La política como vocación

Hay políticos que tienen contribuciones decisivas para la historia de España aunque su figura quede eclipsada por su voluntaria discreción. Ése fue el caso de Gabriel Elorriaga Fernández. Con su fallecimiento desaparece el penúltimo de los siete detenidos en febrero de 1956 por las revueltas estudiantiles en la entonces Universidad Central de Madrid. Junto a los jóvenes universitarios —Ramón Tamames, Sánchez Dragó, Javier Pradera, Miguel Sánchez Ferlosio, Enrique Mújica y José María Ruiz Gallardón— bajo la inspiración de Dionisio Ridruejo, participó en el desafío al monopolio del SEU. Hubo enfrentamientos violentos con algún herido grave por arma de fuego y la crisis terminó con el cese de dos ministros.

Cada uno de los detenidos siguió más tarde caminos políticos diferentes, pero su compromiso fue la primera prueba de que la concordia era posible y de que una nueva generación estaba dispuesta a superar las divisiones del pasado. Desde entonces nada sería lo mismo en el régimen de Franco. Elorriaga, licenciado en Derecho y con una clara orientación política e intelectual, colaboró en revistas universitarias como La Hora lo que le permitió desarrollar una vocación como ensayista y articulista. A finales de los 50 entró en contacto con Manuel Fraga y publicó su primer libro que sería La vocación política. Pronto comenzaría a colaborar en muchas de las iniciativas que puso en marcha el político gallego desde el Ministerio de Información y Turismo. Ese trabajo le permitió tomar parte en la que, sin duda, fue la acción decisiva que condujo al nombramiento de Don Juan Carlos como sucesor a título de Rey.

A finales de 1968, el director de la Agencia Efe, Carlos Mendo, realizó una entrevista al entonces Príncipe. Las declaraciones se ultimaron por el Gabinete del Ministro por parte de Elorriaga. Eran varias las opciones que Franco tenía y Don Juan Carlos mostraba su disposición a asumir la corona sabiendo la herida que causaría a su padre, Don Juan de Borbón. Con esas declaraciones Don Juan Carlos soltó amarras y siete años después sería el piloto del cambio. La vuelta de la Monarquía exigió muchos sacrificios y esas declaraciones fueron una pieza esencial en ese proceso. No fue el único contacto que tuvo en ese tiempo con el futuro Rey de España. Poco después, en la transición, siguió siendo estrecho colaborador de Manuel Fraga y tuvo un papel activo en la puesta en marcha y el desarrollo de Alianza Popular.

En estos tiempos agrios en los que se mira al pasado con ira, es imprescindible recordar cómo el centro derecha democrático tuvo una participación decisiva para que España fuese una democracia plena. La moderación y la finura política de Elorriaga fue siempre reconocida tanto en el Congreso de los Diputados, en el Senado y también en el extranjero, ya que fue miembro de la Asamblea Parlamentaria de la OTAN. Publicó numerosas obras sobre la estructura jurídica del Estado, el papel de la Corona y de actualidad política. Fue una de esas personalidades cuyo paso por la historia de España la mejora de una forma determinante, además, contribuyó a elevar el nivel del debate lo que permite hacer que reconozcamos esas décadas como un pasado mejor. Sin duda, uno de los mejores ejemplos de una generación, la del 56, que supo asumir un doloroso pasado para construir una España en la que cupiesen todos. Con mucho, la mejor del siglo XX. Supo transmitir la noble vocación política a sus hijos Beatriz y Gabriel. También su finura, afán intelectual y moderación. Ha fallecido en silencio, quizás con discreción gallega, un gran hombre.