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19 de abril de 2024

Vidas ejemplaresLuis Ventoso

No sobrevaloremos a Sánchez

Es un maniobrero muy habilidoso y tesonero, que concibe el engaño como un arma legítima, pero es dificilísimo que vuelva a ganar las elecciones

Actualizada 09:31

Sánchez levita. Acaba de cerrar una semana triunfal para él. Aparcando los intereses de España y cualquier escrúpulo, ha vuelto a sacar adelante sus Presupuestos apoyándose en lo más nocivo para el país del espectro parlamentario. Tras tal éxito se da por descontado que ya podrá agotar la legislatura.
Lo que está ocurriendo es más sencillo de lo que parece: el PSOE ha alcanzado un pacto bajo cuerda con ERC, por el que uno manda en Madrid y otro en Barcelona. A Junqueras le viene bien ese acuerdo, porque convierte a ERC en la nueva Convergencia que mangonea Cataluña. Con las riendas del poder en sus manos, utilizará el erario público catalán para abonar el terreno para el próximo golpe de Estado, que lanzará en cuanto vea la fruta madura. Y a Sánchez le interesa también esa anómala entente, impensable hace solo cuatro años, porque le permite seguir pernoctando en la Moncloa unos meses más, la única meta que guía su acción.
Sánchez es un maniobrero de gran habilidad y muy tesonero, reconozcámoslo. Cuenta además con la maquiavélica ventaja de que ve el engaño un arma política normal, aceptable. Con esas cualidades ha logrado imposibles. Recuperó la jefatura del PSOE tras ser extirpado de Ferraz por Rubalcaba y González. Consiguió okupar el poder por la puerta de atrás en junio de 2018 sin haber ganado siquiera las elecciones. Pero tampoco lo sobrevaloremos. La verdad es que es dificilísimo que vuelva a ganar los comicios.
Aunque de la mano de Otegi y Junqueras ha logrado salvar unas cuentas de pura fantasía contable –el Banco de España y la UE dixit–, Sánchez está enormemente debilitado. Ha recibido tres sentencias condenatorias del Constitucional, algo que enviaría a su casa sin remisión a cualquier gobernante de ética normal. Todas las policías de España se manifestarán hoy en las calles, incluidas las autonómicas, clamando contra una reforma que los desprotege y dictada por Podemos. Sánchez está en guerra también con empresarios y jueces. La UE ya lo vigila con lupa y ha comenzado a afearle su chapucera gestión de los fondos. Por último, es una máquina de mentir: sigue prometiendo que el precio de la luz acabará en la media de 2018 (60 euros megavatio hora), cuando esta semana ha sido la del recibo más caro de la historia y el megavatio está ya en 225 euros.
El sanchismo y su perímetro mediático, el Orfeón Progresista, del que ya forman parte medios de supuesta derecha, continúan sosteniendo que todo lo anterior no le pasará factura en las urnas. No es cierto. El cántaro de las mentiras llega un momento en que desborda. Hoy Sánchez es un político totalmente desacreditado, nadie le cree, y eso se acaba pagando en votos. Pero lo que le dará la puntilla es la economía. ¿Por qué la semana pasada hubo una gran recolecta especial para los bancos de alimentos? Pues porque muchísimos españoles lo están pasando fatal. La inflación empieza a morder. El cacareado «escudo social» es un trampantojo; la ayudas no llegan, en medio de un marasmo burocrático y de incompetencia (intenten contactar con un servicio público, es kafkiano). La crisis de suministros ralentiza y detiene la actividad fabril (menos empleos). Llega un invierno del descontento y eso no hay gobernante que lo surfee; ni aunque flote sobre la mayor cascada de trolas, embustes, milongas y patrañas que ha conocido la política española reciente. 
(PD: Ahora bien, nunca subestimemos la capacidad de nuestra derecha política de echarle un mano con su extraña afición a pegarse tiros en el pie cuando por fin el viento de las encuestas sopla a favor).
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