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25 de abril de 2024

Cosas que pasanAlfonso Ussía

Días completos

Y el 23 o 24 de abril, fue sacrificado «Excálibur», el perro de la enfermera contagiada por imprudencia profesional de ébola, Teresa Romero, señora de Limón

Actualizada 01:42

El 23 y 24 de abril llegaron y pasaron con toda su carga cultural e histórica. Aniversario de Cervantes y de Shakespeare. Al segundo, el grande y olvidado poeta satírico sevillano le dedicó epigramas muy divertidos.
To be or not to be.
That is the questión.
De papas con tomate
¡Cómo me he «puestion»!
Lo dijo William
Que era un señor
De buena «familiam».
Ya sabes, «mare»,
Quien és el susodicho:
¡Shakespeare!
Y el 23 o 24 de abril, fue sacrificado «Excálibur», el perro de la enfermera contagiada por imprudencia profesional de ébola, Teresa Romero, señora de Limón. Cervantes y Shakespeare, fallecieron de muerte natural y en la soledad, en tanto que «Excálibur» fue asesinado por orden del malvado Gobierno del Partido Popular siguiendo las instrucciones de Sanidad. La muerte del perro de los señores de Limón, que podía ser portador del ébola, reunió en Madrid a decenas de bondadosos animalistas que lloraron su sacrificio como folclóricas. Los señores de Limón, apoyados por los movimientos animalistas, pidieron una indemnización de 150.000 euros por los daños morales del sacrificio del pobre perro, pero el también malvado TSJM no ha dado a los ilustres señores de Limón la razón, han perdido el pleito y les ha condenado a pagar las costas judiciales. Una prueba más de la brutal represión de las derechas a «los derechos humanos de los perros», tal como denunciaron los animalistas.
También aniversario de los ajusticiados Comuneros de Castilla, Juan Bravo, Padilla y Maldonado. En la calle Juan Bravo de Madrid está establecido el «Milford», que junto a «Richelieu» es uno de los bares más tradicionales del Foro. De nuevo, el recuerdo de su muerte, ha despertado la emoción monárquica de los separatistas catalanes, que siguen hechos un lío. A la Guerra de la Sucesión le dicen de la Secesión, cuando fue una guerra monárquica entre los españoles partidarios de Felipe V y los leales al archiduque Carlos. Ganó Felipe V y de aquella melancolía monárquica de los perdedores, Cataluña estableció la Diada, que es el festejo de una contundente derrota. Ese entusiasmo monárquico del separatismo catalán, se ha mostrado de nuevo en el mensaje que el sabio e instruido profesor de Historia de España Joan Tardá, ha enviado al pueblo de Castilla. «Salut al poble –pronúnciese popla»–, de Castella, avui 23 de abril. Día Nacional de Castella. Villalar 2022. «Castilla entera se siente comunera». ¡Visca les Repúbliques. Ignoro si Castilla entera se siente comunera, como dice Tardá, que sospecho que no. Pero aquí nada tienen que ver «les repúbliques». Los valientes comuneros, Padilla, Bravo y Maldonado, se alzaron a favor de Doña Juana de Castilla, mal llamada La Loca, y en contra de la entronización del hijo de ésta, el que fuera Emperador Carlos I de España y V de Alemania, padre de Felipe II y de Don Juan de Austria, uno de los personajes más grandes de nuestra Historia que ya no se estudia. Carlos I no está bien visto en Cataluña porque no hablaba en catalán. «A Dios le hablo en español, a las mujeres en francés, a los artistas en italiano y a mi caballo, en alemán». Pero se olvidó de la inmersión lingüística, y eso los monárquicos-separatistas de Cataluña, como Joan Tardá, no lo perdonan.
Y el 24 de abril, El Rey Felipe VI, presidió la final de la Copa de S.M. El Rey que disputaron el Betis y el Valencia en Sevilla. Himno Nacional coreado por ochenta mil espectadores y ovación unánime al Monarca, que tuvo la suerte de no ser acompañado por Pedro Sánchez. Claro, que –a excepción de Juanma Moreno–, lo que le rodeó en el palco era para salir corriendo. Iceta, Ximo Puig, y Rubi, el comisionista.
Días muy llenos de memorias y acontecimientos, los 23 y 24 de abril. El Día de la Rosa, la Final de la Copa del Rey, el ajusticiamiento de los monárquicos Comuneros de Castilla, y las muertes de Miguel de Cervantes y William Shakespeare, que no escribían nada mal.
Y sobre todo, lo de «Excálibur». Lo último, terrible. Sollozo mientras redacto.
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