Con los años vamos aprendiendo cosas. No solo las que nos llegaron a través de nuestras lecturas, ni siquiera las que nos dejaron como herencia nuestros maestros, no; me refiero a lo que la experiencia y el paso del tiempo nos va dejando claro, de manera diáfana. Uno de esos aprendizajes es que no existe la objetividad. Que todos somos seres fundamentalmente subjetivos. Otro aserto solvente es que la neutralidad es casi imposible. Sobre todo, si vives, si participas en la contienda sana de la convivencia. No podemos ser neutrales ante los etarras, ni ante los que quieren romper nuestro país, ni ante quien abusa de menores, ni ante a quien protege a esos abusadores… La nómina de situaciones ante las que el ser humano no puede mantenerse indiferente es, ciertamente, voluminosa. Aun así, entre los consensos necesarios para convivir en concordia en una sociedad como la española, vuelve a ser urgente restablecer la neutralidad de determinados organismos. Al menos, deben intentarlo por el bien de la democracia en España. El ministro que mayor equidistancia debe tener entre las distintas corrientes políticas es el titular de Interior. Marlaska no es en absoluto neutral. Es más, se ha convertido en el mayor hooligan de Pedro Sánchez. Lo mismo le ocurre a Tezanos, máximo responsable del CIS. Ha perdido toda compostura, a pesar de ser el responsable y administrador de un organismo que es propiedad de todos los españoles –mío también– que pago para que él cobre un sueldo. Por eso no admito más su impostura, su verborrea y la impúdica actitud que un día sí y otro también tiene hacia quien no piensa como él. Restablezcamos los consensos: que cesen a Tezanos.
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