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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

«Chiqui, déjalo de mi mano»

Érase que se era un partido que se decía el no va más del feminismo…

En el palacio presidencial de un país imaginario, una empleada de sus oficinas aborda de manera súbita en un pasillo a una destacada dirigente del Gobierno. La mujer está muy compungida. Se dirige a su superior jerárquico con mirada llorosa y la voz tomada por los nervios:

-Ministra, ¿tienes un momento?

-Ay, chiqui, qué voy muy apurá. ¿Tiene que ser ahora? Mejor lo dejamos para otro momento, ¿sabes lo que te digo?

-Ministra, por favor, te lo ruego, es algo muy serio. Además, soy militante del partido y tú estás en la cúpula de nuestra organización y esto te interesa mucho.

-Bueno, bueno, tienes dos minutos. Pero por favor no te me enrolles, que ya sabes que tengo una agenda muy apretá.

-No sé por dónde empezar, es todo tremendo…

-Venga, dale, que me están esperando.

-Es un caso de acoso sexual con dos víctimas, otra militante del partido y yo misma.

-Uy, ¡qué me dices!, ¡qué barbaridad! Eso es muy grave, desde luego. Cuéntame, ¿qué ha pasado exactamente?

-Me da asco hasta contarlo. Un cerdo sobón, con comentarios sexuales todo el día, con que si tienes el culo tal y el escote cuál, con conversaciones improcedentes, con represalias laborales si no le seguías las bromas babosas…

-Qué barbaridad. En el siglo XXI las mujeres todavía tenemos que sufrir a cabronazos de ese calibre. Me dejas helá, chiqui.

-Es tremendo. Ha llegado a describirnos una felación con todo detalle. O a salir del baño con la bragueta medio abierta y acercándose a nuestras caras cuando estábamos sentadas y él de pie.

-Qué asco. No sigas, que no se necesita más. Es intolerable. Inadmisible. Tienes todo mi apoyo y el del partido, no hace falta ni que te lo diga. Qué horror. ¿Y dónde me dices que ha sucedido todo esto? ¿Quién es ese animal?

-Aquí. Ha pasado aquí mismo, en la oficina del gabinete donde trabajamos las dos. Es Francisco José.

-¡Nuestro Pacorro! Ay mi madre.

-Ese.

-Bueno, queda claro. Tú tranquila. Pero mira una cosilla, tendréis alguna prueba concreta, ¿no?

-Nuestros testimonios, algunos WhatsApp. Además, todos los compañeros y compañeras pueden ratificarlo donde haga falta. El caso no ofrece duda, está clarísimo.

-Muy bien, muy bien. Así se hace. Pero claro, tú sabes dónde trabaja este hombre, ¿no? Sabes dónde lo tienen metío…

-¿Cómo no lo voy a saber si lo sufro compartiendo oficina con él?

-Tú lo has dicho, trabajáis en el núcleo duro del número uno. Te repito que entendiendo la gravedad de la situación. Somos feministas. Las mujeres, lo primero. Ahora bien, imagino que te haces cargo del enorme daño reputacional que le haría todo esto al summum, y más en un momento en que está sufriendo un acoso atroz de la ultraderecha judicial, policial y periodística, que no perdona ni a su familia.

-Llevo semanas sin pegar ojo. Estoy fatal, con pastillas y yendo al psicólogo. De verdad que no podemos aguantar más. Es una situación asquerosa, insoportable, y queremos que lo pague.

-Ay, todo mi apoyo, lo sabes de sobra. Pero tú también entenderás que nos debemos a aquel que se está partiendo la cara cada día por todos nosotros y por sacar adelante este país y este proyecto progresista. Cada cosa en su momento, mi chiqui. Tú, que eres del partido, bien ves cómo está el jefe: consumío, sufriendo, con la cara delgá. No podemos dar munición a la ultraderecha en este momento.

-¿Me estás diciendo que lo vais a esconder debajo de la alfombra?

-¡Cómo puedes decir eso! Somos el partido feminista. El partido de las mujeres. Todo el apoyo. Es solo una cuestión de oportunidad. Tú déjalo de mi mano. El guarro se va a enterar. Pero las cosas del equipo se discuten dentro de la caseta, como dicen los del fútbol. Yo te voy contando. No te preocupes, me encargo. Ese tío, uf, ya verás, ya... Y ahora te dejo, porque de verdad que no me da la vida, chiqui, tengo una reunión con los catalanes, que me piden que traslademos la Giralda a Olot y que Lady Gaga regrabe todos sus discos en catalán. Bueno, de lo tuyo te voy diciendo, tú descuida…

Epílogo: La denuncia durmió durante seis meses en los cajones del partido feminista, que en realidad era profundamente machista (amén de corrupto).

Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

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