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29 de marzo de 2024

Vidas ejemplaresLuis Ventoso

La chufla del café empoderado y resiliente

O como el Gobierno hace el ridículo con su tontuna doctrinaria ante el terrible drama humanitario de la guerra en Etiopía

Actualizada 11:54

Steven Pinker, que ha recopilado los datos que lo acreditan, asegura que el mundo vive uno de los momentos más pacíficos de su historia. Concuerdo con él, aunque el carrusel de noticias siempre negativas y emitidas a ritmo frenético nos lleve a pensar lo contrario. Ahora mismo no padecemos guerras del calibre de las del espantoso siglo XX (y crucemos los dedos para que la crecida nacionalista-militarista de China no acabe desatando un nuevo carajal planetario). Sin embargo, siguen produciéndose horribles confrontaciones bélicas locales, a las que el Occidente próspero no dedica la debida atención. Una de ellas es la guerra civil que ahora mismo sufre la siempre machacada Etiopía, que con más de cien millones de habitantes es el segundo país más poblado de África.
La historia de lo que está pasando en Etiopía muestra una vez más el papanatismo occidental. En 2019, la Academia sueca otorgó el Nobel de la Paz a Abiy Ahmed Ali, que el año anterior había alcanzado la presidencia de Etiopía y acabado, en teoría, con una lamentable dictadura. Ingeniero formado en Londres, Abiy Ahmed, que hoy tiene 47 años, fue saludado como el gran pacificador que había traído concordia y derechos a su país. Resultó una estafa. Nada más recibir la medalla del Nobel, comenzó a creerse un nuevo mesías y a acumular tics autoritarios. Además se enfrascó en una guerra civil en la región norteña de Tigray, controlada por el Frente de Liberación del Pueblo. Es un conflicto atroz, que está provocando el éxodo de más de un millón de personas, matanzas por parte de ambos bandos y violaciones sistemáticas de mujeres como arma bélica (práctica que el presidente etíope, el Nobel de la Paz, ha justificado en el Parlamento, permitiéndose, incluso, algún chascarrillo al respecto).
En resumen: guerra civil en Etiopía y horrible crisis humanitaria. Pues bien, en este contexto descubrimos, según ha contado El Debate, que nuestro Gobierno ha enviado una ayuda de 1,1 millones para Etiopía a través de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, que depende de Exteriores. A priori nada que objetar, más bien todo lo contrario: un país próspero como España debe echar una mano a seres humanos que están sufriendo semejantes padecimientos. Pero cuando se baja al detalle del asunto nos topamos una vez más con la fatigosa tontuna doctrinaria que distingue al más súper progresista –y empalagoso– de los gobiernos, el nuestro. La ayuda no se envía para que coma la gente que no tiene que llevarse a la boca, o para aportar medicinas y ropa, o para colaborar con misioneros que ayudan sobre el terreno; sino para una acción llamada «Mujeres, café y clima». El objeto de la iniciativa humanitaria del Ejecutivo de Sánchez –y no es una broma, pues lo estoy copiando del BOE– es «el empoderamiento femenino para la resiliencia socioecológica de la cadena del valor del café frente al cambio climático en Etiopía».
Traducción: mientras los etíopes pasan hambre y mueren por una guerra fratricida, nuestro Gobierno desbarra con sus habituales salmodias climáticas y feministas y su jerga súper guay. La anécdota ejemplifica dos rasgos distintivos del sanchismo: su enorme desconexión con la realidad y las necesidades domésticas de las personas y su afán por imponer en todos los ámbitos y circunstancias su cansina ingeniería social.
¿Quién sería el ñoño o la ñoña, por usar la jerga del régimen, que escribió lo del café «resiliente, empoderador y socioecológico»? Merece sin duda la Medalla Sánchez de Diamantes con Encomienda a la Chuminada Políticamente Correcta del Año. Sé que el galardón está muy disputado. Pero, queridos amigos, reconozcamos que esto del café empoderado y resiliente no hay quien lo supere.
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