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25 de abril de 2024

Pecados capitalesMayte Alcaraz

La monja rectifica

De hecho, son todas tan parecidas, que tanto Cristina Fernández de Kirchner como Irene Montero tienen un factor iniciático determinante: deben al vínculo conyugal su fortuna en la política

Actualizada 01:55

La crisis de 2008 produjo monstruos. El principal, Pablo Iglesias y sus corifeos, que sembraron España de odio, división e inmoralidad pública. Pero de esos tiempos feroces, que destilaron años después el 15-M y a Podemos, es hija una monja populista, faltona y mentirosa, que era el perejil de todas las salsas televisivas donde hubiera que despellejar al Gobierno de Mariano Rajoy. La religiosa respondía al nombre de Lucía Caram y en su boca escuché los vómitos más crueles sobre todo quisque que no respaldara a los podemitas y su falso afán libertador de la casta. Su discurso agresivo y sectario no conocía un ápice de caridad cristiana y revolcaba en el fango dialéctico a los que no le reían su mensaje agresivo y excluyente. En esos tiempos, hacía tándem con otro populista de similar desfachatez: Miguel Ángel Revilla. Una vendía su discurso cainita como si fueran dulces de convento y el otro lo servía con anchoas. Indigeribles ambos.
Ahora me he encontrado de sopetón un vídeo en el que sor Lucia se ha caído del caballo del populismo y ahora abjura de su antigua deidad, Pablo Iglesias, al que afea que visitara hace unos días a la corrupta expresidenta argentina, Cristina Kirchner, compatriota de esta monja avería. Cuando la he escuchado llamar al fundador de Podemos, populista, mentiroso y engañador, he creído estar escuchando todo lo que le decíamos muchos analistas a ella en aquellos días cuando debatíamos en la tele, ante lo que Caram respondía siempre tachando de fascista a su interlocutor. La misma que afeaba por machista a cualquier hombre que no fuera de izquierdas, llama a su compatriota «mujer desequilibrada». No digo yo que no tenga razón porque a Kirchner le adorna lo que a todas las populistas (en el Ministerio de Igualdad español tenemos muchos ejemplos): mala educación, prepotencia, indigencia intelectual y un histerismo desasosegante. De hecho, son todas tan parecidas, que tanto Cristina como Irene tienen un factor iniciático determinante: deben al vínculo conyugal su fortuna en la política.
Pero lo que tiene guasa es escuchar ahora a la monja de Podemos quejarse de la ideología que la aupó a las teles progres. Tal fue su desfachatez que se hizo letrada mediática de los separatistas catalanes, para los que pidió el indulto porque «su único delito es amar la libertad y querer ejercer de demócratas». Es decir, el populismo de los supremacistas sí y el de la mandataria argentina, ahora no. Puro oportunismo.
La monja es solo una anécdota; lo peor es la categoría de individuos que siguen ocupando los espacios públicos porque disparan el share de las teles y monetarizan su populismo sectario. Esa factoría de indocumentados que toman por tontos a los ciudadanos (está por ver hasta cuándo) viven de ese cuento a costa de nuestros impuestos y del mando a distancia que activamos. Tanto les da si sube la luz, los boquerones están por las nubes o los ganaderos tienen que matar a las vacas de leche. Inyectar su odio, sus mentiras y hasta su hipocresía, como la monja, es parte del juego. De aquel tiempo que dio carta de naturaleza a estos sujetos vienen estos lodos sanchistas.
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