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28 de marzo de 2024

Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Todas eran casposas hasta Yolanda y Rosalía

Penosas observaciones de una persona a la que le ha tocado una vicepresidencia en la tómbola de Sánchez y Podemos

Actualizada 09:53

Desde la segunda mitad del siglo XX hasta hoy, España ha disfrutado de muchas mujeres cantantes de gran valía y variedad. Algunas incluso se convirtieron en fenómenos sociales, que superaron el test del tiempo con carreras legendarias. Pero según Yolanda Díaz, todas eran pura caspa.
Teresa Berganza, Victoria de los Ángeles y Monserrat Caballé recibieron la ovación rendida de los más elitistas templos líricos del mundo (y la última hasta se permitió un simpático flirteo pop con Freddie Mercury). Olvido Gara, Alaska, ya circulaba cantando por Madrid con pelos punkis de colores un año antes de que se aprobase la Constitución. Y ahí sigue junto a Nacho Canut, al frente de Fangoria, nuestros Pet Shop Boys castizos. Lola Flores generaba sobre las tablas la electricidad de un cable de alta tensión. Una crítica apócrifa, atribuida erróneamente a The New York Times, pero que habría merecido ser cierta, rezaba así: «No canta, no baila, pero no se la pierdan». Isabel Pantoja tiene una vida de novela, de viuda de España a presidiaria y madre de Paquirrín (que tampoco es poca pena); todavía continúa llenando los teatros. Rocío Jurado fue, como ella misma diría, como una ola.
Hubo chicas ye-yés, como Concha Velasco o Karina. Y hubo mujeres cantantes con pretensiones y mensaje, como Cecilia, que se murió a los 27 años en un choque y que a mediados de los setenta ya escribía canciones de denuncia social zurda; o Mari Trini, que emulaba a Julie Gréco y que en 1971 cantaba un himno abiertamente feminista, Yo no soy esa. La lista sería interminable: Marta Sánchez, que en 1990 imitó a Marilyn y se fue a cantar a una fragata para las tropas españolas de la primera Guerra del Golfo; Ana Torroja, con los himnos de los hermanos Cano (hasta Indurain decía que entrenaba escuchando a Mecano en los auriculares), María Del Mar Bonet, Ana Belén, Luz Casal, que es como una fuerza telúrica, Christina Rosevinge, Eva Amaral…
Por todas ellas y su legado cabe considerar profundamente estúpida la respuesta de Yolanda Díaz cuando le han preguntado en una entrevista qué aporta Rosalía: «Aporta un país nuevo, moderno, feminista, rompedor, lejos de esa España en la que nos quieren meter, una España casposa, de bipartidismo, masculina. No es así España. España es Rosalía», explica esta señora ferrolana de 51 tacos, señalada por su ex socio nacionalista Beiras como la mayor Judas que se topó en toda su larga carrera política, una dirigente que no había pasado de teniente de alcalde en su ciudad hasta que le tocó una vicepresidencia en la tómbola de Sánchez y Podemos.
La respuesta de Díaz, que está acompasada por su habitual gesticulación empalagosa y enfática, como si estuviese descubriendo la Teoría de la Relatividad cada vez que abre la boca, supone un insulto a todas las mujeres españolas de la generación previa a la de la cantante Rosalía.
Además, Díaz refleja una desmemoria que ronda la burramia. A mi me tocó ser joven en los años ochenta, como a otros en los sesenta, o en este siglo XXI. Mi mujer suele comentarme que «nosotros tuvimos la suerte de ser mucho más libres que los chavales de hoy». Concuerdo con su apreciación. Parafraseando la jerga yolandista, podríamos decir que el país era entonces mucho más nuevo, moderno y tolerante que ahora. No existía el corsé de la corrección política, ni el frenesí prohibicionista del Estado y su intromisión en la vida privada que padecemos hoy. Tampoco la férrea dictadura de la localización perpetua con el móvil. Mi mujer añade incluso que fue una España más feminista que la de hoy, pues muchas, como ella misma, hicieron excelentes carreras profesionales por su evidente valía, sin complejos victimistas y sin tener que soportar como supuesta defensora de las mujeres precisamente a una señora que no ha dado palo al agua en su vida y ha trepado en política merced a la promoción digital de su marido (o «pareja», que dirán en la dacha serrana y laica de Galapagar).
¿Es moderna Rosalía? En mi humilde opinión fue muchísimo más moderna y rompedora, por ejemplo, su tocaya Rosalía de Castro, muerta en Padrón en 1885. Pero en el mundo de Yolanda Díaz y cía no existe la historia, ni la memoria ni los méritos de nuestros antepasados. La modernidad radica en dejarse la melena un poco más larga y añadirle unas mechas rubias, pintarse los labios de rojo pasión, blanquearse un poco los piños, cambiar el viejo look de activista pro Palestina por un estilismo de boutique cada día y soltar, con cursilería suprema, todo tipo de mantras simplones del catecismo «progresista». Una colección de tópicos que encubre la lamentable carcoma de que sigues afiliada al Partido Comunista, vestigio obsoleto de una de las dos ideologías más letales de la historia. ¿Modernas, feministas y rompedoras? Más bien más antiguas que un gramófono en la era del streaming.
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