tenido entre sus logros, uno que insólitamente no se menciona, el control casi total de las aguas internacionales frente a las costas venezolanas–, una vez que se ha anunciado el inminente inicio de la siguiente etapa de acciones militares, han surgido, de forma súbita, una abundante cantidad de expertos en la fase dos, que ahora mismo ocupan espacios en medios de comunicación y redes sociales.
Esos expertos son analistas de los asuntos públicos, economistas, sociólogos, periodistas, opinadores de esto y aquello, futurólogos o exiliados políticos: resulta que saben lo que va a ocurrir; tienen fuentes que les permiten conocer las intenciones de Donald Trump; saben cómo piensa y toma sus decisiones.
No solo: saben de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos; de armamentos y sus características; explican por qué la flota naval estadounidense desplegada tiene la conformación que tiene, y no otra; hablan con propiedad de armamentos, costes, características y alcances; comparan las armas estadounidenses con las de otros países; y así, dan rienda suelta a una especie de urgencia, de necesidad de hablar de lo que tantos venezolanos queremos: 'que pase algo de una vez por todas', porque el cambio de régimen no puede –no debe– seguir esperando.
En realidad, no es posible ni deseable especular sobre lo que podría pasar. El ancho despliegue de recursos militares aéreos, marítimos y terrestres que sido distribuidos en aguas y tierras próximas a Venezuela, muchos de ellos de asombrosa sofisticación, sugiere que son tantas las opciones, tan distintas unas de otras, que la posibilidad de que se produzcan pronósticos acertados guarda una muy baja probabilidad.
Lo otro a considerar: entre el diseño de cualquier operación militar –por muy avanzadas que sean las tecnologías que se utilicen para realizarlo– y su ejecución, siempre hay brechas, accidentes, elementos imprevistos, mínimas discordancias o hechos inesperados. Como en cualquier acción humana planificada, entre la racionalidad del planificador y la topografía real, siempre aparecen disonancias que, a menudo, modifican, para bien o para mal, los resultados.
¿Qué cabe esperar entonces de la fase dos? Me atrevo a sugerir: algo pasará, dada la creciente acumulación de fuerzas militares que, casi a diario, no se ha detenido en las últimas cuatro semanas.
¿Cómo, cuándo actuarán? No lo sabemos (no sabemos siquiera si continuará aumentando el contingente: resulta que ya suma alrededor de diez mil efectivos, muchos de ellos, tropas de élite de excepcional preparación).
Si Trump ordena actuar, ¿podría liquidar al Cartel de los Soles y a la narcodictadura de forma simultánea? Es probable. Muy probable.