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29 de marzo de 2024

Desde la almenaAna Samboal

Guardián de los secretos

Con permiso de Jorge Fernández Díaz, confidente de Zapatero e imputado por la Kitchen, Grande-Marlaska es el ministro del Interior más achicharrado de la democracia

Actualizada 01:30

Fernando Grande-Marlaska permanecerá en el consejo de ministros hasta que termine la legislatura. Que no quepa duda –comentan en ámbitos judiciales–. A los ministros de Interior se les puede ofrecer un destino más atractivo, pero ni les destituyen, ni les invitan a dimitir, porque son los que mejor conocen los secretos del reino y los de los que rigen sus destinos.
Desde que Felipe González se vio obligado a declarar ante el Tribunal Supremo, tras contrariar los deseos de Baltasar Garzón, todos los presidentes han tenido buen cuidado en no ofender a los guardianes de la información privilegiada. Por eso, Pedro Sánchez no osará contrariar a Marlaska. La trayectoria del juez de carrera acredita que puede ser voluble en sus caprichos. Coqueteó con el Partido Popular para acceder al Consejo General del Poder Judicial y no dudó después en dar portazo a los de la gaviota para acercarse al candidato socialista, el único dispuesto a permitirle colmar sus aspiraciones políticas. ¿Quién garantiza al inquilino de la Moncloa que no pueda cambiar de nuevo de criterio u orientación?
Con permiso de Jorge Fernández Díaz, confidente de Zapatero e imputado por la Kitchen, Grande-Marlaska es el ministro del Interior más achicharrado de la democracia. Estando en su legítimo derecho de nombrar a personas de su confianza para ocupar cargos de responsabilidad política, no ha dudado en ejercer ese poder de forma autoritaria e ilegal –como han certificado los jueces–, sin mostrar sensibilidad alguna, truncando brillantes carreras profesionales. Aún corriendo el riesgo de desacreditarse a sí mismo, se sumó al circo de las balas y las navajas en la campaña electoral de Madrid, dejando a los pies de los caballos a los responsables de la seguridad de su propio ministerio. Abandonó a su suerte a las autoridades canarias cuando decenas de inmigrantes llegaron a las islas y tendrá que enfrentarse a la responsabilidad de las muertes en la valla de Melilla. Y, enredado en su frívolo exhibicionismo, se ha negado a recibir a los representantes sindicales de fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, agentes bajo su mando, servidores públicos. Son un sinfín de errores, torpezas y arbitrariedades las que jalonan su trayectoria en el Poder Ejecutivo, pero Marlaska permanecerá hasta que pongan las urnas porque sabe mucho y en la Moncloa tienen mucho que guardar.
El ministro del Interior tiene información sobre las idas, venidas y compañías del personal, sobre todo si son personas sensibles. Y, si no la tiene, exige el informe. Tras la experiencia de Pérez de los Cobos, no habrá muchos que osen negarse a proporcionársela. El ministro del Interior puede hablar de los empresarios que acceden con carné de visitante al Congreso de los Diputados. Y de las juergas en restaurantes de postín y burdeles en los días del confinamiento, porque los agentes de servicio levantaron actas, las que después se envían al juez. Pero el mayor de los secretos que probablemente guarda Grande-Marlaska es el del caso Pegasus. ¿Quién y por qué pinchó el móvil del presidente del Gobierno? ¿Es realmente esa la causa del viraje de España en posición en el Sáhara? Madrid, la ciudad en la que la más poderosa industria es la del poder, es la corte de los rumores.
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