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20 de mayo de 2024

Cosas que pasanAlfonso Ussía

Hoy toca macabro

A mi familia y a mis amigos, un ruego. Cuando cambie de barrio, todo menos depositar mis restos en la funeraria «La Montañesa»

Actualizada 01:30

Cuando se alcanza determinada edad –es mi caso– se trata a la muerte con más confianza y naturalidad. Se acerca y hay que intentar comprenderla. En un cementerio asturiano, el de Cué, municipio de Llanes, cuya torre de la iglesia domina la escarpada y peliaguda playa de Toró, labrado sobre la piedra se puede leer este mensaje sobre la puerta del camposanto. «Lo que eres, yo lo fui; lo que soy, lo serás». La muerte tiene una ventaja. Complementa el fin de la vida en la tierra con la extinción de sus muchas majaderías. La inteligencia y la necedad se abrazan en el hueco de la nada.
Mi familia ya sabe que deseo enterrarme en el ataúd más barato y sencillo, como adquirido en un supermercado de féretros. Un ataúd de marca blanca. Mi último rasgo de vanidad se reflejará en la esquela, que será de aúpa, de dulce de membrillo. Pero tengo prohibido que se gasten el dinero en un ataúd pretencioso y churrigueresco. Pino sin florituras y una cruz clavada en su plano superior. Como diría Luis Escobar, yo exijo morirme y ser enterrado como los de toda la vida, y que, en la Consagración de mi funeral, suene el Himno de España interpretado suavemente por un organista.
El poeta colombiano Enrique Fernández de Soto, alias Picio, dedica un poema al entierro de su amigo Romero, que incluye el cachondo de Daniel Samper Pizano en su antología de Versos Chuecos.
Allá va Romero
En un ataúd.
En su juventud
Perdió la salud
Buscando dinero.
En su senectud
Perdió su dinero
Buscando salud.
Y ya sin dinero,
Y ya sin salud,
Allá va Romero
En un ataúd.
Y la Funeraria Equitativa de Manizales se anuncia por palabras con un ingenioso pareado.
Mire bien este ataúd.
Que puede ser para Ud.
La publicidad de las funerarias en la España de hoy es deleznable, cursi y delictiva. En El Diario Montañés del 13 de junio de 2023 –ayer–, se anuncia la funeraria La Montañesa –Líderes en Cantabria–, de esta manera, ocupando la mitad de la página 22 del prestigioso diario: «Funerales Ecológicos Sostenibles. Sistema de Filtración de Emisión del Crematorio. Féretros Ecológicos. Urnas Biodegradables». Y finaliza la gilipollez : «Apoyo Psicológico al Duelo».
A mi familia y a mis amigos, un ruego. Cuando cambie de barrio, todo menos depositar mis restos en la funeraria «La Montañesa» –líderes en Cantabria–. ¿En qué consiste un funeral ecológico sostenible? Me figuro que se celebrará en un prado con ovejitas, la mitad vivas y la otra mitad masacradas por los lobitos, y que en lugar de vestir el oficiante con alba y casulla, lo haga disfrazado de senderista con chancletas, pantalones al modo pirata y camiseta sudada con el asesino del Ché Guevara estampado en la zona pectoral. Renuncio pues al funeral ecológico sostenible. Y también, al féretro ecológico, que no puede ser otra cosa que una majadería de esos cursis que se anuncian. Me importa un bledo el sistema de filtración de emisión del crematorio. Si filtra emisiones o deja de filtrarlas, allá ellos. Y paso de urnas biodegradables. A mí, ahora mismo, las únicas urnas que me interesan, biodegradables o no, son las del próximo 23 de julio. Y por supuesto, procedo a ordenar a mis seres queridos que, en el caso de que envíen a un profesional de Apoyo Psicológico al Duelo, lo saquen a gorrazos y puntapiés del velatorio propinándole toda suerte de mandobles ecológicos, sostenibles, filtrados de emisiones y si es posible, nada biodegradables.
Nunca mejor dicho. Cursis y tontos hasta vendiendo la muerte.
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