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20 de abril de 2024

Gabriel Boric presidente Chile

El presidente de Chile, Gabriel BoricAFP

El Debate en América

El turno de Gabriel Boric para pedir «perdón u olvido»

Puede ser hora de que Boric y sus cercanos se bajen del pedestal moral que se han autoerigido y reconozcan de verdad, con palabras seguidas por hechos concretos, que se han equivocado y están dispuestos a corregir el rumbo

Durante décadas, la izquierda chilena ha exigido a sus rivales de la derecha que pidan perdón y reconozcan su apoyo y colaboración con el régimen militar liderado por Augusto Pinochet entre 1973 y 1990. Eso le ha servido para ubicarse en una altura moral desde la cual reclama arrepentimiento y se adjudica el monopolio de la legitimidad.
Como la historia es redonda y da vueltas, el presidente Gabriel Boric y la extrema izquierda chilena se encuentran hoy ubicados –guardando las debidas proporciones— en una situación asimilable a la que han denunciado por años.
La diferencia es que ahora son ellos los que deben dar pruebas de blancura y demostrar que, después de haber apoyado y alentado la violencia que se desató en Chile con la revuelta del 18 de octubre de 2019, muestran arrepentimiento y están capacitados para poner fin a la sensación de inseguridad e incertidumbre que vive el país.

93 % de los chilenos cree que el país está peor que en 2019 en delincuencia, mientras que el 90 % estima que hoy existe más violencia y el 75 % considera que la situación económica se ha deteriorado

La evaluación ciudadana respecto de lo ocurrido hace tres años ha ido evolucionando hacia un distanciamiento generalizado.
Según la encuesta Cadem publicada el lunes, 93 % de los chilenos cree que el país está peor que en 2019 en delincuencia, mientras que el 90 % estima que hoy existe más violencia y el 75 % considera que la situación económica se ha deteriorado. Otro sondeo revela que el 68 % cree que «se estaba mejor» antes del estallido que ahora.
A ocho meses de llegar a la presidencia, el respaldo a Boric alcanza apenas al 27 %, el peor registro de su corta gestión y, también, la cifra de popularidad más baja en su carrera como político. El romance de Boric con la opinión pública chilena parece haber concluido en un divorcio poco amistoso.
Lo peor, sin embargo, puede estar por venir. La economía se desacelera y seguramente entrará en recesión en los últimos meses de 2022.
El Banco Central ha elevado las tasas de interés y la inversión privada se encuentra estancada. La Cepal y el Banco Mundial coinciden en pronosticar que Chile será el país latinoamericano con el peor desempeño económico en 2023,
La sensación de temor ante el crimen se ubica en cotas históricas y la capacidad de la Policía para poner orden se ha visto reducida al mínimo, en parte por escándalos de corrupción interna que le hicieron perder prestigio y en parte también por falta de apoyo desde la autoridad política.
En esto último Boric y su coalición poseen una gran cuota de responsabilidad. Durante largo tiempo se dedicaron a insultar y rebajar la autoridad de Carabineros, pidiendo la «refundación» de la policía y ensalzando a quienes los atacaban en diversas ciudades del país, incluyendo asaltos a comisarías y carros policiales.
La justificación cómplice, por parte de Boric y la extrema izquierda, del frenesí violentista iniciado en octubre de 2019 es una herida abierta para la credibilidad y coherencia de la actual coalición de gobierno.
Durante un tiempo, esa actitud de connivencia violentista le entregó réditos a Boric. Incluso le permitió llegar al palacio de La Moneda.
Sin embargo, ya en la campaña presidencial hubo algunas señales de alerta, como cuando José Antonio Kast, el candidato conservador que hizo de la seguridad ciudadana y la lucha antiinmigración su caballo de batalla, ganó la mayoría relativa en la primera vuelta de noviembre pasado.
Una vez asumido el gobierno, Boric apoyó la propuesta constitucional surgida de una Convención desprestigiada por sus errores, su irrespetuosidad con los emblemas nacionales y el contenido de un borrador que amenazaba con dividir a Chile y alimentar el conflicto social.
La paliza recibida en el plebiscito del 4 de septiembre (62 % votó en contra del proyecto) debió haber sido una lección de humildad para una izquierda radical que, desde el gobierno y la Convención, no supo administrar su momentánea popularidad y no quiso interpretar al país que le entregó su confianza en un momento de fervor revolucionario.
Ahora ese fervor ha quedado atrás y la preocupación ciudadana es recuperar el orden y echar a andar de nuevo la máquina productiva.
Aunque el presidente ha sostenido en numerosas ocasiones que está atento a las demandas populares y que centrará sus esfuerzos en los temas prioritarios del momento (combate a la criminalidad y crecimiento económico), la población parece no creerle.

Boric mostraba sonriente una camiseta con el rostro baleado del asesinado senador derechista Jaime Guzmán, alababa al «comandante Ramiro» del grupo terrorista Frente Patriótico Manuel Rodríguez y fustigaba a gritos a militares en medio del estallido de 2019

El mandatario carga con una mochila pesada desde sus no tan lejanos tiempos como líder estudiantil y diputado, cuando mostraba sonriente una camiseta con el rostro baleado del asesinado senador derechista Jaime Guzmán, alababa al «comandante Ramiro» del grupo terrorista Frente Patriótico Manuel Rodríguez, fustigaba a gritos a militares en medio del estallido de 2019, acusándolos de portar «armas de guerra», o demandaba con palabrotas la refundación de Carabineros luego de que un oficial matara en defensa propia (según fue acreditado en tribunales) a una persona que lo atacó con sables hechizos.

2022 registra más asesinatos de carabineros que en cualquier año desde 2000

Ahora que está encargado de preservar el orden público en tiempos de violencia (2022 registra más asesinatos de carabineros que en cualquier año desde 2000), el mandatario está conociendo la otra cara de la situación.
Apremiado por la persistencia de la criminalidad y el desorden público, habla hoy de «nuestros Carabineros», dice que la policía cuenta con «todo su respaldo» y asegura que «seremos unos perros en la persecución de la delincuencia».
Pero no es capaz de contenerse: en el discurso que pronunció para conmemorar los hechos del 18 de octubre el martes pasado, usó un tono conciliador, pero igualmente acusó a la policía de haber cometido «abusos sexuales» contra manifestantes detenidos en aquella oportunidad, denuncia que no está avalada por las investigaciones judiciales llevadas a cabo por los Tribunales de Justicia.
El problema es que la población no sabe a quién creerle: ¿al «nuevo» Boric que ahora se expresa así o al que construyó su identidad política desafiando a la autoridad policial?
En campaña, las palabras suelen valer más que los hechos; pero, cuando se está en el poder, la relación se invierte y la gente exige resultados, no declaraciones.
Hasta el momento, Boric muestra un gran despliegue retórico, pero muy escasa capacidad para cumplir.
Su gobierno se sitúa por debajo de las expectativas más pesimistas y hay quienes creen, como el influyente comentarista liberal Carlos Peña, que «el país es un desastre» y que se requiere cirugía mayor.
Existen muchas dudas respecto de si Boric es el líder que el país requiere en estos momentos. Para llegar a serlo, debería cambiar de piel y transformarse en algo que hasta ahora no ha sido.
Quizás un primer paso para acercarse a la población que hoy mayoritariamente no le cree seria pedir perdón por su actitud ante la violencia y el desorden que él mismo amparó en 2019. . Sin embargo, es una posibilidad que su sector ha desechado de plano.
Después de mucho tiempo exigiendo a otros que se disculpen, puede ser hora de que Boric y sus cercanos se bajen del pedestal moral que se han autoerigido y reconozcan de verdad, con palabras seguidas por hechos concretos, que se han equivocado y están dispuestos a corregir el rumbo.
Lo que está en juego no solo es su credibilidad, sino su capacidad para liderar el proceso político, sin enfrentar cuestionamientos constantes ni verse obligados a hacer malabarismos retóricos que confunden más de lo que aclaran. Si no lo hacen, 2023 puede ser un año aciago para Chile.
  • Juan Ignacio Brito es director del Centro de Estudios de la Comunicación (ECU) e investigador del centro Signos de la Universidad de los Andes en Santiago de Chile
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