Fundado en 1910

26 de abril de 2024

Pecados capitalesMayte Alcaraz

Sectarismo contra el cáncer

Ya saben los ciudadanos de Baleares: si necesitan un neurocirujano, un ginecólogo, un anestesista, un nefrólogo, un internista o un psiquiatra, con solo mirar a los ojos de Oriol Junqueras hallarán la sanación

Actualizada 03:39

No puedo imaginar para un profesional de la medicina un destino más agradable que las españolas islas del Mediterráneo: luz, sol y un templado mar acariciando el espíritu de cuantos en ellas moran. Pues hay una política sectaria y acomplejada que ha convertido ese paraíso en un castigo para galenos y pacientes. Enferma de nacionalismo, cree que es más importante hablar catalán en Baleares que curar a otros enfermos, incluidos los de cáncer. Ocurre hoy y ocurre en Ibiza, Mallorca y Menorca, donde una socialista pancatalanista de nombre Francina Armengol, que mal preside el Gobierno insular, ha impuesto hablar catalán a los médicos o aprenderlo en dos años. Y si no, puerta. Hay hospitales donde las bajas de oncólogos se cubren de forma virtual porque ni Dios quiere ejercer la medicina allí. Es decir, importa más para esta palmera (y no es un gentilicio porque no nació en Palma sino en Inca) de Pedro Sánchez que un especialista en tratar tumores infantiles sepa decir a los pacientes benvingut que diagnosticarles una leucemia.
En el Estado del bienestar de la hija del boticario Armengol, lideresa europea en caída del PIB, hay dos oncólogos por cada 70.000 habitantes porque los médicos huyen de la arcadia feliz de Francina, que les paga fatal, les cobra alquileres desorbitados (ella, la reina de la intervención del mercado) y les impone el catalán: donde esté la identidad supremacista que se quite un buen radiólogo o una eficaz internista y si los baleares se quedan sin médicos, que aprendan a ser buenos súbditos del nacionalismo catalán, en cuya republiqueta los tumores se curarían solo con entonar Els Segadors.
Pero es que esta Francina es una figura que habría que clonar. La misma que expedienta a los facultativos que no recetan ibuprofeno en catalán porque cometen «agresiones lingüísticas» es la presidenta que purgó a un policía municipal de Palma porque denunció que una madrugada ella –después de someter a restricciones horarias anticovid a sus conciudadanos– y sus amigotes terminaron en un bar de copas. Como dechado de virtudes que es, la dirigente balear también tiene en su haber una ceguera bochornosa ante los abusos a niñas tuteladas en su Comunidad, que eran prostituidas, sucio asunto cuya investigación ha torpedeado de forma indesmayable la feminista Armengol.
Eso sí, es la campeona del progresismo. Tanto que ha progresado adecuadamente del sol tibio, al que más calienta; de ser una defensora de uno de los odiadores de Sánchez, Pérez Rubalcaba, a encabezar el club de fans del actual presidente del Gobierno. Ambos son dos contenedores vacíos de principios que lo mismo les da que les da lo mismo: ante nuestras narices fabrican auténticos guetos de funcionarios militantes sin importar ni el mérito ni los conocimientos sino el fervor independentista, que en la España de Sánchez y la Baleares de Armengol es una suerte de RH habilitador. Pero con ser grave en el ámbito de la justicia o en el de la educación, es especialmente letal en el sanitario, donde la prioridad no puede ser la lengua, sino la sanación del enfermo. Ya saben los ciudadanos de Baleares: si necesitan un neurocirujano, un ginecólogo, un anestesista, un nefrólogo, un internista o un psiquiatra, con solo mirar a los ojos de Oriol Junqueras hallarán la sanación.
Comentarios

Más de Mayte Alcaraz

  • El campechano Bardem

  • Episodios sanchinales

  • Como si fuéramos tontas

  • La güija de Ione e Irene

  • Carta a Feijóo

  • tracking