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07 de mayo de 2024

Pecados capitalesMayte Alcaraz

Lola, Lolita, Lola

Lola ya tiene unos añitos por delante para hacer business con su novio por los foros más tontos del planeta, pero que tan bien pagan la hipocresía de la izquierda caviar

Actualizada 01:30

A Dolores su amigo Pepe Villarejo la llamaba Lola. Su pareja, Balta, también. En el Consejo de Ministros todos la llamaban Lola. Lola, mira a ver la Kitchen; Lola, tápame lo de Dina; Lola, cuídame a Monedero; Lola, de la niñera, ni hablar. Y Lola cumplió fielmente con la misión encomendada. Fue la notaria mayor del Reino de España. Y eso que Lola quería cargarse al Reino y por eso le clavó el aguijón al Rey Juan Carlos; pero ni todas las comisiones rogatorias del mundo, ni los fiscales populistas suizos, ni Corinna, ni su amigo Pepe Villarejo, consiguieron cobrarse la pieza mayor.
Luego Lola pasó a ser Lolita. La Lolita fiscal general del Estado que miraba para otro lado cuando los socios de Sánchez recibían como héroes a los etarras o cuando los indepes incumplían la ley. Lolita solo atendía órdenes de Moncloa –¿de quién depende la Fiscalía?– y por entonces le planteó a Su Sanchidad, su jefe jerárquico de obediencia obligada, la posibilidad de que «estos del Supremo» crearan una Fiscalía de Sala de nuevo cuño, lista para que ella, la mejor servidora del régimen, tuviera acomodo, una vez que cediera su cargo a su gran amigo Álvaro García. Además, se lograría la cuadratura del régimen porque esa Fiscalía trataría la Memoria Democrática, campo en el que su pareja, el inefable Balta Garzón, se ha llenado la faldriquera dando conferencias por el orbe bolivariano. Un exjuez que creyó limpiar el mundo de corruptos y terrorismo de Estado y terminó de chico de los recados de Julian Assange, el pirata informático que robó mensajes diplomáticos de democracias para filtrarlos, demostrando que la izquierda estaría encantada de llevarnos a todos a un mundo orwelliano donde no existiría la privacidad en nombre de un abusivo derecho a saber. Hasta intentó empitonar a Pinochet, y ha defendido a testaferros del régimen de Maduro y estado a las órdenes de Cristina Kirchner. Todo por la pasta de los desarrapados del planeta.
Ayer, Pedro Sánchez se saltó los códigos democráticos más elementales, la oposición de toda la carrera fiscal y la decencia política y aprobó en un Consejo de Ministros –donde las dagas sustituyeron a los bolígrafos– el nombramiento de Lolita, ahora de nuevo Lola, para agradecerle tantos servicios prestados, tantos posicionamientos de perfil contra los malos, y tanto sectarismo en el Ministerio Público. Le queda poco al presidente del Gobierno y tiene que recompensar a sus fieles la sevicia desplegada en cinco años: hasta Ábalos ha sido rescatado de las cloacas de Delcy. Lola ya tiene unos añitos por delante para hacer business con su novio por los foros más tontos del planeta, pero que tan bien pagan la hipocresía de la izquierda caviar.
Desde ayer la calidad democrática de nuestro país ha retrocedido aún más, si es que era posible. La portavoz Isabel Rodríguez tuvo el cuajo de defender en la sala de prensa que la designación se ha hecho a través «de un procedimiento transparente», que se ha llevado por delante las opciones de nada menos que veinte fiscales que no tuvieron la suerte de ser pretorianos del sanchismo.
La ley ya no la cumplen ni los fiscales, precisamente uno de los instrumentos que tiene el Estado para defender el ordenamiento jurídico. Gracias a ese Gobierno que Zapatero nos exige reconocer como el mejor de la historia, el hoyo se ha hecho más profundo. También a nuestra democracia habrá que exhumarla y no precisamente del Valle de los Caídos, sino del derrumbe en que le ha soterrado este sanchismo despótico.
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