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26 de abril de 2024

Cosas que pasanAlfonso Ussía

Tiempos aquellos

Qué suerte y qué nostalgia de aquel San Sebastián único que ya no volverá. Donde has sido excesivamente feliz y tanto han cambiado los paisajes humanos, no es recomendable volver

Actualizada 01:30

No son tiempos, los que corren, de sorpresas agradables. Pero de golpe, inesperadamente, surge la alegría. Ayer, mientras recorría los puestos de un mercadillo, me topé con un gran amigo donostiarra de la juventud. Un donostiarra de insigne apellido marino. Durante unos años se dedicó a la crianza de perros de la raza cocker, y eran los más guapos de España. Tenía su criadero a pocos kilómetros de San Sebastián, y sus cachorros se reservaban con anterioridad a su nacimiento. Yo le compré un macho precioso, Nico de Zamudio en su pedigrí, y al que llamé «Pirri» en homenaje al gran futbolista del Real Madrid. «Pirri» solo tenía un defecto. Le molestaba que existieran más perros sobre la faz de la tierra, y tuve que recurrir a unos educadores profesionales para que aprendiera a compartir las calles con el resto de los cánidos. Mi amigo no se salvó del chantaje etarra, y recibió dos cartas en treinta días en las que se le exigía un pago en apoyo del Movimiento de Liberación Vasco. Mi amigo se pasó las cartas de los asesinos por donde la gente decente y valiente se pasa las cartas de los asesinos, y siguió con su vida, ya amenazada. Una mañana le llamaron de su criadero de perros. Todos habían sido degollados. Los machos, las madres y los cachorros. Ahora, muchos de los profesionales que viven del animalismo comparten lugar y sitio con los asesinos de españoles que también degollaban perros. Pero él se mantuvo en San Sebastián, recibió más cartas, y decidió que la ETA podía matarlo, pero no expulsarlo de su tierra.
Era el gran animador de una sociedad gastronómica a principios de los setenta. Y recordamos a muchos de sus socios. En las sociedades gastronómicas vascas no existían las diferencias sociales. En la nuestra había jueces, médicos, aristócratas, industriales, marineros y pescadores. Uno de ellos «Corromoto», llamado así por ser el marinero de una canoa «Nuestra Señora de Corromoto» que pertenecía a la familia Ubarrechena, propietaria de la Cerrajera de Mondragón. «Corromoto» solo conocía la mar y el muelle de San Sebastián. Jamás paseó por La Concha, y menos aún por Ondarreta. Pero al cumplir 25 años al servicio de los Ubarrechena, sus patrones le convidaron a visitar París. Y ante nuestra sorpresa, «Corromoto» se embarcó en un avión en el aeropuerto de Parma, el de Biarritz, y se marchó a París.
Huelga decir que todos estábamos expectantes y esperando con gran ilusión el retorno de «Corromoto» y sus opiniones parisinas. Le organizamos un gran homenaje en la sociedad gastronómica, y «Corromoto» no tuvo reparos en resumirnos las experiencias de su viaje.
«Allí hablan en francés, como los de San Juan de Luz, pero más francés todavía. Y la ciudad me ha parecido grande, bonita e interesante. Hay muchos taxis, pero con taxistas muy antipáticos que no quieren trabajar. Y eso sí, una enorme libertad sexual. Hay, como en España, sexo de hombres con mujeres, y también de mujeres con otras mujeres, y por qué no reconocerlo, de hombres con hombres, muy doloroso por cierto».
Casi se cae el techo de la sociedad de las carcajadas. Las mismas que ayer alegraron nuestro reencuentro en uno de los pocos bares abiertos de Comillas durante el invierno. Porque aquí, trabajar, lo que se dice trabajar, más que virtud es defecto. Qué suerte y qué nostalgia de aquel San Sebastián único que ya no volverá. Me invitó cuando nos dábamos el gran abrazo de despedida a pasar unos días en su casa. Rechacé la invitación. Donde has sido excesivamente feliz y tanto han cambiado los paisajes humanos, no es recomendable volver. Aquí la definición, en 1928, de Don Pedro Muñoz-Seca, un rendido enamorado de la ciudad donostiarra.
San Sebastián, población
Bella y culta, como Atenas.
Escuchad su descripción:
Un castillo, un torreón,
Diez o doce calles buenas,
Dos mil casas de pensión
Y diez mil Machimbarrenas.
Feliz domingo.
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