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27 de abril de 2024

Ramón Palacios Rubio celebrando sus 100 años

Ramón Palacios Rubio celebrando sus 100 añosPP de La Carolina

Ramón Palacios (1920-2023)

A la antigua usanza

Alcalde de La Carolina durante tres lustros en el franquismo y más de un cuarto de siglo en democracia, este hombre de estilo paternalista fue el artífice del despegue económico del municipio

Ramón Palacios Rubio celebrando sus 100 años
Nació en La Carolina el 27 de febrero de 1920 y falleció en Madrid el 12 de febrero de 2023

Ramón Palacios Rubio

Alcalde y senador

Formado en la Escuela Técnica Industrial, fue nombrado alcalde de su ciudad natal en 1960 y se mantuvo en el cargo hasta 1976. Lo recuperó en 1980, ya por la vía democrática, por un periodo de 27 años. También presidió la Diputación de Jaén y fue senador, en los noventa, por el Partido Popular.

Cuando el Gobierno nombró a Ramón Palacios alcalde de La Carolina en 1960, el municipio jienense, puerta de entrada en Andalucía, experimentaba el principio de la decadencia de sus minas de plomo. El nuevo regidor tomó medidas para mejorar las condiciones de los mineros. Sin ir más lejos, puso en marcha un medio de transporte específico para ellos: hasta entonces muchos se desplazaban a pie hasta los pozos.
Más la clarividencia de Palacios le hizo entender, y muy pronto, que la prosperidad de La Carolina estaría supeditada a su desarrollo industrial. Actuó con rapidez mediante unos planes de atractividad empresarial que hubieran quedado en poca cosa sin unas cuantiosas inversiones públicas que el alcalde lograba gracias a sus excelentes contactos en las altas esferas del Estado, empezando por el mismísimo entorno del palacio de El Pardo.
La apuesta dio los frutos: en pocos años, La Carolina se convirtió en uno de los municipios con mayor renta per cápita de España y llegó a tener en su término el polígono industrial de mayor tamaño de Andalucía. Palacios, que presidió asimismo la Diputación de Jaén durante varios años, combinaba el exitoso modelo con un paternalismo a la antigua usanza, configurado por una autoridad inapelable, un gran carisma y un muy bien engrasado sistema de favores siempre correspondidos.
Con la vuelta de la democracia, y tras un periodo al margen de la primera línea de la política, Palacios logró recuperar la Alcaldía de La Carolina en 1980. Intentó repetir la jugada que tan buenos resultados le había dado dos décadas antes. Y con el mismo estilo: en 1984, unas ambiguas e inoportunas declaraciones, realizadas en presencia del comandante militar de la zona, le hicieron pasar por golpista, siendo inmediatamente desposeído de sus cargos en la Diputación, en los que fue repuesto poco después por la Justicia.
La segunda gran etapa de Palacios, que también ostentó escaño en el Senado durante varias legislaturas, coincidió con la llegada al poder, en 1996, del Gobierno encabezado por José María Aznar, de quien era amigo personal. Durante los ocho años de gestión del Partido Popular, el dinero público volvió a caer a chorros sobre La Carolina, que, además, recibió durante ese periodo 21 visitas ministeriales. Sus protagonistas eran generosamente agasajados por Palacios. Solían recibir –fue el caso, entre otros, de Francisco Álvarez-Cascos– la Medalla de Oro del municipio. O incluso, más: Josep Piqué fue honrado con una avenida que aún lleva su nombre. Esto era la versión más presentable del caciquismo.
La más bochornosa se plasmó en diversos episodios. Uno de ellos, fue la simulación de secuestro a manos de Eta protagonizada en 1998 por el concejal de La Carolina, del Partido Popular, Bartolomé Rubia, Bartolín, que durante cuarenta y ocho horas tuvo en vilo a una España que vivía en el temor constante de los crímenes de la banda terrorista. Palacios no tuvo responsabilidad alguna en lo ocurrido. Pero a medida que se iban apareciendo elementos de la superchería, se descubrió, por ejemplo, que Bartolín era ahijado de Palacios y su padre, chófer del alcalde. Así funcionaba el peculiar «sistema» de Palacios.
Otro, más grave aún, si cabe, tuvo que ver con el pago sistemático de sobresueldos a cerca de setenta empleados municipales que gozaban de la máxima confianza de Palacios. La cuantía gastada sin justificación se situaba, anualmente, en torno al medio millón de euros, siendo anulada la práctica por el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía tras una acción judicial iniciada por la sucesora socialista de Palacios, Ángela Férriz, En cambio, la Fiscalía archivó la causa por prevaricación por los mismos motivos. Para entonces, era 2008, ya hacía un año que Palacios había dejado de ser el primer edil de La Carolina: sus administrados habían considerado que cinco mandatos eran más que suficientes. Pero su huella sobre la ciudad que debe su nombre a Carlos III es indeleble.
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