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29 de abril de 2024

Cosas que pasanAlfonso Ussía

Puntería

Me informaron de que habían encontrado en un zulo etarra informaciones y apuntes de seguimiento de mi persona y que, a partir de aquel día, me adjudicaba un servicio de escolta oficial. Me negué en rotundo.

Actualizada 03:31

Recibí una llamada del Secretario de Estado de Interior, Rafael Vera. Me informó de que se habían encontrado en un zulo etarra informaciones y apuntes de seguimiento de mi persona y que, a partir de aquel día, me adjudicaba un servicio de escolta oficial. Me negué en rotundo.
–Señor Vera, soy un español de la calle, no tengo cargo oficial alguno, y los escoltas que usted me quiere imponer son mucho más útiles en la lucha contra el terrorismo. De todas maneras, muchas gracias por su información.
Vera ofreció otra fórmula:
–De acuerdo, pero usted no se puede oponer a que le proteja un servicio de contravigilancia.
La contravigilancia consistía en seguir los movimientos del contravigilado –yo, mi persona–, en sus desplazamientos habituales. Uno de ellos, al programa «El Debate del Estado de la Nación» de Protagonistas, con Luis del Olmo, cuya emisión en directo se desarrollaba todos los miércoles, de 12 a 13 horas, en los estudios de Onda Cero del Paseo del Pintor Rosales.
Y, en efecto, aquel miércoles me esperaban dos policías de paisano a las puertas de la emisora de radio.
Terminado el programa, los cuatro amigos teníamos por costumbre liberarnos de Coll y tomar el aperitivo en un bar-taberna en la semiesquina de Rosales con Marqués de Urquijo. Aquella mañana Tip estuvo y estaba cumbre. Y Antonio Mingote, Tip, Antonio Ozores y yo, mi persona, nos dirigimos, ya libres del pelma de Coll, hacia nuestro bar. Al pasar junto a un quiosco de prensa, Tip solicitó el Frankfurter Allgemeine. Lo pagó y se lo acomodó enrollado y pinturero bajo el brazo, mientras el quiosquero quedaba asombrado, disecado, durante segundos. Conocía a Tip, pero ignoraba que se informara leyendo periódicos alemanes. No obstante, Tip se lo aclaró y, ante la aclaración, el quiosquero enloqueció definitivamente:
–No sé alemán, pero me divierte mucho hacer sus crucigramas.
Caminábamos hacia el bar, de izquierda a derecha por la acera, Mingote, yo –mi persona–, Tip y Ozores. Y a prudente distancia, los dos policías nacionales. Tip reparó en ellos y le preguntó a Ozores:
–Esos dos que nos siguen, ¿quiénes son?
Antonio Ozores le informó que se trataba de una pareja de policías que me contravigilaban como consecuencia de la nula simpatía que sentía la ETA por mí. Y Tip, al comprobar que yo marchaba a su lado, le preguntó a Ozores susurrándole la oreja más cercana: «Oye, Antoñito, es que estoy preocupado. ¿Los de la ETA tienen puntería?».
Aquella mañana Tip volvió loco al quiosquero y a una señora que acudió a ver en directo el programa.
–Soy una «fan» de usted, y le agradecería que me firmara su libro.
–Con mucho gusto, buena mujer, ¿cómo se llama?
–Dominga Sánchez Jurado.
–¿De dónde es?
–De Aranda de Duero.
En ese momento, Tip se abrazó y besó a aquella señora mientras le decía «¡Al fin te he encontrado, Dominguita. Mi desaparecida prima Dominga. Creíamos que te había pasado algo malo en la guerra. Mi Sánchez también viene de Aranda de Duero, y voy a llamar inmediatamente a mi hermana para decirle que te he encontrado. ¡Qué felicidad, Virgen de Atocha!». Y aquella mujer, lloraba emocionada mientras su primo Tip le abrazaba. Pero la emoción menguó cuando Tip, observándola con detenimiento, emitió el veredicto:
–Lo siento, Dominga, pero usted no es mi prima. Mi prima Dominga tiene bigotes y usted no.
A todo esto, se le olvidó firmarle el libro y la pobre mujer se quedó hipando en la puerta de la radio.
Pasar parte de la vida al lado de Tip ha sido un privilegio.
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