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27 de abril de 2024

Juan Carlos Aguilera
el debate en américa

Historia de otra Constitución en Chile

Se elijen Consejeros Constitucionales que tendrán el mandato de redactar una nueva Constitución, la décima desde el año 1811, en caso de aprobarse el próximo 17 de diciembre cuando se someta a plebiscito

Actualizada 04:30

En Chile, hoy 7 de mayo, se vive un nuevo momento constitucional, momento que dependerá de quienes salgan electos como Consejeros Constitucionales, los que tendrán el mandato de redactar una nueva Constitución, la décima desde el año 1811, en caso de aprobarse el próximo 17 de diciembre cuando se someta a plebiscito.
Vivimos un momento constitucional que podría caracterizarse como de fatiga y hastío, por el interminable número de elecciones que ha habido durante los últimos dos años y sin que se hayan cumplido los anhelos de los electores.
El momento constitucional se entrelaza y puede constituir el culmen de un tiempo de revoluciones que tienen su origen más próximo en el año 1964, cuando se inicia la Revolución en Libertad de la Democracia Cristiana que entregó el poder en 1970 a Allende quien, a su vez, encabezó la Vía Chilena al Socialismo con su Revolución de Empanadas y Vino Tinto que terminó en una embriaguez ideologizante y el país al borde de una guerra civil en 1973.
El 11 de septiembre de 1973 se inicia una nueva revolución. La Revolución Militar que tuvo como cometido fundamental superar el descalabro al que fue llevado el país, por el gobierno de la Unidad Popular, en el ámbito político, económico y social. Al término de la Revolución Militar, con la misión cumplida, el poder fue entregado a la civilidad, luego de la realización de las elecciones libres e informadas, tal como estaba previsto en el itinerario constitucional contemplado en el articulado transitorio de la nueva Constitución política de 1980.
Así, en 1990, se da inicio a nuevo periodo que pone en marcha el nuevo orden institucional, contemplado en la Constitución de 1980 que puso las bases de una nueva institucionalidad y permitió los vilipendiados 30 años denominados así por la izquierda radical.
Sin embargo, desde los años 80, el país venía exhibiendo una mejora real y objetiva en materias como la mortalidad y desnutrición infantil, agua potable, alcantarillado, vivienda propia, derecho de propiedad, libertad de asociación, educación superior privada, educación infantil y juvenil subvencionada, apertura económica al mundo, etc.
En cierto sentido, los llamados 30 años de gobiernos de la Concertación de Partidos por la Democracia, constituyeron una continuación de lo que se venía gestando desde los años 80 y se corresponden con los «gloriosos treinta años» que experimentó, bajo el gobierno de la CDU, la Alemania de la post guerra los años 1945 a 1975.

Durante esos treinta años, la derecha, centro derecha y centro izquierda en Chile, convivieron pacíficamente

Durante esos treinta años, la derecha, centro derecha y centro izquierda en Chile, convivieron pacíficamente, con acuerdos en materias fundamentales que permitieron la gobernabilidad y desarrollo del país conforme a las bases institucionales de la Constitución de 1980. Fue un periodo que incluso tuvo una denominación política: democracia de los acuerdos.

La Constitución de Ricardo Lagos

En el año 2005, por presiones permanentes de la izquierda se firma por el presidente socialista, Ricardo Lagos, un texto constitucional, aún vigente. No obstante que se ha gobernado y gobierna con él, tanto la centro derecha, centro izquierda e izquierda, la consideran muerta o ilegítima, respectivamente, en virtud que mantiene la arquitectura constitucional de la Constitución de 1980.
La democracia de los acuerdos comienza a desmoronarse de manera creciente y galopante con el segundo gobierno de la marxista y atea Michelle Bachelet, cuyo programa de gobierno que no fue leído por sus aliados, contemplaba el inicio de la ruta al socialismo.
La incorporación del Partido Comunista, el cambio del sistema electoral que trajo la fragmentación política y la desvitalización de esta, fue el comienzo de una nueva etapa de la vida política del país que ya venía herida por los fenómenos de corrupción durante el mandato del socialista Ricardo Lagos, cuyo gobierno estuvo a punto de naufragar sino es por el salvavidas que le dio la derecha.
Durante los treinta años que deberían propiamente llamarse treinta y cinco, la sociedad chilena experimentó mayores índices de bienestar, pero desde el año 1997 en que se aprobó la ley de divorcio, promovida por los democratacristianos Mariana Alwyn e Ignacio Walker, y que entró en vigencia en el año 2004, comenzó a producirse, en nombre del desarrollo, una escalada de leyes, aborto incluido, que iban en contra de lo que eran las bases morales culturales del país.
Junto a lo anterior se produjo de manera galopante, un crisis de autoridad y relajo en la aplicación de la ley, a partir de una nueva reforma procesal penal con vocación garantista que ha socavado seriamente el estado de derecho y el imperio de la ley. Sin dejar de mencionar la violencia terrorista con tintes separatistas que desde finales de los años 90 viene asolando a la macrozona sur del país. Un hecho paradigmático que pone de manifiesto la crisis de autoridad fue cuando una estudiante, en julio del 2008, en un «encuentro participativo», arroja agua en el rostro de la ministra de educación del momento y sin sanción alguna.

La marcha de No son 30 pesos sino 30 años que desemboca en la rebelión de octubre del 2019

Desde el año 2011, comenzaron las protestas de los indignados, comenzando con los estudiantes, y terminando con ellos, en la marcha de No son 30 pesos sino 30 años que desemboca en la rebelión de octubre del 2019 y que tiene como punto de inflexión la claudicación de parte del presidente Sebastián Piñera, quien, por un golpe blanco del congreso, liderado por la izquierda, entrega la Constitución y el país ingresa a un período de violencia e inseguridad que dura hasta hoy. Y entretanto, llega al poder Gabriel Boric, que se convierte en el jefe de campaña del experimento fallido de un proceso constitucional, que le permitiría terminar la revolución inconclusa de Allende, al modo de los regímenes de Hugo Chávez, Rafael Correa, Evo Morales, etc., intentando refundar el país, descolonizarlo.
El pueblo se convirtió en constituyente, la llamada lista del pueblo, pero en realidad fue el pueblo sin el pueblo y cuando se sometió a plebiscito el experimento de ingeniería social, el verdadero pueblo, no la oclocracia, se pronunció con un contundente 62 % de rechazo. Pero como los políticos de centro derecha, centro izquierda y extrema izquierda, consideran muerta la Constitución del socialista Ricardo Lagos que rige desde 2005, iniciaron un nuevo experimento constitucional.
Cuando la ideología y los deseos son más fuertes que la razón y la sensatez, vuelven a aparecer (en la actual comisión de expertos que tiene la misión de escribir un texto que servirá de borrador para los Consejeros Constitucionales ya electos) los aires refundacionales que se creían sepultados.
Luego de acordar un texto base bastante sensato, ingresan más de 900 enmiendas a lo ya acordado, como si aquello, no hubiera tenido validez. Y entre las enmiendas comienzan nuevamente los cantos de sirena y fiebre delirante, como ha sido considerado por diversos estudios en los que se pone de manifiesto que las enmiendas de los partidos oficialistas, «representan una especial dificultad por su parecido con el texto propuesto por la fracasada convención constitucional y rechazado por la ciudadanía el 4 de septiembre» pasado. Lo cual trae inevitablemente a la memoria el lema de la Unidad Popular en las elecciones de marzo de 1973. Avanzar sin tranzar.

Los Consejeros Constitucionales, tendrán la tarea de redactar un texto en el que la prudencia y sensatez deben primar

La elección de hoy, entonces, tiene la relevancia de que los Consejeros Constitucionales, tendrán la tarea de redactar un texto en el que la prudencia y sensatez deben primar de manera eminente o puede ocurrir, como expresó Andrés Bello, en 1848: «¿Puede calificarse de otro modo una Constitución que se saluda hoy con aclamaciones y juramentos para escupirse mañana? La desgraciada catástrofe de Rancagua no fue efecto de la Constitución escrita, sino de la Constitución real del pueblo chileno.
Así cuando el señor Chacón nos dice que sólo el historiador constitucional que penetra a fondo el modo de ser de la sociedad, puede darnos las verdaderas causas de los acontecimientos políticos, no dice nada a que no estemos dispuestos a suscribir; pero el historiador que así proceda, no habrá ceñido sus ideas a la Constitución escrita sino al fondo de la sociedad, a las costumbres, a los sentimientos que en ella dominan que ejercen una acción irresistible sobre los hombres y las cosas, y con respecto a los cuales el texto constitucional puede no ser más que una hoja ligera que nada a flor de agua sobre el torrente revolucionario, y al fin se hunde en él».
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