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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Que tengan hijos los marroquíes

Nunca ha habido menos españoles dispuestos a asumir el esfuerzo que exige ser padres, el resultado es un país de veteranos, que poco empujaremos cara al futuro

Act. 14 dic. 2025 - 16:32

Tengo un amigo madrileño que debido a su enorme talento para los negocios prácticamente vive en el aire, saltando de una empresa a otra por todo el globo. Tras varios años en esa rutina nómada, su conclusión es clara: «España es el mejor país para vivir que he visto. Solo Italia se le aproxima. Tenemos la mayor calidad de vida del mundo». Puede que no le falte razón, como indica el elocuente dato de que tenemos una esperanza de vida de 84 años, la mayor del mundo tras Japón, Corea del Sur y Suiza.

A mí se me escapa una sonrisa irónica cada vez que un informe internacional sostiene que Finlandia posee la mayor calidad de vida del planeta. Sí, sí… con un frío que convierte ir al súper en una operación militar, con unos datos de alcoholismo y suicidios tétricos y con una forma de ser tan gélida como su termómetro. España disfruta de un clima privilegiado, una variedad paisajística increíble, una riqueza monumental de las mayores del mundo y una mesa y una bodega opulentas. Un supermercado de barrio de una capital de provincia española tiene mejor fruta y pescado que uno caro de Londres. Además, el catolicismo nos ha legado el aprecio por la familia, una red de cariño y lealtad que ya no existe por otros pagos.

Pero este oasis de buena vida sufre dos problemas de largo recorrido, que se ha cronificado: 1.- Los españoles han dejado de tener hijos. 2.- Existe una amenaza rupturista en dos regiones, espoleada por la dejación de funciones –o abierta felonía– del Partido Socialista.

Con nuestra epidemia de hedonismo y bajo compromiso lo hemos logrado: el año pasado los españoles hemos batido nuestro récord negativo de nacimientos, con solo 318.000. La situación es tan desquiciada que el número de abortos equivale ya a un tercio de los niños que vienen al mundo. La natalidad estaría todavía más hundida de no ser por las extranjeras, cuya tasa de procreación duplica a la de las españolas. Es como si nos hubiésemos dicho: «Los hijos que los tengan los marroquíes». Además, la edad media para ser madre se ha retrasado en España a los 32,6 años.

¿Por qué no quieren tener descendencia los españoles de hoy? Cuando abordo el asunto con chavales en el final de veintena o la primera treintena, casi todos dan la misma explicación: el bolsillo, y en concreto la carestía de la vivienda. Es cierto que, en las grandes capitales, y en especial en Madrid y Barcelona, los pisos se están convirtiendo en una quimera para los que están comenzando su vida profesional (y más con unas leyes de vivienda intervencionistas y antiliberales, que han provocado el efecto contrario al que anunciaban). También es verdad que los salarios son muy bajos, lo cual atiende a un tejido de pymes, donde faltan grandes empresas, que son las que al final pagan un poco mejor.

Pero todo lo anterior no constituye la razón principal por la que los españoles –y todos los europeos– ya no tienen hijos. El motivo medular es que no estamos dispuestos a asumir los sacrificios, la vida de ahorro y la entrega sin reservas que supone sacar adelante una familia. Cuando preguntas a los jóvenes por sus prioridades se repiten las palabras «viajar» y «los amigos». Los problemas económicos que invocan los podrían haber alegado con mayor razón nuestros padres y abuelos. La familia es un compromiso, el mayor de ellos, y en una sociedad que se aleja de la responsabilidad y la espiritualidad cuesta asumirlo. El resultado es una España de gente mayor, cuando son los jóvenes quienes poseen las fuerzas para empujar hacia el futuro.

Como telón de fondo, el Gobierno más estúpido que hemos tenido desde 1978 sigue inmerso en su deprimente subcultura de la muerte. El problema es que no tenemos hijos, pero nuestros gobernantes dedican sus esfuerzos a promover el «derecho» al aborto, en lugar de fomentar la natalidad.

España resiste asombrosamente bien para la deriva en que nos hemos embarcado. Pero habrá que ver la foto dentro de treinta años, cuando esto sea un universo de jubilados y empiece a parecer Españistán.

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