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28 de marzo de 2024

El puntalAntonio Jiménez

Gobierno patagónico

¿No debería haber esperado Sánchez a tomar una decisión previamente debatida y consensuada con la oposición cuando las condiciones energéticas e internacionales lo aconsejaran?

Actualizada 02:17

En tiempos de la transición leí a nuestro colega Martín Prieto, durante años corresponsal en Buenos Aires, una comparación atinada de los políticos metepatas y erráticos con los patos de la Patagonia. MP, a su vez, había asimilado previamente el proceder de las citadas aves australes con la clase dirigente argentina y especialmente los «milicos» de la dictadura que sometieron con puño de hierro al país durante siete años, dejándolo además económicamente desolado. Así lo reflejó en un magnífico artículo sobre la idiosincrasia de Argentina como sociedad y Estado, publicado en El País en 1987.
La singularidad de los patos de la Patagonia, al parecer, es la de dar una pisada y soltar a la vez una cagada. Paso que dan, «cagarro» que sueltan. Inevitablemente no es arriesgado comparar ese menester escatológico de los palmípedos argentinos con algunas de las medidas y decisiones adoptadas, especialmente en política exterior, por el Gobierno de Sánchez.
La grave crisis con Argelia es un ejemplo evidente comparativo del proceder patoso y errático de Sánchez con las ánades patagónicas. Sobre todo cuando aún desconocemos los motivos que le llevaron a dar el giro copernicano de la posición de España sobre el Sáhara. Una decisión unipersonal y sorpresiva en la que dejó al margen al resto del Gobierno, a su propio partido cuyo programa electoral defiende los postulados de la ONU, referéndum saharaui de autodeterminación incluido, al principal partido de la oposición y al Parlamento. Y lo que es más grave: tampoco sabemos cómo beneficia a España, y singularmente la situación de Ceuta y Melilla, esta cesión a Marruecos en un momento inoportuno por el contexto internacional incierto derivado de la grave crisis energética por la invasión de Ucrania y las sanciones a Rusia.
¿No debería haber esperado Sánchez a tomar una decisión previamente debatida y consensuada con la oposición cuando las condiciones energéticas e internacionales lo aconsejaran?
No lo hizo y por tanto no es descabellado sospechar que pueda haber una relación causa-efecto entre el cambio sideral en favor de Marruecos y el hackeo de su móvil. Y no es tampoco disparatado recelar de que pudiera estar siendo objeto de un posible chantaje por parte de quienes conocen el contenido robado de su teléfono.
Sánchez no tenía necesidad alguna de agitar el avispero norteafricano dada la posición de privilegio de España con el gas de Argelia en un momento en que el resto de Europa dependía del suministrado por el sátrapa ruso.
La crisis con Argelia que según García Margallo es la más grave que afronta España desde 1975 y que parte, como ha señalado Aznar, de un enorme error difícil de encontrar otro mayor, en relación al cambio de política sobre el Sahara, puede tener más consecuencias al margen de las económicas y energéticas. Sobre estas últimas, Sánchez y el ministro de exteriores, Albares, insisten en que el suministro de gas no está en riesgo y que Argelia respetará el contrato, pero antes nos dijeron que Argelia era un socio estratégico sólido y fiable. La palabra de Sánchez y de su ministro Napoleonchu, el feliz remoquete con el que Ramón Pérez-Maura se refiere al titular de exteriores, está más devaluada que un euro de madera. Y con este Gobierno patagónico todo es susceptible de empeorar.
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