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29 de marzo de 2024

Enrique García-Máiquez

La balanza

El votante anti-Sánchez no debería tener dudas a estas alturas sobre el sentido y la utilidad de su voto

Actualizada 01:30

No entiendo bien la falta de acuerdo entre los partidos de derecha sobre la moción de censura o, al menos, el voto a favor del PP, aunque fuese con todos los reparos de Feijóo a la iniciativa de Vox. Es más compatible votar a favor de echar a Sánchez afeando a Vox sus modos que dejar de votar contra Sánchez y pretender luego pactar con Vox para echarlo.
Ese pique casi como de patio de colegio que se traen entre el PP y Vox puede tener, como escribimos ya, alguna razón táctica. La de atraer el voto del electorado de centro izquierda que desconfía de Vox y no puede ya más de Sánchez. Yo no sé si convencerá a esos votantes de izquierdas, pero al resto, no. Todas las estadísticas nos dicen que Feijóo necesitará a Abascal para desbancar a Sánchez. Contra esa ley numérica y de representatividad parlamentaria no hay nada que hacer. Es una ley de gravedad democrática.
De modo que el votante conservador o anti-Sánchez puede permitirse no perderse en los regates cortos de la política instantánea. La operación es bastante simple: restándole a Sánchez el hundimiento de su prestigio y el desfondamiento de Podemos y sumando los respectivos suelos electorales del PP y de Vox, muy firmes ambos, habrá posibilidad de sacar a Sánchez del colchón de la Moncloa, pero pactando. De manera que el votante medio puede hacerse sus propios cálculos con independencia de las tácticas y las estrategias de ambos partidos.
El votante cuya prioridad sea echar a Sánchez, a Yolanda, a Irene Montero y a Belarra puede votar con toda tranquilidad a cualquiera de los dos partidos porque sumarán. ¿Qué debería decidir entonces su voto? En qué platillo de la balanza de la coalición quiere poner su gramo de peso soberano para que se cumpla algo más de un programa que de otro, sin contar, claro, aquellos puntos (bajada de impuestos, por ejemplo) en que ambos coinciden. En buena práctica democrática, tanto el PP como Vox deberían imponer una parte de su programa proporcional al peso que su apoyo vaya a tener en el futuro Gobierno de coalición.
Hay votantes de Vox que sospechan que el PP preferirá pactar con el PSOE antes que con Santiago Abascal, porque lo último para ellos sería reformar la ley del aborto o acabar con la Memoria Histórica. Puede que en la sala de mando del PP prefieran la socialdemocracia a la derecha, como parece indicar el rechazo furibundo a la moción de censura, pero la gran coalición es imposible por dos razones. El PSOE jamás le regalaría al PP la posibilidad de gobernar sin 'ensuciarse' con la cercanía de Vox. Y, por otra parte, el votante medio del PP se siente mucho más cercano a Vox y a las medidas de Vox. Cierta rivalidad sorda la entiende, pero un pacto de gobierno o legislativo con el PSOE, su rival natural, no.
El platillo de Vox también tiene su peligro. Cabe la posibilidad de que, urgido por la necesidad perentoria de desplazar a Sánchez, no pida su parte alícuota en las políticas del Gobierno resultante. Eso sería un error a medio plazo porque desfondaría las ilusiones de cambio real que tienen los votantes de Vox. Yo creo que la teoría de la balanza y del tanto por cierto del programa será algo atractivo para el votante de Vox. Resultaría clarificador un «no entraremos en el Gobierno si no saca una ley antiokupas, si no hay una inversión en medidas provida, si no se acaba el conchaveo institucional con los nacionalistas, etc». Eso debe exigirse de manera proporcional a la fuerza parlamentaria.
El votante anti-Sánchez no debería tener dudas a estas alturas sobre el sentido y la utilidad de su voto. Las fintas y las descalificaciones sobre la moción de censura enturbian innecesariamente un escenario que, con un mínimo de buena voluntad, está clarísimo.
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