Elon Musk y su billón de dólares
En una economía libre, la respuesta es brutalmente simple: quien arriesga su dinero decide
Elon Musk, CEO de Tesla
Esta semana, en los círculos financieros de Estados Unidos, el tema central de controversia no ha sido la reapertura del Gobierno ni el reciente descubrimiento de Donald Trump de que, para ganar la batalla de la asequibilidad –de la que depende su mayoría de cara a las elecciones de medio termino–, los aranceles alimentarios son incompatibles con el objetivo. El verdadero terremoto ha sido el paquete de compensación aprobado por los accionistas de Tesla para Elon Musk.
Un plan que parece obsceno (pero no lo es)
En resumidas cuentas: los accionistas han aprobado un paquete de incentivos valorado en un billón de dólares (trillion americano). Con un 75 % de votos a favor. Y pese a que casi todos los asesores externos de fondos –que no tienen ni una sola acción de Tesla– recomendaron votar en contra. Este plan es adicional a su compensación ordinaria y a sus bonos.
A primera vista, el número parece una obscenidad. Si cumple los hitos, la fortuna de Musk superaría el PIB de 176 países. Estaría por encima del PIB actual de Turquía. Pero ese dato es un espejismo mediático: ignora la riqueza masiva que Musk tendría que crear para llegar a esa compensación. El plan está dividido en 12 tramos, ejecutables durante diez años, con una permanencia adicional de otros diez. Para lograrlo, Musk debe llevar la capitalización bursátil de Tesla desde los 1,3 billones actuales hasta los 8,5 billones. Visto así, Musk capturaría un 14 % del valor creado, bastante por debajo del 20 % estándar en private equity.
Los hitos operativos: ciencia ficción convertida en plan de negocio
Además, debe multiplicar el EBITDA de Tesla por 11 –de 4.200 millones a 50.000 millones. Los hitos operativos tampoco son triviales: entregar más de 20 millones de vehículos en ese plazo (frente a los ocho millones acumulados desde su fundación), alcanzar diez millones de suscriptores de conducción autónoma, producir un millón de robots humanoides Optimus y poner en funcionamiento comercial un millón de robotaxis.
Desde una perspectiva más amplia, esta expansión generaría entre 1 y 1,5 millones de empleos directos en Tesla. Un cuarto de ellos de altísimo valor agregado en ingeniería mecánica, eléctrica y de software. El impacto indirecto elevaría el total a varios millones adicionales.
Los críticos: coherencia fuera de servicio
Los críticos sostienen que ese valor no lo genera Musk, sino el conjunto de Tesla. Esa narrativa, combinada con la percepción de «codicia ilimitada», ha llevado a casi todos los fondos de pensiones públicos –CalPERS, el Comptroller de Nueva York, etc.– a denunciar el plan con ardor moralista. Curiosamente, los mismos fondos que han multiplicado por 20 el valor de su inversión gracias al anterior plan de incentivos. Pedirles coherencia en el actual clima político sería excesivo.
Otros ataques, que son más siniestros, hablan de una conspiración de élites para empobrecer relativamente a la clase trabajadora, erosionar la moral interna y agrandar la brecha salarial. Una lectura ideológica que invisibiliza el funcionamiento real de la creación de valor en un sector hipercompetitivo.
Un plan defensivo ante depredadores corporativos
Estas críticas ignoran dos aspectos esenciales. El primero, explicado por el propio Musk, es defensivo: blindar a Tesla frente a fondos activistas o juntas «envenenadas» que podrían destruir en meses una empresa en crecimiento explosivo, como ocurrió con Yahoo (100.000 millones de valoración reducidos a menos de 5.000 en una década), EMC o Compuware.
Liderazgo transformacional o muerte
El segundo es la importancia del liderazgo transformacional en empresas que operan en ciclos exponenciales. La gestión por comité –inclusiva, pausada, políticamente impecable– es incompatible con la fase en la que está Tesla. Los casos de Hewlett-Packard o Nokia son recordatorios dolorosos de lo que ocurre cuando la burocracia mata la agilidad. En sectores como la robótica, la IA aplicada o las energías renovables, la velocidad de decisión es literalmente un arma de supervivencia.
El dato que nadie quiere admitir: Musk enriqueció a miles de empleados
Además, bajo la dirección de Musk, Tesla ha convertido en millonarios a miles de empleados a través de stock options: todo empleado anterior a 2020 tiene hoy activos superiores a cinco millones de dólares. Un trabajador de fábrica contratado en 2017, con 10.000 opciones, tendría hoy 50 millones. La acción de Tesla ha subido un 20.000 % desde su salida a bolsa.
Mercado en duda, capitalismo en acción
La reacción inicial del mercado ha sido tibia: Tesla ha caído un 10 % desde el anuncio. Pero el sector entero cae: Nvidia un 7 %, AMD un 5 %. El jurado sigue deliberando. Y quizá esa sea precisamente la belleza del capitalismo: los accionistas de Tesla han apostado masivamente (75 %) a que Musk los llevará a Shangri-La. Si se equivocan, la pérdida es suya. Y si cambian de opinión, siempre pueden hacer lo que CalPERS no ha tenido la coherencia de hacer: vender.
Quién decide el valor del liderazgo
Porque, al final, en una guerra tecnológica de suma cero, donde el ganador se lo lleva todo, solo hay una pregunta seria: ¿quién decide cuánto vale el liderazgo? Los políticos creen que ellos. Los burócratas creen que ellos. Los «expertos independientes» –que jamás han fundado una empresa– también creen que ellos están en posesión de la verdad.
Pero en una economía libre, la respuesta es brutalmente simple: quien arriesga su dinero decide. Y si los accionistas quieren pagar un billón a Musk por intentar conquistar el futuro, la única respuesta verdaderamente democrática es: que nadie se interponga entre un individuo, su propiedad y su apuesta por el progreso.