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29 de marzo de 2024

Pecados capitalesMayte Alcaraz

La hija de papá

Aconsejó a los pobres que no se esforzaran. Tenía razón: lo más mollar lo reparte, después de muerto y desde un podcast, Iglesias entre novias y amiguetes

Actualizada 10:15

Podemos no nació a las seis de la mañana en una fábrica ni la fundaron obreros de mono azul y lavadora a plazos. La pijomodernidad de Iglesias y sus amigos surgió del aburrimiento de un grupo de profesores narcisistas de la Complutense cocidos en su propia salsa y tan pagados de sí mismos que creyeron hacer una revolución cuando a lo más que llegaron es a firmar un revoltijo de psicodramas con novias, exnovias, parejas y presuntas, lo más parecido a una telenovela venezolana. No se conocían apuros económicos en sus familias: el padre de uno había sido presidente de la Asamblea de Madrid, el padre de otro fue vicerrector, otro era hijo de una exministra, otro progenitor había sido alto funcionario del Estado, la familia de otra poseía un gran imperio farmacéutico y hasta uno, Jorge Verstrynge, había sido secretario general de AP (PP), es decir, mandamás de la casta. Autoproclamados progresistas, exportaron al mundo sus recetas preferidas: pobreza, diversidad y caos, mientras ellos disfrutaban de la dolce vita.
De la «diversidad» de amigas de Pablo Iglesias surgió primero Tania Sánchez, luego Irene Montero y ahora Lilith Verstrynge. A la primera le llegó el divorcio antes de que su macho alfa consiguiera un buen cacho de poder, así que terminó en el gallinero del Congreso y haciendo de tertuliana en las teles. Mejor suerte corrió Irene, heredera del difunto, que se gasta 20.319 millones este año en ingeniería feminista, es aclamada por media docena de enchufadas que la agasajan con tartas y aplausos ministeriales y de vez en cuando se da un viaje por Estados Unidos con la cuchipandi, todo pagado por los de siempre.
Pero la gran joya de Iglesias, que igual te pone un chalé que te da una secretaría de Estado, es la hija de Verstrynge, ese clarividente intelectual que solo se abrazó a la extrema izquierda cuando le sacó todo el zumo a la derecha. Lilith, de pelo rojizo y cerebro extraplano, se encargará de la Agenda 2030 gracias a que proclamó que la meritocracia estaba sobrevalorada. Lo sabrá ella. Las nuevas pasionarias de Iglesias son así: ascendidas por el todopoderoso, dedican el presupuesto público a insultar a las mujeres que no comparten las mamandurrias feministas, pero sobre todo las caracteriza una cosa: son más pijas que Tamara Falcó.
A Lilith tampoco la busquen ustedes en un voluntariado ni en un cuchitril de Vallecas ni hallarán en su biografía un mínimo rastro de la educación pública que imponen al resto. Ella ya nació de pie, gracias al carrerón de su padre, número dos de la derecha y transfuguista sin atisbo de vergüenza. Y su propia trayectoria es una clara refutación a que Podemos sea el partido de la gente. Lo es de la gente acaudalada, de los hijos de las élites. Y la niña Vestrynge, que se ha formado en La Sorbona, nos ha dejado claro con su nombramiento que los hijos de las peluqueras o los de los aparcacoches no llegarán a nada en Podemos.
La hija de papá aconsejó a los pobres que no se esforzaran, que les iba a dar igual. Tenía razón: lo más mollar lo reparte, después de muerto y desde un podcast, Iglesias entre novias y amiguetes. No vaya a ser que una hija de albañil llegue a secretaria de Estado. Hasta ahí podíamos llegar, ¿verdad, Lilith?
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