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Hans Modrow, último primer ministro de la República Democrática Alemana (Rda)

Hans Modrow, último primer ministro de la República Democrática Alemana (Rda)AFP

Hans Modrow (1928-2023)

El inútil intento de preservar la existencia de Alemania Oriental

Quiso evitar la reunificación, pero se topó con la determinación de Helmut Kohl y de la opinión pública

Hans Modrow, último primer ministro de la República Democrática Alemana (Rda)
Nació en Jansenitz (hoy Jansienica, Polonia) el 27 de enero de 1928 y falleció en Berlín el 11 de febrero de 2023

Hans Modrow

Obrero antes de completar su formación académica en la Rda y en la Unión Soviética, escaló todos los peldaños de régimen comunista antes de ser nombrado primer ministro, cargo que desempeñó entre noviembre de 1989 y marzo de 1990.

Hans Modrow tomó posesión como primer ministro de la República Democrática Alemana (Rda) el 13 de noviembre de 1989, cuatro días después de la caída del Muro de Berlín, mientras el régimen del Partido Socialista Unificado de Alemania (Sed) empezaba a hacer aguas. Su nombramiento fue posible gracias a las presiones ejercidas desde Moscú por Mijail Gorbachov y en contra de la voluntad de Egon Krenz, efímero sucesor de Erich Honecker al frente del Sed, y de muchos de los prebostes de la cúpula comunista.

Con fama de reformista desde mediados de los ochenta, pero sin cumplir los requisitos para ser considerado demócrata genuino, los objetivos de Modrow divergían de los del canciller de la República Federal Alemana, Helmut Kohl. Así, el 17 de noviembre, en su declaración programática, se comprometió a organizar elecciones libres en un plazo de seis meses, una amplia reforma económica, pero sin encaminarse claramente hacia una economía de libre mercado; sobre todo confiaba en que los resultados de sus reformas desembocarían en un «cambio profundo» que aniquilase «las especulaciones peligrosas y nada realistas sobre la reunificación».

Por si no fuera suficiente, Modrow añadió que una «Rda estable era fundamental para la estabilidad de Europa central y también para la de todo el continente». Como subraya la historiadora Kristina Spohr en «Después del Muro», el propósito de Modrow era una «unión contractual» que partiera «del conjunto de tratados políticos y económicos de la Ostpolitik y la Osthandel que habían firmado los dos estados en las décadas anteriores». En suma, Modrow quería negociar de igual a igual con Kohl y sin plazo fijo.

Semejante enfoque –ni reunificación, ni apuesta clara economía de mercado– hizo saltar alarmas en Bonn y tuvo como principal efecto que Kohl ordenase, con el apoyo de Estados Unidos y la Unión Europea –algo renuente al principio, más decidido según avanzaban los días– acelerar los acontecimientos. La reunificación sería el objetivo innegociable en torno al cual se debía articular toda negociación.

Los acontecimientos iban a darle la razón, no tanto por la vía de la negociación diplomática como del veredicto popular: nada más aterrizar en Dresde el 20 de diciembre para verse por primera vez las caras con Modrow, Kohl pronto entendió, ante la marea de banderas de su país que inundaba el trayecto entre el aeropuerto y la ciudad, que su victoria estaba cerca. Obtuvo confirmación de su vaticinio al día siguiente mientras se dirigía a las masas: el espacio estaba ocupado por pancartas que rezaban: «Kohl, canciller de los alemanes», «Somos un solo pueblo» o «Unidad, ya».

Las conversaciones fueron, pues, un mero trámite. El 22, cuando ambos acudieron a Berlín para celebrar la reapertura de la Puerta de Brandeburgo, en Berlín, ya se habían despejado las dudas sobre quién había ganado el pulso. Modrow agravó su situación el 11 de enero de 1990 al proponer una reforma de la Stasi, la temible policía política: la opinión pública solo contemplaba su disolución. Sus posteriores peticiones de ayuda económica a Kohl cayeron, como era previsible, en saco roto. El Gobierno de Modrow se desmoronaba a pasos agigantados, siendo irrelevante su influencia en los comicios celebrados en marzo.

Tras ceder las riendas del Gobierno a Lothar De Maizière, que culminó el camino hacia la reunificación, Modrow tenía que enfrentarse a un oscuro futuro judicial. Compareció ante diversos tribunales, si bien al final solo fue condenado a una pena suspensiva por fraude electoral en las últimas elecciones municipales de la dictadura. Mas salió judicialmente indemne de la represión, por él ordenada en octubre de 1989, a los manifestantes que iniciaron las protestas que tumbarían a un régimen al que sirvió hasta el último día.

Modrow reapareció años después como dirigente de «Die Linke», partido de la izquierda radical alemana. Fue incluso eurodiputado entre 1999 y 2004, convirtiéndose en referente nostálgico de un comunismo germanooriental del que nunca renegó. Antiguo jefecillo de las juventudes hitlerianas, fue hecho prisionero de guerra por los soviéticos, que le lavaron el cerebro. Con éxito: nada más volver a la Rda en 1949, adhirió al Sed.

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