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25 de abril de 2024

Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Esto es lo que va a pasar

O igual no, pero desde luego tiene toda la pinta…

Actualizada 10:19

Philip E. Tetlock, de 68 años, es un científico social canadiense cuyo libro Superpronosticadores, de 2015, me atrevo a recomendar. Entre 1984 y 2003 llevó a cabo una especie de concurso de predicciones (¿viene una crisis?, ¿habrá una guerra en Asia?, ¿quién ganará las elecciones de EE.UU.?...). Participaron figuras del Gobierno, periodistas de fama, pensadores, profesores, gente de todas las ideologías. Tras 28.000 pronósticos, los resultados fueron desoladores. No eran mucho mejores que las respuestas al azar. La provocadora conclusión de Tetlock fue que aquellos expertos ofrecían el nivel de acierto de un chimpancé lanzando dardos.
En 2011, tras el fiasco de las armas de destrucción masiva en Irak, las agencias de inteligencia estadounidenses encargaron a Tetlock un nuevo experimento para tratar de mejorar en el futuro. Esta vez el concurso de pronósticos duró cuatro años, con medio millón de predicciones sobre 500 preguntas acerca de la seguridad de Estados Unidos. Los resultados mostraron que había un 2 % de personas con un don especial para acertar, a los que Tetlock llamó «superpronosticadores». Se trataba de individuos de todo tipo, desde un ama de casa a un informático jubilado, y no eran necesariamente muy inteligentes ni acumulaban un gran saber. Sin embargo, compartían unas características: querencia por el pensamiento lógico y analítico, tendencia a autocuestionarse, interés por la estadística. A ideología más marcada, más cagadas en los pronósticos. El superpronosticador fetén cuestiona sus primeras impresiones y opera con una mente abierta, proclive al contraste. No emite vaticinios con las tripas, o basados en juicios morales. Intentan ver la realidad tal cual es, le guste o no. No son genios, sino personas con curiosidad, mente ancha y pensamiento metódico.
Desde luego no me considero un superponosticador, porque en mi vida he metido algunas veces la zueca y no he visto venir para nada lo que iba a ocurrir. Pero del mismo modo que si una manzana se suelta del árbol de Newton sabemos que inexorablemente va a irse al suelo, resulta bastante fácil predecir lo que va a pasar a partir de ahora en la política española. Allá vamos:
  • Sánchez y los separatistas no romperán ni de coña, porque se necesitan mutuamente. Sánchez, el presidente más débil de nuestra democracia, les debe su silla y ellos saben que no encontrarán otro chollo como él y Podemos. Son conscientes de que todo será más difícil para el independentismo cuando manden PP y Vox. Así que les ocurre como a la rana y el escorpión de la fábula, dependen el uno del otro para cruzar el río.
  • Sánchez no convocará elecciones anticipadas, por dos motivos: 1) Sabe que las puede perder y quiere apurar la poltrona hasta el final. 2) La principal característica de su carácter es un narcisismo casi patológico y no renunciará por nada del mundo a la presidencia de la UE que le toca ejercer el año que viene.
  • Feijóo le va a ganar las elecciones y gobernará con el apoyo de Vox. Se impondrá a Sánchez también por dos motivos: el primero es que el Gobierno está sumido en un caos que ya no tapan ni sus televisiones; el segundo, y más decisivo es la economía. La escalada del coste de la vida es letal para los intereses electorales de todo gobernante y además este verano el BCE va a empezar a subir los tipos y todo se pondrá todavía más crudo. Sánchez, aunque lo camufle con su chorro de propaganda, es ya un zombi en la cuenta atrás.
  • El problema catalán no amainará y en cuanto puedan volverán a liarla. ¿La razón? La educación. La transferencia educativa a las comunidades fue un error histórico para el interés de España. Desde Pujol, la escuela catalana forma remesas de nacionalistas. O se da una batalla cultural frontal, algo que da una pereza –suicida– a todos los gobiernos de Madrid, o el tiempo corre a favor de los separatistas, que siguen sembrando sin descanso.
  • Ciudadanos va a desaparecer en los próximos comicios (o ya incluso antes, en los andaluces del próximo 19 de junio). Podemos también pinchará y se quedará, más o menos, en los escaños que tenía históricamente Julio Anguita al frente de Izquierda Unida. Vox continuará subiendo, porque Feijóo le va a dejar libre el espacio de la confrontación con la ideología mal llamada «progresista».
  • España seguirá avanzando, pero lo hará sobre unos pilares temblorosos, inflando una nueva burbuja inmobiliaria y con el monocultivo del turismo y los servicios. Si las cosas se ponen muy crudas estamos abocados a una nueva devaluación interna, como la que acometió Rajoy en 2012-13, para intentar competir como país barato. El problema demográfico se dejará sentir de manera brutal en las arcas públicas cuando se jubilen los babyboomers y habrá que traer inmigrantes hasta de debajo de las piedras, pero no será una emigración de calidad y generará problemas internos. La izquierda volverá a agitar la calle en cuanto el PP vuelva al Gobierno. Los tertulianos zurdos, que ahora tragan silentes con todos los disparates del sanchismo, se inmolarán a lo bonzo en los platós de televisión.
Y aquí lo dejo, en la esperanza de que Philip E. Tetlock no me acabe situando en el grupo de chimpancés lanzadores de dardos por no dar una…
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