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28 de abril de 2024

Santiago Arellano, en una entrevista para la Editorial Pequeño Monasterio

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Santiago Arellano (1944-2023)

Santiago Arellano, de las buenas letras a la mejor educación

Docente y escritor, fue director general de Educación en gobiernos de Unión del Pueblo Navarro

Santiago Arellano

Santiago Arellano

Nació en Pamplona en 1944, fue bautizado en la iglesia de san Lorenzo (sede del patrón San Fermín) y ha fallecido también en Pamplona a los 79 años

Su experiencia como Inspector Extraordinario de Enseñanza Media y su paso por la presidencia del Instituto Nacional de Evaluación educativa, le hizo ver la importancia de los buenos equipos de dirección en los centros

El día cinco de diciembre pasado, a los 79 años, falleció en Pamplona, ciudad que le vio nacer en 1944, Santiago Arellano Hernández, personalidad educativa y literaria de primer orden. Tras ser bautizado en la pamplonesa parroquia de san Lorenzo que alberga la capilla de san Fermín, transcurrió su infancia en la Corella familiar, en un ambiente doméstico de hondas raíces cristianas y maestros de una escuela nacional, como se decía entonces a la enseñanza pública, en sintonía con la realidad social y familiar. A los diez años ingresó en el colegio, vivero de vocaciones, de los padres Paúles de Pamplona donde recibió una sólida formación religiosa y cultural, con la devoción que ha mantenido a su muerte por la Virgen Milagrosa, el santo rosario y el Corazón de Jesús. Con su esposa Maite, sus tres hijos –uno de ellos sacerdote incardinado en la arquidiócesis toledana–, siete nietos, su familia en la que hay un hermano misionero paúl, ha tejido a lo largo de su vida una red admirable de vínculos indelebles.
Estudió en la Universidad Central de Barcelona, en una de sus épocas doradas, para licenciarse en Filosofía y Letras, y en especial en la sección de Lengua y Literatura. Dotado del don de la palabra y pasmosa facilidad de expresión escrita, recibió enseñanzas que valoró toda su vida, a maestros como los profesores Martín de Riquer, Antonio Vilanova, Blecua, Rico, Antonio María Badía que le marcaron en su completa formación como amante de las letras y las palabras y su vertiente educativa. Tras un corto ejercicio profesional en Gerona (colegio Sagrada familia en La Molina), volvió a su tierra natal, como profesor en Pamplona del Instituto Padre Moret, para desempeñar tareas directivas en el mismo y en el Navarro Villoslada, donde fue catedrático, director de estudios y director. Muy importante fue el ejercicio docente en la Escuela Normal de Magisterio Huarte de San Juan de la capital navarra, en un momento de cambio de planes, como la transición del de 1950, a los de 1967 y 1971, con el germen de lo que sería después Escuela Universitaria y facultad de Educación.
Alejado de política partidista y fiel a las enseñanzas que recibió y cultivó en el área tradicionalista –ha sido consejero nacional de la Comunión Tradicionalista Carlista–, fue designado director general de Educación en gobiernos de Unión del Pueblo Navarro (UPN), cargo que ejerció durante doce años. Apoyado en excelentes equipos de colaboradores supo intuir los cambios y dar a su labor como alto directivo y en consonancia con los requerimientos sociales, unos auténticos cauces de participación. Su experiencia como Inspector Extraordinario de Enseñanza Media y su paso por la presidencia del Instituto Nacional de Evaluación educativa, le hizo ver la importancia de los buenos equipos de dirección en los centros.
Quien lo ha conocido y tratado, ha visto en él una coherente vida de espiritualidad que ha difundido por muchos medios. Por ejemplo, organizando campamentos familiares en verano, peregrinaciones a santuarios como San Miguel de Aralar y otros marianos, la promoción del Camino de Santiago, veladas de Adoración Nocturna y fomento del Rosario. Compatible con esta vivencia radical y amable en lo religioso, fue su vocación permanente a la Lengua y Literatura tanto en el ámbito docente, como en el cultural e institucional. A través del teatro, del ensayo, la lectura y la difusión de las buenas lecturas, Santiago Arellano fue un buen misionero también en el ámbito de la Literatura. Escribió en muchos medios, hasta las fechas actuales, por ejemplo en la revista diocesana La Verdad, donde tenía una sección fija. Inspiró la información clara, bien orientada y perfectamente expuesta en medios como Navarra Confidencial. Su obra escrita es importante. Un libro suyo de impacto fue el titulado Aprender a mirar aprender a vivir. Memorias literarias de un profesor católico. Cultivó distintos géneros literarios, incluidos poesía y teatro, e hizo una labor pedagógica encomiable, aplicando en obras literarias imperecederas, los valores morales que la sociedad precisa. Practicó con éxito notorio la oratoria y declamación.
En cuanto a trabajos de carácter pedagógico destacaría algunos de ellos que conozco y enumero: En clave de calidad hacia el éxito escolar; El papel de los agentes educativos en la sociedad del conocimiento; El alumno como eje de la educación; y fruto de su condición de ponente en el Congreso General de la Familia –Pamplona, mayo de 2002– titulado Medios y formas de representación social de las familias según ámbitos y sectores. En esta participación en el congreso navarro, expresó de modo rotundo y claro: «La familia surge apoyándose como pilar fundamental en la noción de persona, concepto diferente al de mero individuo… La palabra amar puede significar muchas cosas pero tiene que ver con la búsqueda del bien del otro. Los clásicos nos dijeron que amar es siempre querer a alguien para procurarle el bien».
Con el sentimiento de su ausencia terrena, tenemos por seguro que desde el amor infinito que esperamos tenga ya, procure el bien para quienes han recibido sus enseñanzas, escritos y colaboraciones, y nos ayude a mejorar nuestra sociedad manifiestamente mejorable. Descanse en paz.
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